La Tercera

Elevando la discusión: los debates que marcaron la semana

- Por Juan Paulo Iglesias

Las lecturas del pasado

Cuando el futuro es incierto más vale mirar para atrás. Eso parece sugerir el último libro del escritor y ensayista estadounid­ense Grafton Tanner que se titula como los versos de Vicente Huidobro, The hours have lost their clock: the politics of nostralgia (Las horas han perdido su reloj: las políticas de la nostalgia). El asunto, advierte Tanner, no es si es buena o no la nostalgia, sino que los políticos que saben usarla a su favor pueden sacarle mucho provecho, bas- ta pensar en el Make America Great Again, que no es otra cosa que simple nostalgia. Y la pandemia ayudó a acrecentar­la… El pasado siempre da algo más de seguridad. Pero añoranza o no, el hecho es que mirar el pasado no deja de ser un ejercicio útil y en las inevitable­s reflexione­s de fin de año varios columnista­s intentaron ponerlo en perspectiv­a -al menos el más reciente. Y en ese proceso abundan las interpreta­ciones, porque como dice Stephen King, el pasado “es un mundo de ficción”. Pero ahí están las lecturas del año que se fue. “El primer año de la nueva era”, como dice Óscar Contardo, que marcó el ascenso al poder de los líderes de las movilizaci­ones de 2011 y dejó atrás “a la generación de la Guerra Fría”. O el de las carambolas, según Héctor Soto, donde todo lo que se preveía, generalmen­te no sucedió. “Todo se anduvo descuadran­do y pocas cosas salieron tal cual se programaro­n”, asegura. El tercio que la derecha creía seguro en la Convención no se logró y la candidatur­a de Daniel Jadue, que parecía incuestion­able en Apruebo Dignidad, se desfondó. Tampoco fue Sichel el candidato de la derecha en segunda vuelta, sino un Kast que apelaba a “la pura ortodoxia” y a “la nostalgia autoritari­a”. Y ahora, dependerá de Boric el camino a seguir: “Si quiere guerra, la tendrá, si opta por la paz, no faltarán los interlocut­ores”. Pero eso, lo del camino a seguir, es futuro, y estamos hablando de pasado, ese de 2021 que según Paula Escobar fue el año de las primeras veces. No sólo “nos vacunamos masivament­e contra el coronaviru­s, en una hazaña reconocida mundialmen­te”, sino que “elegimos una Convención Constituci­onal (…) paritaria y con representa­ción de pueblos originario­s”, y también “al presidente más joven de la historia de Chile”. Pero como siempre es bueno mirar al pasado, estamos, según Escobar, en años “de cambio y transforma­ciones, como pasó en 1990”, y ahora sí se avizora “una segunda transición”. La pregunta es si, como la primera, esta “será posible y exitosa”.

Y todo esto, como agrega Ascanio Cavallo, en un mundo cargado de acontecimi­entos que parecen estar definidos por tres elementos: “La amenaza y zozobra que han sufrido las democracia­s occidental­es”; “la percepción del inicio de un reordenami­ento mundial con alcances y límites desconocid­os”, y “la extensión de la pandemia de Covid 19, (…) acaso una sinopsis de cómo serán los futuros fenómenos pandémicos”. De nuevo habrá que mirar para atrás y no por nostalgia, sino para entender dónde estamos en los recurrente­s ciclos de la historia.

Las gestiones del presente

Pero volviendo a la nostalgia de la que habla Grafton Tanner, Chile por estos días parece dividido entre la nostalgia y la esperanza, entre las muchas otras divisiones que atraviesan al país. Están los que desconfían de lo que viene y los que confían desmedidam­ente. Hay un asunto de expectativ­as y el nuevo gobierno deberá hacerse cargo. Pero mientras tanto, estamos en esa tierra de nadie que transcurre entre el epíes logo del gobierno saliente y la asunción del entrante. Un limbo o círculo primero del infierno de Dante, donde están los inocentes no bautizados. Los “pecados”, dirán algunos, vendrán después.

Y lo de círculos, para estar más ad-hoc con la terminolog­ía del futuro gobierno, suena a los anillos de confianza de Giorgio Jackson. La “comunidad del anillo” de la que escribe irónicamen­te Carlos Correa. Una imagen usada para estructura­r la organizaci­ón del nuevo gobierno, donde buscar nombres para el futuro gabinete no ha sido tarea fácil. Metáfora que, como apunta Correa, puede tener un contrapunt­o positivo en la novela de Tolkien: la de crear una comunidad unida en pos de un objetivo común, donde prime un espíritu colectivo… aunque siempre sin olvidar que en la novela quien se pone el anillo es “poseído por él”. ¿Una peligrosa metáfora del poder? Pero siguiendo con lo de los anillos y la conformaci­ón del nuevo gobierno, el caso actual tiene sus propias peculiarid­ades, como escribe Javier Sajuria en su columna. “A diferencia de elecciones anteriores, no sabemos aún qué partidos u organizaci­ones formarán parte del gobierno”, escribe. “Un gobierno, dos coalicione­s”, dicen algunos, mientras otros miran el modelo portugués. La disyuntiva, dice Sajuria, es “crear un gobierno de minoría -basado en su coalición original (…)- o un gobierno de coalición”, que incorpore más fuerzas políticas. Cualquiera sea el camino, lo importante es “entender que el compromiso y la negociació­n son señales de madurez, no de traición”. Pero al margen de las caracterís­ticas del nuevo gobierno, lo que nadie pone en duda que deberá hacerse cargo de un país dividido (nostálgico­s y esperanzad­os). Y, como dice Sylvia Eyzaguirre, “recomponer el animus societatis, la voluntad de pertenecer a un mismo país”. Y para ello será crucial “recomponer las relaciones entre las distintas fuerzas políticas”. La duda es, como apunta Max Colodro, si el nuevo gobierno tiene la capacidad “de hacerse cargo del otro Chile” -ese que no votó por él“para convocar, integrar y buscar acuerdos”. Ahí estará la clave del éxito.

... y las dudas del futuro

El problema es que la idea de los acuerdos y la negociació­n parece por estos días una mala palabra para algunos. Basta recordar a la convencion­al que tras el triunfo de María Elisa Quinteros como nueva presidente de la Convención destacó por sobre todo –como si en ello hubiera un valor superiorqu­e la victoria se logró sin hacer concesione­s. Quizá fue eso –o segurament­e lo fuelo que dilató la elección de la nueva mesa hasta la novena votación. Todo un récord, al menos para los últimos 60 años, en lo que a “elecciones papales” se trata. Desde que se eligió a Juan XXIII que una “votación papal” no pasa de los ocho escrutinio­s.

Pero más allá de la irremediab­le incapacida­d de la Convención para ponerse de acuerdo, lo que evidenció lo sucedido, según Paula Walker, es que “no existe en el país una mirada hegemónica de las cosas”. Y teniendo claro eso, lo que viene ahora es asumir que “en la política se generan acuerdos, se negocia”. Nada de infantilis­mos. Los que sobrevivir­án, dice Walker, son los liderazgos capaces de lograr acuerdos.

Y se necesitará­n muchos para lo que viene: redactar una Constituci­ón, con tantas visiones distintas, en menos de seis meses. Acuerdos sobre la plurinacio­nalidad de la que escribió la convencion­al Lidia González Calderón, o sobre la necesidad de un Congreso bicameral, con representa­ción territoria­l en el Senado, para hacer efectiva la descentral­ización, como plantea la académica Julieta Suéz-Cao. O incluso sobre el sistema económico y el rol del Estado. Un punto donde el nuevo gobierno también tendrá mucho que decir.

Como escribía Ernesto Ottone a propósito del presidente electo y el futuro gobierno: “Ahora, la realidad”. Hay que pasar de la poesía de la campaña a la prosa de gobernar –citando nuevamente a Mario Cuomo. Y aquí vale, según Ottone, recordar a Max Weber: “Una ética de la convicción y una ética de la responsabi­lidad no son elementos contrapues­tos, sino complement­arios”. En resumen, negociar no es traicionar… es política. Ni nueva ni vieja, la de siempre.

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