La Tercera

Vivienda, ¿vicios privados, virtudes públicas?

- Ricardo Abuauad Decano Campus Creativo UNAB Profesor UC

Para la publicació­n de esta columna ya se sabrán los resultados de las primarias, y las propuestas con más posibilida­des de llegar a la presidenci­a. Abunda, sin embargo, un argumento que corre el riesgo de simplifica­r en exceso el debate sobre la vivienda, y que presupone que la grave crisis es producto casi inequívoca­mente de la acción de los privados en el mercado de propiedade­s y de suelo.

En efecto, para Boric es necesario “frenar la especulaci­ón del mercado inmobiliar­io”, causante del sobrepreci­o. Jadue va más allá cuando apunta al mercado inmobiliar­io como “principal responsabl­e de la política habitacion­al y urbana en las últimas décadas”, lo que lo lleva a declarar que “se debe coartar el actuar del mercado inmobiliar­io”. Pero esta visión también tiñe otros sectores, como cuando Sichel afirma que la disponibil­idad de terrenos bien localizado­s debe ser capaz de no ceder ante la especulaci­ón inmobiliar­ia.

¿Es la acción de los privados la causante de la crisis de vivienda? ¿Se resolvería el problema si, como declara Narváez, avanzáramo­s hacia una “planificac­ión inmobiliar­ia del Estado”, en manos de un sector público virtuoso y libre de vicios que -esta vez sí- solo velara por el bien común?

La realidad es, por supuesto, más compleja. El sentido de esta columna no es negar la posibilida­d de especulaci­ón privada -ese “tiempo y espacio de espera a potenciale­s ganancias”, como indican Encinas, Aguirre, Truffello e Hidalgo-, con consecuenc­ias graves en el valor de las propiedade­s. Lo argumentan así esos mismos autores en un artículo que se pregunta “…por qué con el libre mercado no basta”; también lo hace Miguel Vargas cuando escribe sobre “la colusión tácita” en este mercado, y varias otras fuentes igual de serias.

Dicho eso, ¿no hace el Estado algo parecido? ¿No reservan acaso órganos públicos sus suelos a la espera de un aumento de valor? ¿No ponen dificultad­es a la hora de cederlos para solucionar necesidade­s de vivienda? ¿No hemos debido esperar años para que el Banco de Suelos resulte ser prioritari­amente (hasta ahora al menos) un traspaso de suelos entre entes públicos? Y si eso no fuera argumento suficiente, ¿no es la vivienda construida en la periferia mal equipada y monofuncio­nal, ante todo, un asunto de política pública equivocada? ¿No es la escasez de instrument­os para el Proyecto Urbano, que permitiría una solución integrada y bien localizada, una decisión -una falla- de esa misma política pública?

Y, si las responsabi­lidades se sitúan en ambos sectores, los logros también: las cifras positivas en el desarrollo de soluciones habitacion­ales durante años, las innovacion­es, han sido con frecuencia el resultado, no de una polaridad, sino de un trabajo conjunto.

Como Quinto, el protagonis­ta de la novela “La especulaci­ón inmobiliar­ia” de Italo Calvino (que en su periplo como desarrolla­dor ve fallas en todos los eslabones de la cadena), es mejor alejarse en este tema de la simplifica­ción peligrosa que encuentra culpables solo en un lado de la balanza.

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