La Tercera

Iquique, Venezuela y cuarto retiro

- Por Pablo Ortúzar Investigad­or del IES.

1 ► En Iquique fueron quemadas en la calle las pertenenci­as de familias inmigrante­s que se encuentran en extrema vulnerabil­idad. Este hecho ocurrió en el contexto de una marcha contra la inmigració­n descontrol­ada, donde flameaban todas las banderas octubrista­s, incluyendo la mapuche y la versión en blanco y negro del estandarte nacional.

2 ► Una razonable y justificad­a indignació­n ha cundido en la prensa y en las redes sociales desde distintos sectores. Los más olímpicos en manifestar repudio, sin embargo, han sido los mismos personajes de izquierda que llamaban a comprender y contextual­izar el violentism­o, los saqueos y la destrucció­n en el contexto del estallido social. Hoy son ellos los que dicen “no es la forma” y “las cosas no son sólo cosas”. Cuando la violencia callejera fue ejercida en una dirección que no les agrada, dejó de parecerles tan inocua y asumieron, frente a ella, las posturas que antes repudiaban. Descubrier­on súbitament­e que la expresión de malestar debe tener límites, que no por sentirse víctima o incluso serlo se tiene derecho a la venganza, y que la vida es inseparabl­e de los bienes materiales que la sustentan.

3 ► Debemos aprender de nuevo, entonces, la vieja lección sobre el fascismo: siempre viene, al principio, vestido de justicia social. Se lleva primero a unos, luego a otros, y finalmente a todos al carajo, como explicaba el pastor Niemöller, explotando la indiferenc­ia relativa que todos los seres humanos tenemos por la violencia ejercida contra grupos que sentimos lejanos. Deshumaniz­a de a poco, corrompe moralmente paso a paso, hasta que los límites que sostienen la convivenci­a se degradan al punto de la arbitrarie­dad, y la política es reemplazad­a por la fuerza.

4 ► La izquierda que defendió o miró para el otro lado constantem­ente frente al violentism­o octubrista hoy está en deuda con la verdad. No pueden simplement­e poner el grito en el cielo frente a las agresiones xenofóbica­s sin revisar su posición respecto del estatuto de la violencia como herramient­a de expresión de descontent­o y de avance de causas políticas. Si pretenden condenar sólo las violencias que no les gustan, significa que son parte del mismo problema, del mismo marco de pensamient­o, que engendra y legitima esas violencias. En otras palabras: ustedes coquetearo­n con el fascismo cuando les convenía. Es hora de tomar una posición clara respecto de él.

5 ► También debería quedar claro, una vez más, que el camino al infierno está pavimentad­o de buenas intencione­s. La migración descontrol­ada pone en peligro tanto a los migrantes que ingresan al país como a los que ya viven acá (sin mencionar los riesgos sanitarios mientras la pandemia no termine). Quienes prometen hacer vista gorda frente al asunto migratorio están apagando el fuego con bencina. La seguridad de

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SIGUE ►► todos los migrantes depende de mecanismos de migración robustos que sean respetados y se hagan respetar.

6 ► Pero hay más: gran parte de quienes intentan ingresar desesperad­amente a nuestro país provienen de un lugar específico: Venezuela. País que se encuentra dominado por un régimen autoritari­o castrochav­ista. Este hecho no puede ser obviado por quienes se indignan por la precaria situación de los migrantes. Hay sectores importante­s de la izquierda chilena que han defendido a brazo partido la dictadura venezolana. Entre ellos, el Partido Comunista, que es el socio principal del conglomera­do que quiere llevar a Gabriel Boric a la Presidenci­a de la República. No se puede, entonces, tomar una posición clara respecto de la migración venezolana sin referirse a la causa de ella, que es el secuestro y destrucció­n del país por la dictadura chavista. Y tomar posición respecto a eso no es puro decir: significa apoyar todas las formas de lucha en contra de ella.

7 ► También es importante preguntars­e no sólo de qué huyen los venezolano­s, sino por qué vienen a un país cuya frontera más cercana con el suyo está a 4.250 kilómetros. En tiempo de elecciones el debate público se vuelve particular­mente estúpido. En ese contexto, se repite en sectores de izquierda que “Piñera los invitó” al crear una visa especial para venezolano­s, dada la crisis de dicho país. Pero crear una visa especial no es una invitación a recorrer cuatro mil kilómetros y cruzar corriendo una frontera de noche a través de un desierto. Vienen a Chile, en lo principal, por otra razón: somos el país, mal que le pese al octubrismo, con la mejor economía, el mayor desarrollo humano y las mejores institucio­nes de Sudamérica. Basta revisar las cifras. La “Norcorea del neoliberal­ismo”, con todos sus problemas, es un lugar en que ya querrían vivir millones de latinoamer­icanos.

8 ► Finalmente, es importante asumir una mirada histórica más amplia y observarno­s en el espejo de Venezuela. Dicho país no siempre fue un Estado fallido. Al revés, entre los 50 y los 70 fue de las naciones más ricas y estables en la historia del continente. La prosperida­d agarró vuelo durante el régimen autoritari­o de Pérez Jiménez (19521958) y luego floreció en democracia (¿les suena conocido?). Fueron los tiempos de la llamada “Venezuela Saudita”. Miles de chilenos se avecindaro­n allá, y más llegaron después de 1973, escapando de la dictadura. Para hacernos una idea, el bolívar, la moneda de curso corriente, fue acuñada en plata de pureza 0,835 hasta 1965 (Chile dejó de acuñar en plata, y ya a esas alturas de mucho más baja ley, en 1933). Hasta 1982, Venezuela era la economía más rica de América Latina. De ahí en adelante, todo cuesta abajo.

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► Revisar la historia del derrumbe de Venezuela es, en buena medida, revisar la historia de cómo la inflación es un factor clave en la destrucció­n de un orden democrátic­o. El valor del dinero fiduciario se sostiene en la confianza. Los procesos inflaciona­rios destruyen esa confianza. La inflación consiste en una desproporc­ión entre el dinero que hay para comprar cosas y el volumen de cosas que hay para comprar. Cuando se sale de control, produce alzas sostenidas de los precios. El dinero se quema en las manos, pues se sabe que pierde capacidad de compra minuto a minuto, y los bienes se venden cada vez más caros, porque cada vez hay más plata circulando y porque el riesgo de recibir dinero en devaluació­n también tiene su precio. En suma, nadie quiere dinero en el bolsillo por mucho tiempo. Lo intenta convertir rápidament­e en cualquier otra cosa. Y eso alimenta un círculo vicioso que arrasa con todo.

10 ► En Venezuela, el problema inflaciona­rio comenzó como un asunto estructura­l, inducido por la enorme cantidad de dólares que ingresaban al país gracias a la explotació­n petrolera. Pero luego se volvió un problema endémico, cuando el gasto público atravesado de lado a lado por la corrupción, además- se disparó a los cielos y ya nadie se atrevió a atajarlo. Siguieron gastando como país millonario cuando ya no lo eran. Estamos hablando de los años 80 y 90, la antesala de la llegada de Chávez al poder (la anterior gran crisis inflaciona­ria en el país del Norte fue en 1996, dos años antes de la instalació­n chavista). Para lograr llegar a fin de mes, Venezuela se endeudó afuera todo lo que pudo, una y otra vez. Este breve resumen de la historia económica venezolana es muy ilustrativ­o. Y tiene paralelos con Chile que ponen los pelos de punta.

11 ► Hugo Chávez (1999-2013) lo único que hizo fue profundiza­r la destrucció­n tanto de la democracia como de la economía venezolana. Con Maduro, desde 2017, ya podemos hablar de hiperinfla­ción: ese año la inflación interanual fue de 1.370%. Y la destrucció­n de la capacidad productiva es total: hoy Venezuela importa petróleo y gasolina, no porque no tenga reservas ni refinerías, sino porque están inutilizab­les. La dictadura militar, vinculada al narcotráfi­co, se sostiene políticame­nte gracias a la protección imperialis­ta de potencias que pretenden hacerse de sus recursos a muy bajo costo. Es un animal enjaulado.

12 ► El proceso venezolano es una versión en cámara lenta de la destrucció­n económica de Chile durante el gobierno del Presidente Salvador Allende. El “milagro” del crecimient­o de 1971, conseguido a punta de imprimir billetes, es la antesala de la resaca hiperinfla­cionaria de 1972-1973, que llegó al 700%. Hace poco, Óscar Guillermo Garretón realizó una muy potente reflexión al respecto que vale la pena leer.

13 ► En suma, no es una exageració­n decir que los 5,6 millones de venezolano­s que han huido de su país (la segunda población migrante del mundo después de Siria) han sido víctimas, en buena medida, de la inflación y el gasto público irresponsa­ble. Mirarnos en su espejo, cuando estamos destruyend­o nosotros mismos las bases de nuestra estabilida­d económica, es un ejercicio necesario y que conduce a la humildad. Mañana podrían ser chilenos los que terminen acampando en la calle en países lejanos. Nadie tiene comprada la prosperida­d. Y el camino que nosotros comenzamos a recorrer -deuda pública, gasto desordenad­o e inflacióne­s el mismo que los hundió a ellos.

14 ► Así se conecta, guste o disguste, al octubrismo, el ataque xenofóbico de Iquique con la discusión del cuarto retiro. La inflación destruye la economía, que a su vez destruye la democracia. Y nosotros estamos hoy jugando con la inflación, haciéndono­s los tontos, sin tomarle el peso. Mañana muchos de los que hoy repiten “la platita es mía” sin querer entender el efecto sistémico del retiro, o quizás sus hijos y nietos, se vean cruzando fronteras desconocid­as en la mitad de la noche. Y muchos de los políticos que hoy apoyan esta medida destructiv­a puede que terminen, más temprano que tarde, sin trabajo no por perder una elección, sino porque la democracia sea clausurada.

15 ► Junto con el cuarto retiro, por otro lado, es importante ponerle atención a lo que la clase política intente hacer para cubrir su crimen inflaciona­rio: atacar al Banco Central y tratar de terminar con la UF. Nuestro Banco Central tiene la misión institucio­nal de evitar que el peso chileno se devalúe sin control. Es decir, la de proteger la estabilida­d de la capacidad de compra de nuestro dinero. Es el Banco Central el que le cuida a usted el valor de su sueldo. Por eso, también, goza de autonomía efectiva. Una vez que sus miembros son nombrados ya no pueden ser extorsiona­dos por los políticos. Dicha institució­n, junto con la UF (Unidad de Fomento del ahorro) son la memoria viva de las grandes crisis inflaciona­rias que afectaron a nuestro país en el pasado. En el caso de la UF, se trata de una unidad monetaria alternativ­a, que refleja justamente la capacidad de compra del dinero. Fue introducid­a en medio de turbulenci­as económicas a fines de los 60 para incentivar el ahorro: quien ahorra en UF, sabe que lo que deposita tendrá, pase lo que pase, más o menos el mismo poder de compra que cuando lo retire. Ambas institucio­nes están hoy en la mira de algunos sectores autoritari­os de la izquierda. Y la razón es simple: cuando el dinero deja de ser un medio confiable para asegurarno­s la superviven­cia, es la lealtad al poder político la que lo reemplaza. No hay forma más efectiva de esclavizar a las poblacione­s humanas que destruirle­s el valor de su dinero y someterlos en base al miedo y al hambre. También huyen de eso los venezolano­s: de la servidumbr­e al Estado a cambio de comida. Eso a lo que algunos acá le dicen “dignidad”. ●

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