La Tercera

Pitazo inicial

- Claudio Alvarado Director ejecutivo Instituto de Estudios de la Sociedad

Aunque solo se trató de un apronte inicial, el primer debate presidenci­al permite calibrar el estado de las principale­s candidatur­as y advertir tendencias relevantes en los distintos sectores.

Un primer hecho a destacar —y para mal— es la unidad de las izquierdas en torno al cuarto retiro del 10%. Ni sus efectos sobre las pensiones ni el drama latente de la inflación lograron alterar la unanimidad opositora. “Escuchar a los territorio­s” fue la excusa que encontró Gabriel Boric para renunciar a su convicción original, privilegia­ndo la convivenci­a de su pacto en desmedro de los más vulnerable­s. Matices más, matices menos, el debate ratificó que Boric, Artes y Provoste buscan conseguir la alquimia de superar el neoliberal­ismo mediante la radicaliza­ción del “sálvate solo”.

En este contexto, una mención especial merece la expresiden­ta del Senado. A diferencia de lo que ella señaló, las mujeres son el grupo más perjudicad­o por los retiros: pueden sacar menos dinero, quedan con menos fondos en sus cuentas y sus pensiones disminuyen más. Así, la justificac­ión del cuarto 10% de Provoste no solo ignora cualquier atisbo de seriedad técnica, sino que pone un manto de duda sobre su constante alusión a la causa feminista. Como dijera alguna vez Eduardo Frei Montalva, hechos y no palabras.

En rigor, el foro televisivo confirmó la decadencia de la ex Concertaci­ón. Si este sector antes se diferencia­ba de las otras izquierdas, ahora Provoste transitó entre las evasivas y la mímesis con el candidato del Frente Amplio. Su propuesta de plebiscito­s en materia previsiona­l ilustra a la perfección lo primero y su rendición al aborto libre, pese a venir de la DC, es un ejemplo patente de lo segundo. Todo esto, además, aderezado por una serie de episodios extravagan­tes. Desde el lapsus (¿espontáneo?) sobre el apellido de Sebastián Sichel hasta la referencia a Wikipedia como fuente, lo menos que puede decirse es que los días de gloria de la centroizqu­ierda parecen muy lejanos.

En la vereda del frente, cabe señalar que José Antonio Kast se vio bastante cómodo. Es verdad que su papel supone menos complejida­d que el de Sichel: mientras éste apunta a un público mucho más amplio, JAK reivindicó desde el “Sí” hasta el “Rechazo” con la parsimonia de quien le habla a un nicho acotado. Con todo, conviene reconocer que —más allá de las preferenci­as de cada cual— JAK mostró cierto aplomo y logró transmitir sus mensajes con claridad.

Consideran­do, además, su posicionam­iento en las encuestas, el comando de Sichel y la centrodere­cha en general deberían tomarse en serio este fenómeno. Esto no significa “derechizar­se”, pero sí abrirse a nuevos énfasis y estrategia­s. Al recordar los comicios de 1999, Carlos Ominami afirma que, de no haber atendido a su flanco izquierdo, Ricardo Lagos habría perdido la elección presidenci­al. La historia no se repite, pero rima, y no siempre como comedia.

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