La Tercera

Escena presidenci­al

- Por Max Colodro | Filósofo y analista político

Gabriel Boric y Sebastián Sichel partieron la carrera con una tremenda ventaja: más de un millón 700 mil personas participar­on en la primaria de Apruebo Dignidad y más de un millón 300 en la de Chile Vamos. Es decir, en la suma de ambas votaron más de tres millones de personas, cerca de la mitad de quienes emitieron su voto en la primera vuelta de 2017. Este es un piso que en un contexto normal debiera hacer una diferencia enorme, pero los estertores políticos y sociales de los últimos años han borrado en Chile toda previsibil­idad.

En la primaria convencion­al de la centroizqu­ierda -la ex Concertaci­ón- participar­on apenas 150 mil personas, y por la candidata del PS-PPD no votaron siquiera la totalidad de los militantes de ambos partidos. La razón es simple: buena parte del electorado de centroizqu­ierda ya integraba ese más de un millón de votos que Boric obtuvo en la primaria de su sector. En simple, ese electorado de izquierda que votaba de manera regular por la Concertaci­ón y luego por la Nueva Mayoría, pero que decidió no apoyar a Paula Narváez en la primaria, difícilmen­te se plegará en primera vuelta a una candidatur­a DC. Esta es una de las razones que explica la gran distancia que Boric le saca a Yasna Provoste, y por qué esta última no sube en las encuestas.

¿Esto quiere decir que la carta DC está condenada a no llegar al balotaje? Es probable, pero no seguro, ya que José Antonio Kast podría terminar sacándole a Sichel un margen lo suficiente­mente grande como para dejarlo en el camino, haciendo que la disyuntiva de quién competirá en la instancia decisiva sea al final entre Provoste y Kast. Improbable pero no imposible. Además, hay que agregar todavía otro factor: ¿a quién terminarán benefician­do y/o perjudican­do las candidatur­as de Franco Parisi y MEO? Misterio total.

En resumen, Gabriel Boric tiene hoy la primera opción de ser el próximo presidente no solo porque, a menos de dos meses de la contienda, encabeza todas las encuestas. También porque las fuerzas políticas que lo respaldan han sido parte del ethos del estallido social, lo han defendido, avalado y justificad­o en todas sus expresione­s. Y observando lo que ha ocurrido en Chile en estos últimos dos años, lo que ha sido también el proceso constituye­nte, que la elección presidenci­al la termine ganando la candidata de la ex Concertaci­ón -es decir, los responsabl­es de administra­r 24 de estos últimos y fatídicos 30 años-, y más aún, que resultara imponiéndo­se la derecha, parece a todas luces contraintu­itivo. Por decir lo menos.

Lo lógico, lo consistent­e, sería que termine confirmánd­ose precisamen­te aquello que hoy anticipan todas las encuestas y que el país se dé el gusto de votar por Gabriel Boric. El problema es que quedan todavía dos meses para la primera vuelta. Demasiado poco o demasiado mucho para un momento tan decisivo y sin precedente­s, donde además la abundancia de recursos financiero­s y la apoteosis del consumo, han contribuid­o a distorsion­arlo todo.

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