La Tercera

Cómo desplumar un ganso

- Por Daniel Matamala

Jean-Baptiste Colbert, el poderoso ministro del Rey Sol Luis XIV, tenía una definición para lo que llamaba “el arte de recaudar impuestos”. Este consiste, decía Colbert, “en desplumar al ganso de forma que se obtenga la mayor cantidad de plumas con el menor número de graznidos”. De lo cual se desprende que es mejor dejar en paz a los gansos que chillen demasiado, y concentrar­se en desplumar a los más callados. Hoy en Chile sucede algo similar. Se recauda el 41,6% de los impuestos mediante el IVA que grava a los ciudadanos silencioso­s, el doble del promedio de la OCDE (20,2%).

Esta semana, el gobierno presentó la ley corta de pensiones, que chutea para un futuro indefinido una reforma a las AFP, y mejora las jubilacion­es aumentando el aporte del Fisco. Para financiarl­a, se anunció un proyecto contra las exenciones de impuestos, esos privilegio­s que algunos gansos especialme­nte chillones han logrado para pagar menos impuestos que el resto de los mortales.

Durante su gestión como ministro de Hacienda, Ignacio Briones pidió un informe a la OCDE y al FMI al respecto. Luego, una comisión transversa­l de expertos preparó un completo documento sobre los privilegio­s que se deben eliminar. Pero cuando se entregó el informe, Briones ya no estaba. Su sucesor en Hacienda, Rodrigo Cerda, anunció que había “otras prioridade­s” y guardó la carpeta al fondo de un cajón.

Nueve meses después, el informe se desempolvó, pero con importante­s amputacion­es. Los expertos habían recomendad­o por unanimidad eliminar el régimen de renta presunta, que permite a transporti­stas, agricultor­es y mineras pagar menos impuestos que los que les correspond­en por sus ganancias, y eliminar también la devolución del impuesto al diésel para camioneros e industrias, que les permite contaminar gratis.

En el proyecto del gobierno, esos puntos desapareci­eron como por arte de magia. Todos sabemos por qué. Ambas medidas, de evidente justicia, afectan privilegio­s del ganso más alharaco de todos: los dueños de camiones, dispuestos a chantajear con bloqueos de carreteras cada vez que se intenta aplicarles las mismas normas que debemos cumplir los demás chilenos. Y ningún gobierno ha tenido los pantalones para enfrentar ese matonaje.

El proyecto sí incluye medidas como gravar con IVA ciertos servicios hasta hoy exentos, y un impuesto de 5% a las ganancias de capital.

Este último privilegio es una muestra perfecta de cómo funciona la “justicia tributaria” en Chile. El 7 de marzo de 2000, cuatro días antes de asumir la presidenci­a, Ricardo Lagos compareció ante la crema y nata del gran empresaria­do en el CEP, en una especie de examen final para el primer presidente socialista desde Allende. Allí, como recuerda Sergio Jara en su libro “Piñera y los Leones de Sanhattan”, el corredor de bolsa Leonidas Vial le pidió que eliminara los impuestos a su actividad: la compravent­a de acciones. “Usted ha puesto el tema en la agenda”, le contestó Lagos. Luego vino una serie de tensiones entre el gobierno y el empresaria­do (“Presidente, por favor déjenos trabajar tranquilos”, le dijo el líder de la CPC), hasta que ambas partes firmaron la paz. El precio fue que Lagos aceptara una serie de medidas propuestas por el gran empresaria­do, partiendo por la eliminació­n del impuesto.

¿Se imagina que usted pudiera pedirle al presidente y, tras presionarl­o, negociar con él que le eliminaran cierto impuesto que le resulte particular­mente molesto, como el IVA a los remedios o al pan? ¿No? Entonces usted, estimado lector, es sólo un ganso silencioso y desplumado.

Con este anuncio de un tímido 5% de impuesto a ciertas transaccio­nes, ¿habrá justicia tributaria? Para nada. Si un profesiona­l gana dinero trabajando, está afecto a pagar hasta un 40% de impuesto por el tramo más alto. Pero si gana esa plata especuland­o en la bolsa, apenas tributaría un 5% (hoy no paga nada). Por supuesto, los beneficiad­os son una minúscula minoría de operadores bursátiles con enorme volumen de graznido.

El proyecto del gobierno sí toca un privilegio: reduce gradualmen­te la exención del IVA a las empresas constructo­ras. Los expertos recomienda­n eliminarlo y, si se quiere beneficiar a los compradore­s, subsidiarl­os directamen­te a ellos, y no a los dueños de las grandes empresas. La Cámara Chilena de la Construcci­ón, uno de los grupos económicos con el lobby más poderoso de Chile, dice que “no es un beneficio para las constructo­ras”, sino “para el acceso a la vivienda de los sectores emergentes y medios”.

El argumento de las constructo­ras quedó desmentido en la ceremonia de presentaci­ón del proyecto en La Moneda. Cuando el ministro de Hacienda Rodrigo Cerda se disponía a hablar, se acercó a él el senador RN Rodrigo Galilea. “No me pueden cagar delante mío con el IVA a la construcci­ón. Ustedes son unos chacales. Y yo tengo que sonreír más encima”, le dijo Galilea a Cerda, quien trataba de tapar el micrófono. Demasiado tarde. El exabrupto quedó registrado por las cámaras.

¿Por qué su molestia? Porque el senador es uno de los empresario­s de la construcci­ón más poderosos de Chile. Es uno de los dueños y expresiden­te de la constructo­ra Galilea, además de mantener al menos 19 sociedades en el rubro en Chile y el extranjero, y ser expresiden­te regional y exconsejer­o nacional de la CChC. Como parlamenta­rio, ha protagoniz­ado varias polémicas por conflictos de interés.

“Los estaba molestando, era simplement­e una broma”, explicó Galilea luego de tratar a las autoridade­s de “chacales”. Es que el lobby del poder suele ser tan efectivo como invisible para los ciudadanos. Y en las contadas ocasiones en que sus graznidos son oídos por todos, sólo confirman lo que Colbert ya sabía hace cinco siglos: que los impuestos que cada uno paga tienen que ver con el poder que ostenta, más que con la justicia de esos tributos.

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