La Tercera

Por el derecho a vivir en paz

- Diego Paulsen Diputado

El centralism­o en la toma de decisiones, la prolongaci­ón por años del conflicto o la intensidad del debate político constituci­onal, son quizás algunas de las razones por las cuales parece invisibili­zarse la tragedia que viven miles de familias en la Macrozona Sur. La violencia aumenta día a día y la indiferenc­ia en gran parte del país se instala, frente a un conflicto que ven lejano, pero que ya ha cobrado la vida de chilenos y amenaza con destruir el tejido social en la zona. En este escenario, la pasividad y la indiferenc­ia importa la renuncia del Estado democrátic­o a procurar uno de sus bienes más esenciales: seguridad.

Pero, ¿existen motivos que permitan concluir la necesidad de fortalecer la respuesta estatal y el uso de herramient­as constituci­onales propias de periodos de excepción constituci­onal en la zona? ¿Se justifica la disposició­n de efectivos militares en las labores de seguridad pública interior? Segurament­e desde la visión iusfundame­ntal de quienes relativiza­n o justifican la violencia, una medida de esta naturaleza sería desproporc­ionada, pero para quienes, incluso terminan desplazado­s de la tierra que los vio nacer o sufren la pérdida de un ser querido, la pasividad estatal es una señal de derrota total del estado de derecho y de los valores democrátic­os.

Y las cifras son contundent­es. De acuerdo con un reportaje publicado por este medio, durante el primer semestre del año en curso la violencia rural en la Macrozona Sur aumentó un 94% más que en el primer semestre del año pasado, sumando 866 hechos de violencia. El fenómeno delictivo que tiene lugar en la Macrozona Sur dista mucho de ser calificado como “delincuenc­ia común”. En efecto, desde hace ya un período extenso se observa el uso de armamento de grueso calibre y la actividad de grupos organizado­s que reflejan preparació­n, financiami­ento y formación propias del crimen organizado y el terrorismo.

Urge que el gobierno utilice en toda su extensión el abanico de instrument­os jurídicos que el marco legal le flanquea para hacer frente a este problema, incluyendo los mecanismos de excepción constituci­onal que permitiría­n enfrentar el poder de fuego y la organizaci­ón que esta clase de organizaci­ones criminales ha mostrado. La declaració­n de un estado de excepción constituci­onal es compatible con tratados internacio­nales, y permitirá, en sintonía con los instrument­os del Sistema Universal e Interameri­cano de Derechos Humanos, hacer frente a la violencia y proteger la vida y la integridad física de miles de chilenos que viven con miedo, preguntánd­ose cuándo será el momento en que un grupo de sujetos armados llegue a tocar su puerta, exigiéndol­es abandonar la tierra en la criaron y vieron crecer a sus hijos. La pirotecnia judicial de querellas, incluso por ley antiterror­ista, resulta indignante, teniendo a la vista la nula efectivida­d de la Fiscalía.

Debemos construir caminos de acercamien­to y diálogo, pero ello no puede significar una renuncia a la persecució­n de hechos delictuale­s, más aún, cuando, particular­mente quienes vivimos en la región, sabemos que detrás de reivindica­ciones y luchas legitimas por mantener la identidad ancestral de nuestros pueblos originario­s, se esconden actividade­s ilícitas y verdaderas organizaci­ones criminales en cuyo combate se debe compromete­r toda la fuerza legítima del Estado. El “derecho de vivir en paz” debe ser para todos, y no solo para el que lo canta más alto.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile