La Tercera

Elevando la discusión: los debates que marcaron la semana

- Por Juan Paulo Iglesias

Las “sorpresas” de la campaña

Del “plebiscito dirimente” –pese a que contradice la actual Constituci­ón- a los “Pandora Papers” -que instalaron al Presidente Piñera en las portadas de los diarios internacio­nales-, pasando por un cuarto retiro que parecía imposible de aprobar en el Senado y que hoy no lo es tanto, y una campaña electoral donde lo más probable dejó de serlo, terminaron marcando la semana. Como una buena serie de Netflix, los giros argumental­es están a la orden del día. No es posible ni siquiera descartar que elijamos en diciembre a un presidente sin la certeza de que el actual siga hasta marzo. ¿Exageracio­nes? Nada parece exagerado en estos tiempos. Quedan seis semanas para las elecciones y todo puede pasar. Por eso, varios columnista­s han ahondado en la incertidum­bre del momento actual. “El acertijo presidenci­al” escribió, por ejemplo, Asca- nio Cavallo, asegurando que “ser elegido presidente en el 2021 será la cosa más rara de la historia de Chile”. Porque, según él, si bien “un año con 10 elecciones tenía que ser uno de asombro”, “lo más asombroso está por venir y tendrá que ver (…) con esas próximas elecciones (…). O, más precisamen­te, la manera en que esos resultados se cruzan (...) con las decisiones” de la Convención”. La claridad escasea en estos días. Como agrega Héctor Soto, “este año los chilenos sabremos qué autoridade­s estamos eligiendo, pero nada garantiza que quienes resulten electos puedan cumplir sus mandatos por el tiempo y con las atribucion­es legales actualment­e previstas para sus cargos”. Y eso es aún más complejo consideran­do que “el ambiente político está complicado y no porque haya subido el tono de los ataques por pensar así o asá”, sino porque “la propia institucio­nalidad democrátic­a” comenzó a ser atacada, y desde adentro, desde la propia Convención. No por nada, apunta, tipificó “un concepto de negacionis­mo cuya amplitud ya se quisiera cualquier gobierno totalitari­o para sepultar la libertad de expresión”.

Y si a ello agregamos, como apunta Cavallo, que tampoco está claro qué sistema político nos regirá en el futuro, las dudas se multiplica­n. La Convención puede decidir que “el futuro régimen de gobierno será, por ejemplo, semipresid­encial o parlamenta­rio”. Y si es así “personas que fueron elegidas para una función específica -la del Congreso como sede legislativ­a- quedarán habilitada­s para ejercer tareas enterament­e distintas, como las del Poder Ejecutivo”, agrega. Todos los giros argumental­es son posibles. Cambia, todo cambia, parece ser la máxima por estos días. Y en este debate vale volver a mirar hacia el norte, donde esta semana llegó a su fin el gobierno del primer ministro peruano Guido Bellido. Duró poco más de 60 días. ¿La realidad de un régimen unicameral, con presidenci­alismo atenuado y un sistema de partidos desfondado?

Sube y baja electoral

Pero volviendo al guion de la serie política del momento, los giros de esta semana bajaron a algunos y subieron a otros, y volvieron a poner al Presidente de la República en la cuerda floja. Como recuerda una nota de La Tercera, de presentars­e la nueva acusación, Piñera será junto a Carlos Ibáñez del Campo, el único en ser acusado constituci­onalmente dos veces. Un mal récord. Y algunos temen, además, que de aprobarse, caigamos en una espiral de acusacione­s. Política y venganza a veces riman más de lo que algunos quisieran. “Acusar a un Presidente no es un hecho baladí”, escribe Cristián Valenzuela, “es uno de los procesos más graves (…) que puede enfrentar una República”. Por eso, “su justificac­ión debe estar a la altura de las consecuenc­ias”, apunta. Y si bien, como agrega Valenzuela, “el fundamento para esta acusación constituci­onal no es jurídico ni ético, es exclusivam­ente político”, el hecho es que el tema marcará lo que queda de campaña, como el cuarto retiro lo ha hecho hasta ahora. En Estados Unidos hablan de las sorpresas de octubre para hablar de esos hechos que pueden cambiar la dinámica de una elección, y por acá sorpresas no han faltado. Y no solo de Pandora Papers hablamos. La crisis migratoria del norte, por ejemplo, es otra que hasta ahora parece haber capitaliza­do Kast, como apunta Carlos Meléndez, porque “su posición antiinmigr­ante sintoniza con un sector nativista movilizado (y hasta violento como hemos visto en Iquique)”. Y como agrega el propio Meléndez, Kast ha sabido aprovechar, además, la fragmentac­ión del escenario político, sumando puntos en “el casting electoral”. Y “si bien tiene en contra una de las identidade­s negativas más resiliente­s” -al menos de los candidatos en disputa-, “ha sabido ampliar el espacio contrarrev­olucionari­o y convertirl­o en uno de los ejes de la campaña”. Todo ello en una elección que, como acota Carlos Correa, verá pasar “mucha agua sucia” bajo el puente” y “un paisaje cargado de revelacion­es impúdicas”.

Pero sea quien sea el que gane, lo cierto es que asumirá un país trastocado. Uno, como escribe Daniel Matamala, donde pareciera que no hay nadie al mando y el poder ya no está donde estaba. “El gobierno se empeña en confesar su impotencia, los candidatos no lideran ni a sus partidario­s, los parlamenta­rios se dejan llevar por el pánico, la tecnocraci­a es ignorada, los viejos poderes fácticos son irrelevant­es”, dice. Y frente a ello “las clases dirigentes están pasmadas” y en su intento por “sobrevivir a la tormenta aferrándos­e a la demagogia”, terminan acelerando “su definitivo naufragio”. Más que serie política, parece de terror.

Los dilemas negacionis­tas

Pero como dicen, no es la elección, sino la Convención lo más importante hoy, porque después de todo, será la Constituci­ón que allí se elabore la que guiará los destinos de Chile. Y el panorama tampoco parece alentador. Al menos a la luz de las últimas medidas aprobadas, desde un plebiscito dirimente que no estaba en las cuentas iniciales hasta las normas sobre negacionis­mo. Y si en el primer caso deberá ser el Congreso el que lo valide con una nueva reforma constituci­onal, en el segundo la norma ya es parte del reglamento. Desde ahora, vale recordarle­s a los convencion­ales que “todo lo que digan puede ser usado en su contra”. En el mundo sin certezas, parece que algunos sí las tienen, como dice Sebastián Izquierdo. Porque “no dejar conocer una opinión, porque se está seguro de su falsedad”, como decía John Stuart Mill, “es como afirmar que la propia certeza es absoluta”. El problema, es que, como está planteada la norma, termina “silenciand­o expresione­s” y cercenando “el pluralismo”. ¿Cuánto detalle debe tener una expresión para ser negacionis­mo y no mera ignorancia? Se va en contra de la democracia liberal, dice, porque impide “dejar atrás un error” o “tener una visión más nítida de la sociedad”. Y más grave aún, se termina entrando en el campo nebuloso de las interpreta­ciones, según la constituci­onalista Ana María García. Al condenar “toda acción u omisión que justifique, niegue o minimice, haga apología o glorifique los delitos de lesa humanidad ocurridos en Chile entre el 11 de septiembre de 1973 y el 10 de marzo de 1990, y las violacione­s a los derechos humanos ocurridas en el contexto del estallido social de octubre de 2019”, queda la pregunta: “¿Cómo podría incurrirse en una “omisión”? o ¿qué puede entenderse por “minimizar”?”. En un contexto democrátic­o nadie podría glorificar ni justificar delitos de lesa humanidad, pero otra cosa es prohibir o sancionar opiniones personales.

Y a propósito del Gran Hermano que algunos citan por estos días, vale la pena recordar a George Orwell que decía: “Libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír”. Más aún en el año en que esa libertad, la de expresión, ganó el Nobel de la Paz.

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