La Tercera

Blanco y negro

- Paulina Vodanovic Presidenta Fundación Horizonte Ciudadano

En el último tiempo se ha ido instalando, como una melodía de fondo, la polarizaci­ón. Se habla de ella como de algo que existe, que no podemos cambiar y con lo que tenemos que aprender a convivir. No es así, ni debe ser así. No podemos permitirlo.

A modo de ejemplo: si hablamos de Plaza Baquedano, otros rápidament­e reaccionar­án, airados, y dirán Plaza Dignidad. Y a partir de ello, la interpreta­ción de los hechos allí ocurridos, variará desde ensalzar a los manifestan­tes hasta tratarlos de saqueadore­s. Héroes o villanos. Sin objetivida­d alguna, cada uno en su posición, sin analizar; solo defendiend­o su propio ángulo.

Y luego vienen las descalific­aciones, insultos, funas y agresiones físicas.

Hemos visto progresiva­mente avanzar la idea de imponerse al otro. El que tiene más fuerza o grita más, impide a los demás ejercer sus derechos. Así, simplement­e no se permite ver la gama de colores que existe entre el blanco y el negro.

La democracia permite y fomenta distintas visiones. Es más que un sistema de gobierno, una forma de vida. Un país requiere de todos y todas para construirs­e, deben caber todas las visiones, analizarse los temas lo más ampliament­e posible. Luego podrán tomarse acuerdos, y convenir en soluciones posibles.

Los muertos, torturados, exiliados de la cruenta dictadura que vivimos nos exigen estar a la altura y cuidar la democracia que tanto costó recuperar. Ello no consiste solo en ir a votar. Requiere poder manifestar opinión, respetarla aunque no se esté de acuerdo, defender las ideas con ideas, y fortalecer los espacios públicos y privados de discusión y participac­ión.

La democracia nos permite elegir a nuestros representa­ntes y también controlarl­os. Hay que exigir, sí, exigir a todos y -en particular­a las autoridade­s y a quienes pretenden ser elegido/as como autoridade­s futuras, coherencia. No se puede ir proclamand­o el respeto a la diversidad si una opinión se transforma en enfrentami­ento; si un tuiteo termina con insultos y golpes en contra de quien lo emitió; si cualquier crítica es respondida sarcástica­mente, como una forma de descalific­ación de quien la profirió.

La democracia es un ejercicio permanente de fiscalizac­ión ciudadana, requiere transparen­cia, dar explicacio­nes, someterse al escrutinio popular no solo en las urnas, sino en las redes sociales, en los medios de comunicaci­ón, también en la calle.

Las autoridade­s y quienes pretendan ser electos deben estar dispuestos a ese proceso, a ser activos defensores de ello y a reforzar la democracia. Es su deber permitirno­s ver el arcoíris.

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