La Tercera

ASÍ COMO NOSOTROS PERDONAMOS

- Por Marcelo Contreras

“Es una tragedia para ellos y un fracaso épico para nosotros”, sentenció Shakira el 16 de enero de 2017 en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, aludiendo a 250 millones de niños en riesgo de desarrollo en el mundo. A pesar del drama en sus palabras, fue un día de sonrisas y alegrías para la superestre­lla colombiana. La entidad que por 40 años ha reunido a los principale­s empresario­s, líderes políticos, intelectua­les y especialis­tas de categoría mundial en materias financiera­s, le entregó el premio Crystal. El galardón suele recaer en activistas, artistas y personalid­ades “que crean puentes y sirven de modelos para todos los líderes de la sociedad”, destaca el Foro.

Un año después de Shakira, lo ganó Elton John.

Ambos figuran en los Pandora Papers junto a políticos, empresario­s, deportista­s de élite y distintas estrellas del espectácul­o recurriend­o a triquiñuel­as para evadir impuestos en paraísos fiscales. Ricos que no quieren pagar. La colombiana registra tres empresas offshore inscritas en 2019 con esos fines, práctica que ya la complica con la justicia española, acusada de vivir en el país sin cumplir sus obligacion­es tributaria­s. En un comunicado, Shakira aseguró que las sociedades fueron establecid­as “muchísimo antes” de su residencia en España “conforme a la legislació­n aplicable”. Elton John, antiguo paladín de causas humanitari­as, posee una docena de empresas en las Islas Vírgenes Británicas, uno de los destinos favoritos de millonario­s y poderosos alérgicos a esa pequeñez de los impuestos.

Desde Taxman de The Beatles, escrita por el espiritual y tacaño George Harrison, que las estrellas musicales de gran éxito se quejan amargament­e de los tributos y buscan fórmulas evasivas, a sugerencia de abogados y contadores. Los Stones fueron pioneros en huir sin pagar refugiándo­se en el sur de Francia donde, paradoja, les robaron los instrument­os en pleno proceso del clásico Exile on main st. (1972). Sus majestades satánicas también fueron los primeros en trasladar parte de su maquinaria a los Países Bajos en los 70, por la baja tributació­n en propiedad intelectua­l.

En 2006 U2 calcó la jugada stoniana despertand­o molestia en Irlanda, en particular hacia Bono, proclive a la prédica y las reuniones con los más altos dignatario­s y líderes económicos, en busca de un perdonazo al Tercer Mundo. Poco antes de la maniobra evasiva, el mesiánico vocalista abogó por destinar más recursos a una diversidad de programas gubernamen­tales, financiado­s con ingresos como los eludidos por la banda.

El bueno de Chayanne, el Beatle amor y paz Ringo Starr, los más grandes astros de la canción latina como Julio Iglesias, Luis Miguel y Miguel Bosé, involucrad­os en turbios negocios, jamás serán sancionado­s moralmente como lo hacemos con los políticos, obligados a la probidad y los ejemplos.

La tabla valórica hacia los artistas resulta laxa y permisiva. Se les considera distintos, especiales, loquillos, y por ahí cuela ese encogerse de hombros masivo perdonando sus fechorías. Cualquiera de ellos que nos visite tendrá localidade­s agotadas y declaracio­nes de amor eterno, sin importar los manejos para no cancelar tributos en beneficio de esa masa que dicen adorar.

Cuando Shakira recibió la distinción del Foro Económico Mundial, pidió a los líderes invertir en educación.

“Provoca milagros”, aseguró. En paralelo, la justicia de España se preguntaba cómo lo hace para vivir en el país sin pagar impuestos, y declarar residencia en paraísos fiscales. Un milagro contable.

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