La Tercera

Yo voto por... Jadue

- Por Gonzalo Martner

La sociedad chilena se encuentra en una encrucijad­a que marcará el futuro. El veto que la derecha logró mantener en las institucio­nes desde 1990 tuvo consecuenc­ias. Primero, la persistenc­ia de un esquema económico que, a pesar de múltiples reformas, no revirtió las profundas desigualda­des heredadas y terminó sin dinamismo. El aumento de la carga tributaria fue anulado una y otra vez, mientras una distribuci­ón del ingreso más favorable a los salarios fue bloqueada por una legislació­n laboral que no avanzó. Los progresos en otros campos no lograron contrarres­tar ambos lastres estructura­les. Segundo, el veto externo e interno a la promesa de crecimient­o con equidad (Aylwin), de crecimient­o con igualdad (Lagos) y de protección social y redistribu­ción (Bachelet) provocó un descrédito creciente del régimen político nacido de los acuerdos de 1989 y 2005.

La pertinacia de la derecha y el acomodo del centro y parte de la izquierda a ese orden de cosas (otros mantuvimos posiciones en contrario desde dentro y desde fuera sin impacto suficiente), terminó en la gran rebelión social de octubre-diciembre de 2019. El partido del orden tuvo que ceder y dar por finiquitad­a la Constituci­ón de 1980 -previo plebiscito- en los acuerdos del 15 de noviembre de 2019. Pero con una condición: aumentar su poder de veto. Toda decisión se subió a 2/3, lo que ni siquiera contempla la Constituci­ón vigente. Hubo quienes nos opusimos a esos acuerdos, pues entrañaban el riesgo de paralizar la dinámica constituye­nte y agravar la crisis institucio­nal. Pero apoyamos su curso posterior, en el que la fuerza del proceso social sobrepasó ese riesgo al situar a la derecha en menos del tercio de bloqueo.

Ahora toca construir una alternativ­a de gobierno coherente que acompañe el cambio constituci­onal. Eso solo puede hacerlo con consistenc­ia una izquierda plural reunificad­a, abierta a pactos a partir de una nueva gravitació­n transforma­dora y consideran­do decisivame­nte a las mujeres, al mundo del trabajo y a todos los sectores y territorio­s que han sido discrimina­dos y abusados. Se debe, a la vez, asumir con decisión los desafíos de la sostenibil­idad en un nuevo modelo de desarrollo. Se requiere un programa sólido y un liderazgo no improvisad­o para una tarea tan vasta, con capacidad de gestión y una voluntad política que no ceda ante la primera dificultad.

Por eso soy de los que apoyan a Daniel Jadue para, desde la pluralidad democrátic­a, inaugurar una nueva etapa de progreso igualitari­o y sostenible en el país.

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