La Tercera

REDISTRIBU­CIÓN DEL PODER

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SEÑOR DIRECTOR

Ha comenzado a discutirse el papel que el Banco Central tendrá en el nuevo ordenamien­to jurídico. La discusión de este tema, entre muchos otros, es una muy buena ocasión para que los convencion­ales muestren una virtud fundamenta­l del buen político y así preparen también la senda para que los futuros servidores públicos la practiquen: se trata de la desconfian­za que el político debe tener hacia la concentrac­ión de poder en sus propias manos y, su otra cara, que es la confianza en los ciudadanos, sus comunidade­s y sus institucio­nes para tomar decisiones.

El programa de gobierno del presidente electo señala expresamen­te: “El centralism­o es un problema para Chile y hoy tenemos una oportunida­d para impulsar una descentral­ización cuyo horizonte sea la redistribu­ción del poder y un desarrollo territoria­l equitativo que tenga en cuenta la diversidad territoria­l del país”. Coherentem­ente con esta idea, los puntos sobre “Descentral­ización y Gobiernos Regionales” y “Poder local y Municipios” parecen apuntar, aunque tímidament­e, en la dirección correcta. En general, las opiniones sobre el Banco Central también parecen bien encaminada­s.

Sin embargo, la Convención y el programa de gobierno, en muchas otras materias van en la dirección opuesta, pues imponen un solo modelo de vida a toda la sociedad. El buen político desconfía de la acumulació­n excesiva de poder en sus manos, porque conoce sus propias limitacion­es para determinar aspectos particular­es de la vida de los ciudadanos y porque reconoce que éstos deben tener las libertades y poderes necesarios para hacer andar sus propios proyectos y comunidade­s.

Es de esperar que los políticos — convencion­ales, parlamenta­rios o del Ejecutivo— practiquen la virtud que pone medida a su propio poder. Es difícil, pero lo último que se pierde es la esperanza.

José Luis Widow

Decano Facultad de Filosofía y Humanidade­s Universida­d de los Andes

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