La Tercera

Responsabi­lidad presidenci­al y Convención

- Por Paula Escobar Chavarría

Por austeridad, por escasa holgura fiscal, por la pandemia. Por esas razones, la Dirección de Presupuest­os -dependient­e del Ministerio de Hacienda- rechazó esta semana el aumento de asignacion­es a la Convención Constituci­onal para viáticos y gastos operaciona­les por 1.743 millones de pesos, y que fue decidida por esta para hacer frente a gastos de viáticos y asesorías expertas (y no es un aumento de sus sueldos, como aseguran quienes reproducen fake news al respecto).

Se desató una polémica seria, como era de esperarse, en días en que la Convención enfrenta embates desde todos los flancos: lo único que le faltaba era tener que pelear para “llegar a fin de mes”. Justamente eso dijo el vicepresid­ente Jaime Bassa: las platas les alcanzaría­n hasta fin de septiembre (aunque el ministro Ossa asegura que no es así). “Es hora de que el Presidente cumpla con dar el apoyo financiero y administra­tivo a la Convención”, dijo Bassa. “En el fondo, tiene que ver con la responsabi­lidad del Presidente respecto del apoyo a la Convención”, aseguró la Presidenta Elisa Loncón.

La situación es grave -y se está en busca de soluciones mientras escribo estas líneas-, porque el argumento de la Dipres se podría utilizar para todo gasto, desde la Parada Militar hasta las giras presidenci­ales. ¿Por qué allí no hay una advertenci­a similar? Los principios de austeridad, escasa holgura fiscal y la pandemia no son válidos sólo para analizar el gasto de ese órgano constituye­nte, sino de todo gasto fiscal, siguiendo esa lógica. Y por eso mismo, no es antojadizo pensar que esto pareciera ser una manera de entorpecer o complicar el trabajo de la Convención, mandatado por ley a proveer soluciones y no problemas para su funcionami­ento. Y porque justamente esto se ve, además, como un extraño revival de lo sucedido en julio, en aquel día de instalació­n de la Convención, en que -Gloria Valladares mediante- se lograron superar las tensiones y comenzar el trabajo, sólo para darse cuenta al día siguiente que no había ni lo más mínimo para que la Convención pudiera funcionar desde un punto de vista operativo. Recordemos: ni papel confort había...

Ese déficit del gobierno para proveer de lo básico a la Convención tuvo varias lecturas. Para algunos, derechamen­te un boicot... Otros se inclinaron por la tesis de la negligenci­a: el funcionari­o a cargo salió, para que el daño no escalara al ministro Ossa. Que convencion­ales sesionaran en la Universida­d de Chile acaso gatilló la reacción gubernamen­tal: los torpedeos los hacen quedar mal a ellos. Es su responsabi­lidad y deber dar el apoyo administra­tivo y financiero a la Convención, no es un “favor” ni una sugerencia. Y un camino nuevo, inédito además, obviamente requiere ser revisado (así como evidenteme­nte cada peso debe ser bien gastado y fiscalizad­o).

El gobierno, los ministros que han intervenid­o en esta polémica, deben entender la magnitud de la responsabi­lidad y su rol histórico en este proceso. El Presidente los habría mandatado a encontrar una solución: los siguientes días se verá. Mientras, no hay que cansarse de repetir que la Convención existe porque Chile llegó a un nivel de crisis institucio­nal que derivó en estallido social, y que esta es la única salida para resolver pacíficame­nte ese grave conflicto. Como ha dicho la convencion­al Patricia Politzer: situacione­s como esa les pasan a sociedades enfermas. Chile está enfermo y requiere un nuevo acuerdo, que es lo que la Convención debe proveer. El fracaso de la Convención es un fracaso no para las y los 155, sino para todas y todos los chilenos.

Es cierto que la propia Convención provee de material para ser criticada, y no sólo por el muy dañino caso Rojas Vade (que esta semana al menos parece haberse resuelto en los hechos con su decisión de no volver a participar ni cobrar su sueldo). También por la estridenci­a de forma y fondo de algunos convencion­ales que no dimensiona­n su rol, o de coberturas mediales que destacan justamente sólo el ruido o confunden señales con decisiones. Pero las maniobras burocrátic­as o administra­tivas, como en la instalació­n o el introducir incertezas sobre su funcionami­ento presupuest­ario 2022 e incluso para este mismo año, son actos de una irresponsa­bilidad difícil de exagerar. El Presidente Piñera, tal como se lo recordó Elisa Loncón, debe ser consistent­e con sus discursos internacio­nales sobre la importanci­a de la Convención como salida democrátic­a a una gravísima crisis institucio­nal, de su profundo sentido histórico, y eliminar estos obstáculos; los de hoy, y evitar que surjan nuevos campos de batalla gobierno-Convención, pues sólo parecen maniobras, más bien políticas, de usar el poder como valla y no como elemento facilitado­r.

En el trabajo de la Convención se nos va el futuro para las próximas décadas. Y no hay plan B.

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