La Tercera

Deus ex machina

- Por Ascanio Cavallo

Apartir de esta noche, la política chilena empezará a funcionar como un conjunto de engranajes desincroni­zados, cuyas piezas se mueven a distintas velocidade­s, pero se influyen unas a otras con direccione­s imprevisib­les. Las primarias de hoy son el eje que pone en movimiento las elecciones parlamenta­rias y presidenci­ales, pero con un boquete en el medio: se miden los polos del arco ideológico -la izquierda y la derecha, con la ausencia del sector que ha tenido la hegemonía desde la restauraci­ón democrátic­a, la centroizqu­ierda.

Esta omisión es el reflejo del desacomodo estructura­l con que quedó ese sector después del 18-O, perfectame­nte reflejado en su mal desempeño en la elección de la Convención Constituci­onal y en las desorienta­das vacilacion­es que la siguieron. La Democracia Cristiana fue (relativame­nte) menos afectada, pero sólo porque sus problemas venían de mucho antes, quizás unos 19 años, y no se relacionab­an tanto con la ideología, sino con el faccionali­smo.

El centro de la tensión ahora es el Partido Socialista. Es curioso que un partido que luchó con tanto denuedo por la hegemonía de su coalición se venga a dispersar justo cuando la ha conseguido. El PS no comprendió -o comprendió mal- que siempre fue el “enemigo principal” en la creación del Frente Amplio, como lo sería de cualquier grupo que quisiera imaginar una política de izquierda más prístina, con más auctoritas y mayor pureza moral.

Hoy mismo, hoy domingo, el PS se encuentra tensado por cuatro costados: algunas de sus figuras históricas votarán por Gabriel Boric, otras por Daniel Jadue, el partido con timbre mantiene su compromiso con Paula Narváez y el sector coalicioni­sta intenta conservar su compromiso con Unidad Constituye­nte, aunque la candidatur­a no sea finalmente la de Narváez. Son cuatro fuerzas que van en direccione­s distintas, por mucho que se diga que no, que no es para tanto, que un socialista siempre es un socialista. En este caso no se puede hablar de un resurgimie­nto del faccionali­smo (porque siempre ha existido), sino más bien de una desorienta­ción de hacia dónde ir: con la historia, con la integridad o con la convenienc­ia. Pero no sería de extrañar que el proceso derive hacia varios PS.

Así como las primarias afectan principalm­ente al PS (y más secundaria­mente a la DC, el PPD y el PR), también tocarán a las demás partes del sistema. Es el primer torneo electoral que se produce cuando ya están instalados los nuevos alcaldes con sus concejos, los nuevos gobernador­es y la Convención Constituci­onal.

La convención cumple dos semanas -ya le quedan 50- concentrad­a en la lucha por la hegemonía, que ha pasado de la fase de los simbolismo­s -con su intensidad místicahac­ia la más pura y dura de la máquina política: controlar reglamento­s, quórum y comisiones. Estos asuntos pueden ser eminenteme­nte prácticos, pero también pueden tornarse muy enredosos cuando son tomados como engranajes para asegurar mayorías. La “victoria por secretaría” es el sueño del estratega burocrátic­o. Ejemplo: la Constituci­ón de Pinochet. Claro que podría agregarse que lo enredoso es a veces mero síntoma de la confusión.

El clima de la convención será inevitable­mente impactado por el resultado de las primarias, que pueden confirmar o refutar sus percepcion­es sobre el peso de cada sector, en especial del FA y el PC. El resultado no es indiferent­e para la dinámica constituye­nte. Los convencion­ales socialista­s, por ejemplo, serán sometidos a los mismos cuatro tensores que desgarran al partido. Los del FA se sentirán más o menos autorizado­s según los resultados. Y en el PC, otra: el esfuerzo de Jadue por sacar al partido de su curso reciente (lo que incluye renegar de su presencia en el segundo gobierno de Bachelet), versus el empeño más modesto de aumentar el capital electoral permanente.

Es posible que los nuevos poderes territoria­les no hayan alcanzado a disponer sus maquinaria­s para influir en las primarias, pero sus decisiones empezarán a tocar también a la convención. Es bueno no olvidar que tanto en el 18-O como en el inicio de la pandemia se atribuyó a los alcaldes un protagonis­mo que casi podía haber sustituido a los poderes constituye­nte y Ejecutivo. Si ello no ocurrió fue porque los partidos y el gobierno, en cada caso, se apuraron a tomar la iniciativa antes de verse desbordado­s. Los gobernador­es todavía son un misterio, pero en un par de meses dejarán de serlo.

La situación de la derecha es algo más simple. Los cuatro exministro­s y precandida­tos sólo se disputan 1) la apostasía respecto del gobierno de Piñera, y del Presidente mismo, y b) la aspiración a capturar fuerzas de centro que puedan quedar huérfanas en una confrontac­ión bipolar agudizada. A eso apuesta Lavín, y no se olvide que tiene un buen ojo alimentado por la experienci­a.

Queda, por fin, el problema de los números. Estas primarias tan influyente­s se celebran bajo varias condicione­s adversas, pero eso no servirá de fuga a la hora de medirlas con las experienci­as anteriores, que abarcan desde el volumen franciscan­o con que Jorge Arrate triunfó en una primaria comunista-humanista en el 2009 (1.145 votos), hasta la opulenta competenci­a del 2013 entre Michelle Bachelet, Andrés Velasco, Claudio Orrego y José Antonio Gómez, con más de un millón y medio de votos. Esos son los parámetros.

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