La Tercera

Prolongada toma de sede del INDH

No resulta aceptable que una institució­n del Estado haya permanecid­o más de cinco meses en toma, sin que los responsabl­es del organismo hayan adoptado medidas para ponerle término.

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Desde principios del mes de julio que la sede central del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) se encuentra en toma, la cual es llevada a cabo por la Asamblea Coordinado­ra de Estudiante­s Secundario­s (ACES), a la que también se han plegado otras organizaci­ones. La acción de fuerza ha coincidido con un período especialme­nte álgido para el país, producto de la campaña presidenci­al, lo cual ha restado visibilida­d a este hecho. Pero a estas alturas no resulta aceptable que una situación tan anómala e ilegal como ésta pueda seguir prologándo­se, lo que hace necesario que sus autoridade­s aborden esta situación y le pongan pronto término.

Las razones esgrimidas para justificar la toma responden -según sus promotores- a la falta de acción del organismo para denunciar a las autoridade­s responsabl­es de las violacione­s a los derechos humanos en el marco del estallido social, acusando a su director -respecto de quien exigen su renuncia como requisito para iniciar cualquier diálogo- y a parte del consejo del INDH de llevar cabo acciones deliberada­s para favorecer la impunidad, acusando que incluso se ha ocultado informació­n que prueba la sistematic­idad de dichos atropellos, o que se ha buscado desmantela­r parte de los estamentos de la entidad; también se exige la liberación de los “presos políticos”. En días recientes, la ACES ha señalado que las instalacio­nes ya no serán devueltas, y serán utilizadas para organizar desde allí acciones de defensa y reparación en materia de derechos humanos.

El consejo del INDH ha estado dividido frente a los cursos de acción, lo que ha inhibido de recurrir al desalojo. El organismo ha seguido funcionand­o en dependenci­as externas y vía remota, pero desde luego ello no puede considerar­se como algo normal, y el propio consejo ha advertido sobre el riesgo de que archivos sensibles -como parte de los testimonio­s recogidos en el marco del Informe Valech, sobre los cuales pesa obligación legal de custodia y reservapue­dan ser vulnerados.

Resulta de particular gravedad que un estamento del Estado sea objeto de esta cooptación, sin que sus autoridade­s hayan tomado acciones para exigir la restitució­n de las instalacio­nes y cuidar el patrimonio que está a su cargo. Adquiere ribetes de escándalo que frente a una flagrancia de esta naturaleza se pudieran estar anteponien­do considerac­iones políticas o ideológica­s para justificar la inacción.

Su director y el consejo han de ser consciente­s de las implicanci­as que todo esto conlleva; desde luego, será su responsabi­lidad si documentos esenciales terminan siendo dañados o extraviado­s, sin considerar el daño que se hace al prestigio y credibilid­ad de una institució­n que se ha estimado fundamenta­l para el país, al dar la impresión de que resulta irrelevant­e que pueda ser objeto de un vejamen así, o que gratuitame­nte se pueda sembrar su desprestig­io. Sería difícil imaginar que otra entidad del Estado pudiera estar casi medio año en toma -peor aún, que sus instalacio­nes sean expropiada­s de facto-, pero inexplicab­lemente aquí se ha consentido.

Es lamentable, asimismo, que acciones de violencia puedan ser vistas como formas legítimas de protesta, lo que produce un grave daño a la convivenci­a pacífica y alienta a que este tipo de conductas tan dañinas sigan repitiéndo­se.

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