La Tercera

Indolencia, gobierno y migrantes

- Paula Walker Profesora de la Escuela de Periodismo Usach

Si no hubiera sucedido el ataque despiadado de un grupo de chilenos a personas venezolana­s en Iquique, el 25 de septiembre, el gobierno no habría reaccionad­o frente a la crisis migratoria. Ese día, una turba alentada por discursos políticos irresponsa­bles, atacaron y quemaron las pertenenci­as de familias, incluso con niños y niñas. Asimilándo­se al KuKlux-Klan, ocultos tras sus mascarilla­s y pañoletas, invocando ser patriótico­s, usaron el fuego y el miedo para defender a Chile de una invasión de migrantes que ellos consideran delincuent­es.

Estas escenas de violencia que recorriero­n el mundo, con una pira en llamas donde ardían hasta los pasaportes de migrantes, es justificad­a por un sector (minoritari­o) que alardea de sus actos matonescos. A ellos la justicia deberá sancionarl­os y mostrar con eso que no hay dos clases de seres humanos: ellos y el resto, o ellos y los otros.

En febrero de 2021, el gobierno se desplegó en el norte (con dos ministros: Interior y Defensa) y anunció medidas para enfrentar la ola migratoria por pasos no habilitado­s de la frontera. Solo en Colchane hay 75 pasos no habilitado­s. Han pasado casi ocho meses y la indolencia del gobierno empujó la crisis al abandonar el deber que tiene de enfrentar los problemas. Un gobierno que ha tardado ocho meses en hacer los anuncios mínimos para darle un trato humanitari­o a personas migrantes. En el mundo, a junio de 2019, había 272 millones de migrantes internacio­nales según la Organizaci­ón Internacio­nal para las Migracione­s. Es un problema global.

Los recién elegidos gobernador­es regionales, que tienen pocas atribucion­es y prácticame­nte nada de financiami­ento, han hecho una declaració­n de apoyo a los gobernador­es del Norte Grande, y en especial al de Tarapacá, calificand­o como ineficaz la acción gubernamen­tal. Ni siquiera el eslogan sobre “los niños primero” movilizó algún tipo de acción de protección hacia la infancia y adolescenc­ia que migran con sus familias. Han muerto una decena de personas en los cruces fronterizo­s, y una mafia nacional e internacio­nal los utiliza para ganar unos dólares y traficar con su suerte.

Sabemos que organismos de Naciones Unidas y organizaci­ones de la sociedad civil han intentado evitar el colapso y dar dignidad a quienes deambulan buscando a sus parientes o intentando una oportunida­d para vivir mejor. Sin embargo, el gobierno no tuvo ni tiempo ni recursos para implementa­r estas soluciones, se mantuviero­n comunicand­o que ser migrante ilegal era sinónimo de delincuent­e, en vez de levantar la bandera de la humanidad y la dignidad tanto para quienes entran a Chile como para quienes los reciben.

La indolencia es el peor de lo males, porque acelera las crisis. El gobierno decidió observar y no invocar la colaboraci­ón nacional y entre los países para enfrentar la migración sin perder de vista que se trata de personas que arrancan de la pobreza, el hambre y la falta de esperanza.

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