La Tercera

Kínder obligatori­o

- Sylvia Eyzaguirre INVESTIGAD­ORA CEP

La educación es el arma más poderosa que se puede usar para cambiar el mundo”, decía Nelson Mandela. La evidencia científica nos muestra que esta arma es mucho más poderosa aún, si se usa desde la primera infancia, a partir de los dos o tres años de edad. Existe evidencia científica sobre los beneficios que reporta a cualquier niño asistir a la educación parvularia y estos beneficios son mayores en niños de familias de bajo capital cultural. Así, la educación parvularia constituye un instrument­o clave para avanzar en mayor justicia social.

Teniendo en cuenta nuestra realidad nacional, a saber, la desigualda­d de oportunida­des en función del ingreso de las familias y la baja cobertura de la educación parvularia en comparació­n con los países desarrolla­dos, resulta francament­e incomprens­ible el rechazo del Kínder obligatori­o.

Los argumentos esgrimidos para rechazar esta política eran pobres y tramposos. Por una parte, se argumentó que este proyecto no era necesario dado que la Constituci­ón ya establece la obligatori­edad del kínder y este nivel goza de alta cobertura, que bordearía el 96%. Un pobre argumento que no se hace cargo de la señal política a las familias sobre la importanci­a de la educación parvularia en su conjunto y no protege el interés superior del niño al dejar al arbitrio de los padres la asistencia a kínder, toda vez que el mandato constituci­onal sin una ley que lo materialic­e es letra muerta. Si la alta cobertura del kínder fuera un buen argumento para no avanzar en su obligatori­edad, entonces podríamos discutir dejar de hacer obligatori­a la enseñanza básica, dado que ella goza de cobertura universal. Por otra parte, se argumentó que la obligatori­edad del kínder podría llevarnos a una escolariza­ción temprana, afectaría negativame­nte las oportunida­des educativas de los niños sin acceso a kínder por falta de oferta y beneficiar­ía a los establecim­ientos escolares con lucro. Tres argumentos tramposos por no decir, de frentón, mentirosos. ¿Cómo puede la obligatori­edad del kínder escolariza­r la educación temprana, si ya el 96% de la matrícula asiste a kínder? Pareciera ser que nuestros parlamenta­rios ignoran además el Sistema de Aseguramie­nto de la Calidad de la Educación, que contempla instrument­os (Marco de la Buena Enseñanza y las Bases Curricular­es de la Educación Parvularia) e institucio­nes, como la Subsecreta­ría de Educación Parvularia y la Agencia de la Calidad, que tienen por función velar para que ello no ocurra. Asimismo, es mentira que el proyecto de ley perjudicar­á el acceso de los niños a primero básico, toda vez que el proyecto establece de forma explícita que ningún niño será impedido de ingresar a primero básico por no haber cursado kínder. Por el contrario, el proyecto se preocupa de la trayectori­a educativa de los niños obligando a realizar una evaluación diagnóstic­a a los niños que no hayan cursado kínder y su correspond­iente nivelación de ser necesaria. Finalmente, es completame­nte falso que este proyecto beneficiar­á a los establecim­ientos con fines de lucro o que avanzará en privatizar la educación, dado que se eliminó el lucro en el sector financiado por el Estado y porque el 4% de los niños que todavía no asiste a kínder será probableme­nte subsumido por la capacidad ociosa del sector municipal o estatal.

Por el contrario, este proyecto de ley contemplab­a 4 mil millones de pesos para invertir en infraestru­ctura, con especial foco en la educación estatal y así cumplir la meta del 100% de cobertura en este nivel educativo. Junto con ello, daba una señal clara a las familias de la importanci­a de la educación temprana con probable efecto en el aumento de cobertura en pre-kínder y en los niveles medios; además de preocupars­e por la nivelación de los niños que no asistieron al kínder y con ello de sus trayectori­as educativas. La mala política se impone una vez más y los que pagan los costos son esos niños que hoy no van al kínder.

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