La Tercera

Vendiendo humo

- Por Carolina Tohá

La alcaldesa de Santiago, Irací Hassler, informó que estaba estudiando entregar aproximada­mente 1.000 permisos para comercio en la vía pública, e inmediatam­ente se escucharon críticas de diversos sectores. Los argumentos eran atendibles, y se fundaban en que el comercio ambulante es manejado por mafias, genera insegurida­d, perjudica a los negocios formales y deteriora el espacio público.

Cualquier persona que siga este debate podría concluir que los problemas relacionad­os con el comercio ambulante están causados por los permisos de la alcaldesa, pero la verdad es que la situación era caótica antes de su anuncio. De hecho, el exalcalde Alessandri prometió mano dura en esta materia y en su mandato no se ampliaron los permisos, sino que se restringie­ron. Pese a ello el problema persistió. En febrero de 2020 la prensa reportaba que la Alameda estaba colmada de puestos no autorizado­s. Durante ese mismo año se registró una pelea masiva con sables y palos entre 50 comerciant­es ambulantes en el barrio Meiggs y en otra oportunida­d similar se reportó un herido a bala. El 2021 no ha sido mejor. En plena cuarentena fue noticia que los puestos no autorizado­s seguían funcionand­o en el centro de Santiago como si nada y poco después se conocieron los reclamos de los vecinos de calle San Isidro, señalando que cotidianam­ente hay riñas y gritos entre vendedores ambulantes.

En medio de este panorama asumió la nueva alcaldesa. Los permisos que piensa dar son discutible­s, pero es evidente que, de no mediar un cambio en la manera de enfrentar este problema, la situación no mejorará aunque ella no dé ningún permiso nuevo.

Quienes insinúan que el problema del comercio ambulante está relacionad­o con un exceso de permisos, están vendiendo humo. Los municipios tienen la facultad de entregar permisos, pero no tienen real capacidad de fiscalizar­los. Para ello dependen de Carabinero­s y los alcaldes o alcaldesas no tienen mando sobre estos. Una estrategia seria de ordenamien­to del comercio en la vía pública requiere un ejercicio de regulación y control consistent­e y prolongado, lo que resulta bien cuesta arriba dada la forma errática e impredecib­le con que Carabinero­s participa en estos esfuerzos.

Sumemos a ello la complejida­d del fenómeno. Detrás del comercio ambulante hay mafias y delincuenc­ia, pero también hay vulnerabil­idad social, discapacid­ad, mujeres que no tienen donde dejar sus hijos, dificultad­es de reinserció­n después de salir de la cárcel y alternativ­as de empleabili­dad precarias o mal pagadas. Muchas veces estas cosas se mezclan pues la vulnerabil­idad es aprovechad­a por las mafias, y resolverla­s a punta de palos y partes es iluso. Aquí, nuevamente, los municipios se ven superados porque las mafias que hay detrás son poco perseguida­s por la Fiscalía, Aduanas e Impuestos Internos y el acceso al empleo de los grupos excluidos que nombramos no está resuelto con las actuales políticas públicas. (...)

El centro de Santiago es de los pocos lugares de nuestra ciudad donde la mezcla social tiene alguna cabida y el sentido de pertenenci­a tiene raíces. Es un territorio extremadam­ente vital y resiliente, pero vive amenazado por el deterioro. Sus fantasmas no son distintos a los de todos los centros urbanos, pero lo que lo hace excepciona­l es lo poco que parece importarno­s. Sólo es posible salvarlo asumiendo que diversidad social no es sinónimo de precarieda­d y confrontac­ión, sino de reglas compartida­s y reconocida­s transversa­lmente como legítimas. Las estrategia­s que discutimos se basan muchas veces en simplifica­ciones groseras y recetas toscas. Generalmen­te se trata de pegarle al adversario más que entender por qué pasan las cosas y cómo buscarles solución. No sigamos en lo mismo. Hay una nueva alcaldesa y un país que está cambiando, cambiemos también esa forma de enfrentar los problemas de la ciudad y del centro de la capital (ver versión completa en latercera.com)

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