“Exabruptos” antidemocráticos
Los años que marcaron su paso por Carabineros
¿Puede algo ser condenable y, a la vez, maravilloso (o conveniente)? Si ese algo es la violencia, parece que sí, según el escritor y constituyente convencional Jorge Baradit. Apenas se le veía la cara, cubierta con mascarilla negra y anteojos, cuando enfáticamente señaló, a propósito de la violencia sufrida por dos convencionistas de Vamos por Chile: “Me parece que es condenable. Lo que sí, me parece maravilloso… no, no me parece maravilloso, me parece conveniente, que ellos ahora también sufran un poquito lo que los chilenos hemos sufrido desde el estallido social: persecución, violencia, represión en las calles, que ellos le tomen un poquito el gustito no me parece tan malo”, aseguró.
Todo partió con las agresiones y ofensas que sufrió Ruggero Cozzi, a la salida de la convención, con gritos, escupitajos y golpes. Luego, el pastor evangélico Luciano Silva denunció que en su casa había sido atacado por desconocidos. Otros y otras convencionistas han sido increpados en la calle, o funados, o agredidos en redes sociales. La misma presidenta, Elisa Loncón, denunció en Fiscalía injurias y violencia hacia ella realizadas a través de redes.
Esta misma semana, el diputado Giorgio Jackson sufrió un episodio de violencia en su contra en la calle. “Qué hai hecho voh por el país, huevón”, se escucha que lo increpa un hombre en la Plaza de Armas, donde Jackson estaba haciendo campaña por el diputado Gabriel Boric (cuya acertada campaña lo ha llevado a una posición expectante para las elecciones primarias de hoy). “Vendido”, se escucha también que se le dice a Jackson, pero cuesta oír por la violencia de los gritos, la furia y el descontrol de aquel y otros transeúntes contra Jackson. No hay diálogo posible, solo descarga de rabia.
Baradit después se retractó, le pidió perdón a Silva y dijo que esas palabras suyas “no lo representaban”. Cosechó severas críticas y el propio colectivo de los socialistas en la CC también se desmarcó, así como muchos convencionistas, que bien saben -o debieran saber- que el camino de la violencia termina llevando a un lugar peligroso y mucho peor. “La práctica de la violencia, como toda acción, cambia el mundo, pero el cambio más probable es hacia un mundo más violento”, escribe Hannah Arendt en Sobre la Violencia.
Justamente elegimos una Convención Constitucional para cambiar -por la vía institucional y democráticalas reglas del juego de nuestra convivencia y nuestro pacto social. Justamente para no hacer de esto una guerra de fuerzas, un juego de suma cero, con lógica bélica y tribal. La convención tiene el sentido inverso, crear un acuerdo en el que la sociedad se mire como un todo, en que nadie quede atrás. En la deliberación colaborativa y no violenta de los y las 155 aunque esta no esté exenta de tensiones y desordenestá la clave para sacar adelante un nuevo pacto social, que enfrente la desigualdad e injusticia social, pero sin golpear al otro, sea quien sea ese otro.
Que el convencionista Jorge Baradit no lo comprenda es grave. Porque, en definitiva, es no comprender la naturaleza profunda del trabajo para el que fue elegido (en una lista, la de Unidad Constituyente, en que se sumaron los votos de personas que sin lugar a dudas están contra todo tipo de violencia, como el destacado constitucionalista Patricio Zapata, por ejemplo).
Tampoco extraña tanto este “exabrupto” de Jorge Baradit, hay que decirlo, vistos los tuits contra las mujeres que emitió el escritor hace algunos años. Usa lenguaje obsceno y humillante, y son palabras que no reproduciré por respeto a las personas que leen esta columna.
Este año se hizo cargo de estas declaraciones e hizo un mea culpa. “He pagado fuerte por un lenguaje impropio y pido disculpas públicas por el uso inapropiado y ofensivo”, dijo el escritor.
Pero teniendo a la vista su más reciente “exabrupto”, la reflexión debiera haber sido más profunda. La violencia verbal es la antesala de la violencia física, es su habilitadora. Pero el convencionista Baradit, al igual que muchas figuras públicas, parece capturado por la lógica de las redes sociales, de las cuñas rápidas y hostiles, de la exacerbación de las emociones más intensas para conseguir popularidad instantánea vía likes o retuits. Cual justicieros autoerigidos, van escalando en el tono y la agresividad, para obtener mayor atención e impacto y, en ese esquema, no es difícil que después se arrepientan de aquello que ha sido dicho sin la mínima reflexión.
De cara a la enorme responsabilidad que Baradit tiene en sus hombros hoy, sería bueno -de hecho, sería conveniente y maravilloso- que reflexionara sobre si es posible construir una sociedad más democrática usando mecanismos para descalificar -o desfigurara los demás. Mecanismos para, en definitiva, deshumanizar a quienes piensan distinto o a quienes no se considera iguales, transformándolos en objetos carentes de derechos y de dignidad.
En este sentido, destaca la figura de la presidenta de la mesa, Elisa Loncón. Con su liderazgo sereno y sin estridencias, encarna una manera de ver el poder que no es avasalladora ni en la forma ni en el fondo.
“Su presidenta también ha sido objeto de violencia, objeto de violencia racial, clasista, machista y política. Efectivamente, nos corresponde a todas y todos condenar todos los tipos de violencia y trabajar en función de no naturalizarlos”, aseveró.
Hay que desescalar ahora la violencia, desnormalizarla. Hoy son Luciano Silva o Giorgio Jackson, mañana serán otros y otras. Lograr justicia social a través de mecanismos pacíficos para resolver controversias y diferencias, por profundas que estas sean, sin violentar ni denostar al que piensa distinto, es una misión esencial de Baradit y los demás 154.
La violencia siempre es condenable, como dice la presidenta Loncón. Y nunca es conveniente.
El candidato presidencial de RN vivió episodios en la institución policial que lo forjaron como el personaje que es hoy. Allí tuvo sus primeros acercamientos a políticos, y sus vivencias lo hacen saber en carne propia qué sienten los uniformados y por qué salir a defenderlos cuando se les cuestiona.
Corría el año 1989 cuando el candidato presidencial de RN, Mario Desbordes, vivió un episodio que no olvidaría nunca en su vida. Llevaba solo dos años desde su ingreso a Carabineros, cuando le tocó la muerte de su propio compañero y amigo, abatido a manos del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR): el subteniente Juan Carlos Amar (23). Desbordes, entonces, tenía solo 22 años.
Ese 11 de abril de 1989 -cuando Amar fue asesinado-, Desbordes tuvo que ir a recoger su cuerpo, para luego entregárselo a la viuda del fallecido, y a su hijo, de solo un año de edad.
El hecho ocurrió cuando Amar acudió hasta un salón de juegos electrónicos para fiscalizarlo y, al solicitar el carnet de identidad a dos miembros del FPMR, uno de ellos sacó un arma para dispararle a él y a otros dos uniformados en el lugar. Una de esas balas impactó con la zona abdominal del subteniente que fiscalizaba.
Héctor Maturana Urzúa se llamaba el pistolero que, a continuación, remató en el suelo al carabinero. Maturana era conocido por haber participado en el atentado a Augusto Pinochet de 1986. Fue detenido en 1989 y, cinco años después, recibió pena de extrañamiento. Vivió 20 años en Bélgica y volvió a Chile el 2014.
Hasta el día de hoy Desbordes sigue acusándolo públicamente y rindiendo honores a Amar: como cuando pidió que hicieran un minuto de silencio por él en la sala de la Cámara Baja el 2019, cuando él era diputado.
Juan Órdenes Narváez era el otro miembro del FPMR que participó en el asesinato. También estuvo preso hasta 1994, para luego morir en Bélgica el 2002.
Este es uno de los momentos que marcaron al presidenciable durante su paso por Carabineros y lo forjaron con el carácter que tiene hoy: el de uno de los políticos más duros dentro de la centroderecha, quien no tiene problemas para criticar directamente a su propio gobierno o a su propia coalición, y sabe en carne propia lo que sienten los uniformados que andan en terreno.
Para conocer bien a Desbordes, hay que remontarse a ese 16 de enero de 1987 cuando ingresó a las filas de la institución policial como aspirante a oficial. Con el pelo más negro, y de contextura más delgada, comenzó su carrera llegando a ser nombrado subteniente en 1988 y teniente en 1991, según consta en su hoja de vida a la cual La Tercera tuvo acceso vía Ley de Transparencia. En su paso por la escuela, tuvo que pasar por momentos duros en que se les hacía trabajar bajo presión. Ha contado que ahí los gaseaban, que los despertaban en mitad de la noche con balazos y que, a veces, los mantenían encerrados en lugares sin poder salir al aire libre, para aprender a trabajar en situaciones de estrés.
En sus siete años de servicio le tocarían varias: como tener que recoger cuerpos de fallecidos por accidentes de tránsito o encontrar a una bebé abandonada por su madre en la calle.
En 1989 fue destinado a la tercera comisaría de Talca. En la Región del Maule se mantuvo por varios años y ahí vivió sus principales experiencias. En los 90 estuvo asignado como jefe de la Tenencia Abate Molina, en la Tenencia de Carreteras y edecán de los Intendentes Gabriel Jiménez (PR) y Arturo Castro (PPD).
El primero, incluso, fue amenazado de muerte. Por lo que Desbordes tenía que trabajar en la avanzada y revisar los lugares a los que iba. También, en su momento, fue escolta por una semana y media del exsenador y exministro Sergio Onofre Jarpa (RN).
En esa época, el candidato tenía una mirada diferente respecto del gobierno militar. Votó
por el “Sí” en el plebiscito y ha contado que se sentía más “intolerante” en aquel momento. Que, por ejemplo, sentía a los carabineros como víctimas de ataques. Siendo parte del coro institucional, le tocó muchas veces cantar en funerales de compañeros asesinados.
“El himno fúnebre de Carabineros es profundamente simbólico. Lo hizo José Goles, el papá del científico. Y lo pasamos mal, fue muy tortuoso”, dijo en una entrevista a The Clinic el 2019.
Otro contacto con políticos que el propio Desbordes ha hecho público, es la fotografía donde escolta al expresidente Aylwin en una visita a Talca, a comienzo de los 90.
El alcalde de Río Claro en esa época, Arturo Gajardo, recuerda que Desbordes era colaborador en temas cotidianos para la gente de la comuna, tales como ayudar con cosas básicas como tapar leña, hasta cuidar el estado de los calabozos del lugar. Dice que a veces tomaban café y conversaban, pero nunca de política.
“Hasta yo me extrañé cuando vi que estaba metido en política. Él hacía su pega calladito, obediente al servicio, como buen carabinero”, recuerda Gajardo.
Episodios de balazos también le tocó vivir. De hecho, en los 90 salió a página completa en un artículo de Las Últimas Noticias tras frustrar a una banda de ladrones de autos. En esa oportunidad incluso hirió a un delincuente.
Desbordes todavía porta armas y suele ir a campos de tiro. A finales de junio reconoció en un programa de TVN que, tras haber sufrido amenazas de muerte, anda armado.
Otras prácticas también se le han pegado, como no sentarse nunca dando la espalda a una puerta por motivos de seguridad, o fijarse en las infracciones que cometen otros automovilistas cuando él conduce su auto junto a su señora, recordando lo que fue la época en que ponía partes por faltas de tránsito.
Su salida de la institución se dio en 1994 por un tema burocrático: Carabineros no le dio autorización para contraer matrimonio con una mujer con la que había tenido su primera hija. Se salió para casarse. El matrimonio duró solo dos años.
En momentos de camaradería, varios lo han escuchado decir que feliz hubiese seguido en la institución.
Cariño y dolor
De la generación que ingresó en 1987, Desbordes es recordado en las huestes uniformadas como un tipo tranquilo, “quitado de bulla”, y siempre interesado en el área judicial.
Otro general activo de Carabineros bromea cuando se le consulta por el tema: “¿Qué quiere que le cuente?, ¿que era chueco para desfilar?”. Al preguntar por él en los círculos policiales, hacen la diferenciación: están, claro, los que entraron en el 87, pero luego cada aspirante es “tallado”. Es decir, medido en su porte físico.
Por lo mismo, si bien son varios de la generación del 87, solo uno fue parte de la misma “sección” que el expresidente de RN. Ese es Richard Soto, general jefe de la Contraloría Interna de Carabineros.
Éste recuerda el paso de Desbordes por la institución, y con quien mantienen contacto vía WhasApp y a veces por llamado. “Éramos de la Tercera Sección, siempre fue muy preocupado de todo. Se notaba que podía dar un paso más allá, como teniente fue siempre correcto ¿Chueco para desfilar? Jajaja, puede ser medio tronco, pero al final se enderezó”, dice el alto oficial.
Al interior de la policía uniformada no manifiestan sus preferencias políticas, pero miran con buenos ojos la defensa de Desbordes a las actuaciones de Carabineros, condenando acciones individuales de los policías, pero no así de la institución.
Además, sus cercanos dicen que Desbordes, al haber vivido como uniformado, puede hablar con mejor conocimiento de la institución y responder más firme cuando se acusa a Carabineros de tener privilegios como un mejor sistema previsional.
No tiene problemas con que le digan “Paco”, pero sí ha habido en el mundo político quienes han usado el concepto con él con fines peyorativos.
“Tiene corazón y entiende lo que sufren los carabineros, pero también condena a los que se han salido de la línea y no han cumplido los protocolos. Es superclaro en eso, bien objetivo”, dice el diputado de su comando, Jorge Durán (RN).
De ahí que el candidato sintiera dolor cuando la institución pasó por escándalos de fraude. El 2017, el entonces secretario general de RN se declaró “consternado” por algo que “me cuesta creer”, en alusión al desfalco de dineros en Carabineros que superó más de $ 28 mil millones defraudados.
Desbordes conocía a algunos de los acusados. Al coronel retirado Patricio Paz, por ejemplo, lo considera un amigo.
Cuando el hecho pasó, Desbordes se contactó con algunos de sus excompañeros para abordar el tema y, entre todos, reconocieron indignación por lo sucedido. Posteriormente se comunicó con algunos de los involucrados. Hubo quienes le juraron que eran inocentes, como ha contado en entrevistas.
Reformar, no refundar
Los casos de violencia policial durante el es
tallido social también motivaron reacciones en Desbordes, en momentos en que algunos uniformados fueron acusados ante la justicia. En pleno 2019, el entonces diputado afirmó que “al gobierno le ha faltado mayor respaldo” hacia la institución.
Pero siempre criticó aquellos casos donde hubo excesos. En medio del estallido dijo que “solidarizo con las víctimas que han recibido perdigones mal disparados o malintencionadamente disparados. Porque pueden ser las dos cosas y debe haber justicia, y debe haber reparación”.
El debate sobre los cambios a la institución motivaron que Desbordes propusiera ideas. Así, en su programa de gobierno se plantea una reforma a Carabineros “valorando su trayectoria”.
En distintas entrevistas y debates ha planteado iniciar procesos de modernización que incluyan mejorar procedimientos administrativos, para evitar nuevos fraudes, mejorar la formación de las policías, revincular a Carabineros con la comunidad y, también, dar incentivos para que se llenen las vacantes de nuevos inscritos.
Lo que Desbordes siempre ha descartado es una refundación a Carabineros. Cuando en febrero de este año la ministra de Desarrollo Social, Karla Rubilar, planteó la idea, él dijo que “por supuesto” que se necesitan cambios, pero que “ésta no es una mala policía”. Algo que ha repetido en diversas entrevistas por esos mismos días, como cuando dijo en T13 que “es una de las mejores policías de Latinoamérica”.
Su vida de masón
Otra faceta de Desbordes son sus vínculos con la masonería, de la cual es integrante. Estudió Derecho en la Universidad La República -vinculada a los masones- y tiene cercanía con otros participantes, como el senador Alejandro Guillier.
Desbordes ha dicho a sus cercanos que el ser masón no es algo que le haya ayudado en la vida a alcanzar posiciones de poder, sino que, más bien, es una instancia de camaradería de perfil más bajo que el que se suele especular.
El candidato era usado como uno de los ejemplos de que la masonería no pertenecía solo a los militantes del Partido Radical, sino que también podía haber casos de personas de derecha.
Y si bien a mediados del 2018 había bajado su participación -sin ir a encuentros y sin pagar su membresía-, en su entorno dicen que ha reactivado este último tiempo su presencia.
Pese a que se desconoce quiénes son sus más cercanos en la masonería, pues como ha dicho, algunos temas se mantienen en reserva, el caso del senador Guillier es el más conocido vínculo. Guillier además estuvo en el mismo colegio que Desbordes, aunque varios cursos antes.
Desbordes ha dicho en entrevistas que para él ser masón significa pertenecer a una institución ética y filosófica que contribuye a hacer de uno mejor persona. En su calidad de maestro, en la masonería ha estudiado a pueblos originarios, como a los onas y a los selknam, como parte de los trabajos en que se les asigna un tema y ellos tienen que hacer una exposición de por qué es importante para uno como persona.
Ambos integran la logia parlamentaria Pedro Castell Blanco Agüero y suelen participar en las reuniones de la gran logia en su sede principal en Marcoleta o, a veces, en Valparaíso. Ahí abordan distintos temas de contingencia y después realizan cenas, en las que suelen lanzar chistes.
Quienes han conocido los diálogos entre Guillier y Desbordes, dicen que al senador le ha sorprendido la capacidad de apertura de Desbordes, a quien ha calificado como alguien razonable y abierto a los temas nuevos.
Desbordes, cuentan quienes lo han visto ahí, disfruta de los momentos de camaradería, de las cazuelas con vino tinto que se comen, y se ríe de los chistes que se cuentan. Todo, siempre, en un ambiente de respeto.