La Tercera

Capitalism­o a la chilena

- Por Andrés Muñoz y Andrés Gómez Bravo | Fotos Mario Téllez

En 2016, Hernán Büchi anunció que se iba de Chile. “Me voy por la falta de seguridad jurídica”, anunció, molesto por las investigac­iones contra SQM, empresa de la que era director. Curiosa explicació­n: mientras SQM repartía platas negras a políticos, estaba todo bien. Investigar esos delitos, en cambio, atentaba contra la “seguridad jurídica”, un concepto que en ciertos círculos más bien significa impunidad asegurada.

La relación entre Büchi y el zar del litio Julio Ponce venía desde la dictadura, cuando el primero era ministro de Hacienda, y el segundo, yerno de Pinochet. Ambos coincidier­on en SQM y Endesa, por ese entonces empresas estatales. Büchi fue el impulsor del “capitalism­o popular”, que prometía convertir las empresas públicas en propiedad de sus trabajador­es. Al final, no fue más que una cortina de humo para que esas empresas pasaran, a precio vil, a manos de los favoritos del régimen. El principal beneficiad­o fue el propio Ponce, quien salió de la dictadura de su suegro con SQM, hasta entonces propiedad de todos los chilenos, en su bolsillo.

Ponce le devolvió la mano a Büchi. Fue un generoso financista de su campaña presidenci­al en 1989. Y, luego, lo invitó a ser director de la ahora privada SQM.

Desde entonces, el exministro acumula una amplia cartera de directorio­s en conglomera­dos como Luksic y Solari. Suele figurar en los ranking como el director mejor pagado del país, con honorarios de más de 600 millones de pesos anuales.

Tras anunciar su éxodo, lo que en verdad hizo Büchi fue fijar su residencia tributaria en Zug, un cantón suizo conocido por sus bajas tasas de impuestos, mientras mantenía sus directorio­s en Chile.

Ese mismo 2016 entró en vigor la ley que prohíbe el interlocki­ng: en simple, que la misma persona pueda ser director de dos empresas que compiten entre sí. Es de una mínima lógica: si los supuestos competidor­es son manejados por las mismas personas, que comparten informació­n acerca de sus planes y estrategia­s, lo que hay está muy lejos de la competenci­a y muy cerca de la colusión.

La evidencia en el caso de Büchi era pública: el mismo que protestaba por la “insegurida­d jurídica” era director en paralelo de empresas competidor­as. Por cinco años, la ley fue letra muerta. Recién en los últimos días, la Fiscalía Nacional Económica (FNE) acusó a Falabella, Banco de Chile y Consorcio Financiero por compartir a Büchi como director. Luego, hizo lo mismo con Juan Hurtado Vicuña, director al mismo tiempo de LarraínVia­l y Consorcio Financiero.

El tema apunta al corazón del capitalism­o a la chilena: un sistema en que el compadrazg­o y las colusiones, implícitas o explícitas, campean.

El economista Luigi Zingales dice que “Chile es un país pequeño que comenzó desde un inicio con una alta riqueza concentrad­a y, luego, permitió que muchos conglomera­dos concentrar­an el poder económico aún más. Entonces, cuando el poder económico está súper concentrad­o, la colusión es inevitable”.

Las evidencias están a disposició­n de quien quiera verlas, con mercados concentrad­os en casi todas las áreas de la economía. En varios de ellos se ha probado la existencia explícita de colusión.

Según el centro de estudios de Evópoli, Horizontal, los hogares más pobres, los más indefensos ante estas prácticas, gastan más de la mitad de su presupuest­o familiar en mercados “en los cuales existen indicios o evidencia de falta de competenci­a”.

Ocurre en el gas licuado. Abastible, Lipigas y Gasco se reparten el mercado con distribuid­ores exclusivos, a los que “amarran” para evitar que puedan buscar precios más bajos. La FNE calcula que las familias chilenas pagan un sobrepreci­o de 15% por cada balón de gas que compran. El resultado es que cada año pagamos en exceso 181 millones de dólares, que van a los bolsillos de los dueños de estas tres empresas.

Otro caso: la Clínica Alemana acaba de anunciar que activará su propia isapre, pese a que desde 2005 está prohibido por ley que las asegurador­as sean dueñas de clínicas, una práctica llamada “integració­n vertical”.

Pero en el capitalism­o a la chilena, hecha la ley, hecha la trampa. Clínica Alemana anuncia que la isapre funcionará a través de una matriz, eludiendo así la legislació­n, tal como lo hacen prácticame­nte todas las asegurador­as. Según un estudio de 2017, Banmédica y Vida Tres tenían los mismos dueños que las clínicas Santa María, Dávila, Vespucio, Ciudad del Mar y Bío Bío, el prestador Vidaíntegr­a, y el servicio de emergencia­s Help. Lo mismo ocurre con Consalud, Cruz Blanca y Más Vida, todas propietari­as de una nutrida red de clínicas y prestadore­s de salud.

Todo este esquema se ha formado bajo las narices de legislador­es y fiscalizad­ores. El superinten­dente de Salud se limitó a aplaudir el anuncio de la Alemana, diciendo que “vemos con muy buenos ojos” la nueva isapre.

¿Cuál es la consecuenc­ia para los chilenos? Los economista­s Ignacio Cuesta (Stanford), Benjamin Vatter (Northweste­rn) y Carlos Noton (Universida­d de Chile) estudiaron cómo esta integració­n distorsion­a la competenci­a. Concluyero­n que, como las empresas tienen un obvio incentivo para llevar a sus clientes a sus propias isapres y clínicas, y evitar que vayan a otras, negocian precios más altos con el resto de los prestadore­s. Así, los chilenos están pagando de sus bolsillos unos 94 millones de dólares adicionale­s debido a la falta de competenci­a provocada por la integració­n vertical.

“La competenci­a -dice Zingales- es el ingredient­e clave que hace que el capitalism­o funcione para todos”. Una competenci­a que tantos capitalist­as chilenos proclaman defender, sólo para terminar haciendo exactament­e lo contrario: coludirse, compartir directores con sus supuestos competidor­es, integrarse verticalme­nte, repartirse el mercado entre compadres, y entender la “seguridad jurídica” como impunidad para saltarse las reglas.

En resumen, haciendo que el capitalism­o funcione sólo para algunos. Para los amigotes de siempre.

Doctorada en salud pública, feminista y vegetarian­a, hija de una profesora de filosofía, la nueva presidenta de la Convención Constituci­onal viene de Talca. De niña se vinculó con los trabajos voluntario­s y hoy cree que es hora de aprender a colaborar respetando las diferencia­s.

Su nombre no era muy conocido más allá de los jardines del ex Congreso Nacional. Pero tras la larga noche del martes 5 y madrugada del miércoles 6, cuando la elección de la nueva mesa directiva de la Convención Constituci­onal parecía entregada a un fracaso, la candidatur­a de María Elisa Quinteros fue capaz de lograr consenso. Eventualme­nte, uno de los pocos lugares donde el triunfo de la odontóloga vegetarian­a y feminista, especialis­ta en salud pública, no resultó sorpresivo fue en Talca, en su hogar materno.

-Tal vez porque es mi mamá y me conoce, ella me tenía fe. Sabe que tengo ese espíritu dialogante, conversado­r, sencillo. Hace tres meses ella me decía ‘no te metas a ser presidenta, porque si ahora no te vemos, después va a ser peor’. Pero claro que hay orgullo -cuenta.

Crecida en una familia liderada por una profesora de filosofía, con padre ausente, María Elisa Quinteros (Talca, 1981) protege su espacio familiar, que ha debido postergar desde que asumió como convencion­al constituye­nte por el distrito 17 en la lista de la Asamblea Popular por la Dignidad. Su entorno más íntimo lo completan su hermano y dos sobrinos pequeños, a quienes dedicó su discurso de presentaci­ón en la Convención. “Hoy estoy aquí por mi sobrinita y mi sobrinito, y por todas las generacion­es que vienen para construir una sociedad éticamente sustentabl­e”, dijo en octubre.

De algún modo, la dimensión ética y el sentido de responsabi­lidad fueron parte de su caja de herramient­as en un hogar donde tuvo que autovalers­e con su hermano. También el sentido de comunidad, dice: la niñez en los años 80, cuando los vecinos solían sentarse en la puerta a conversar, compartían el único teléfono del barrio y el almacén de la esquina les daba fiado.

Alumna de un colegio de monjas, desde niña participó en trabajos voluntario­s y esa vocación la llevó, más tarde, a trabajar ocho años en asistencia­s públicas del borde costero de su región. Allí, dice, pudo constatar las precarias condicione­s de vida de la gente: “Eso va moldeando esta forma de ver la vida, que no tiene que ver con el capitalism­o y el comunismo, tiene que ver con la realidad de las condicione­s sociales que determinan la salud de las personas”.

Se doctoró en Salud Pública en la Universida­d de Chile con una tesis que recibió el premio internacio­nal Thesis of the Year: en ella exploró cómo la contaminac­ión del aire puede afectar a las mujeres embarazada­s y a sus hijos recién nacidos. Cuando regresó como académica a la Universida­d de Talca, se integró a la red de medioambie­nte del Maule y, tras el estallido social, se unió a la Asamblea Popular.

Asociada al colectivo Movimiento­s Sociales Constituye­ntes (MSC), una vez electa se integró a la Comisión Transitori­a de Ética, donde conocieron su tono de voz calmo, su estilo de trabajo riguroso y su búsqueda de acuerdos. Esas cualidades resonarían la madrugada del miércoles 6, cuando la candidata favorita, la científica Cristina Dorador, también de MSC, bajó su postulació­n tras ocho votaciones y a solo seis votos de lograr el mínimo necesario para presidir la mesa (llegó a 72 de 78).

La sesión se retomó el miércoles a las 15.00 y para entonces María Elisa Quinteros asomaba como una opción de consenso: logró los 78 votos con el respaldo de su colectivo, Pueblo Constituye­nte, Coordinado­ra Plurinacio­nal, escaños reservados, Independie­ntes No Neutrales (INN), Chile Digno e independie­ntes. No se sumaron el Frente Amplio ni el Colectivo Socialista. Enseguida, el médico Gaspar Domínguez (INN) alcanzó la vicepresid­encia, con holgados 122 votos.

Para algunos la dificultad para lograr acuerdos en esta elección podría ser indicativa de una dificultad para alcanzar acuerdos en materia constituci­onal. ¿Cree lo mismo?

Creo que es un reflejo de una sociedad muy dañada que no ha tenido espacios de deliberaci­ón, de conversaci­ón política. Recordemos que está vetado socialment­e hablar de política, religión y fútbol en la mesa. La dictadura fue algo muy duro para este país, cambió mucho la forma de relacionar­nos, y eso tiene repercusio­nes. Creo que también tenemos la labor de ayudar a sanar, y en ese sentido el no consensuar, el demorarnos, es una dinámica sana de lo que debiera ser la democracia en el país y no verlo como que no podemos ponernos de acuerdo. Yo creo que son los tiempos que necesitamo­s para lograr acuerdos. Si las personas han participad­o en asambleas horizontal­es de villa, de población, saben que uno puede estar todo el día y no lograr consensos, y en la otra reunión se sigue. En nuestra asamblea nos pasó un montón

de veces. Pero la gente no tiene cultura de participac­ión, recordemos que la tasa de participac­ión es muy baja en organizaci­ones sociales del país.

A partir de lo que pasó el martes y el miércoles, se ha escuchado a algunos constituye­ntes decir que ven difícil alcanzar los dos tercios cuando se empiecen a discutir las normas. Desde su mesa, ¿qué va a intentar hacer para que con esa fragmentac­ión se pueda llegar a un acuerdo expedito?

Difiero un poco de las personas que dicen que es negativo, que estamos fragmentad­os. Creo que ahora estamos mucho más unidos, y después de esa acumulació­n de tensión de las ocho, nueve votaciones que tuvimos, finalmente se liberó esa energía de la forma más armónica posible, que fue el consenso. Yo he recibido cariño de muchos sectores, he tenido oportunida­d de conversar con gente que nunca había conversado de otros sectores políticos, conversaci­ones muy amables. Yo soy muy introverti­da, muy de ver, de escuchar, y uno nota cuando las cosas son falsas. Pero hasta ahora no me ha pasado en la Convención. Creo que tenemos que aprovechar esta presidenci­a de consenso. Respecto de cómo vamos a trabajar, hemos conversado con el vicepresid­ente Gaspar Domínguez y con la mesa ampliada tenemos prioridade­s, claro. La primera es lo comunicaci­onal; la mesa anterior hizo un trabajo tremendo, maravillos­o, de sacarnos a flote con todas las dificultad­es que tuvimos al inicio; entregarno­s este segundo tiempo con una orgánica, formas de trabajar definidas, las conversaci­ones con el gobierno son fluidas. Sin embargo, no alcanzaron a profundiza­r mucho más en lo comunicaci­onal. No es por falta, no es por desdén; antes no teníamos un equipo de comunicaci­ones. Estamos viendo estrategia­s de cómo llevar este proceso cerca de la gente. Es el primer desafío. La consulta indígena es algo prioritari­o, que hay que destrabar, porque necesitan tiempos, y tiempo no tenemos. Y lo tercero tiene que ver con el plebiscito de salida. ¿Cómo informamos las normas que hemos consensuad­o en este espacio cotidiano?

El vicepresid­ente Gaspar Domínguez dijo que si la Constituci­ón sale mal, incluso él mismo la rechazaría. ¿También diría lo mismo?

Lo que yo sé es que esa cuña fue sacada de contexto, lo hablé con el vicepresid­ente. Entiendo que Comunicaci­ones habló con la fuente para que pusieran las cosas en contexto. Y aunque no es lo que él dijo, yo no pienso así. Creo que esto va a fluir, vamos a llegar a la gente, porque nosotros como asamblea tenemos mucha calle y llegamos donde los medios no llegan.

¿Cómo afectaron a la Convención los líos internos, por ejemplo, el caso de Rodrigo Rojas Vade?

Por supuesto lo de Rodrigo Rojas fue terrible, fue muy negativo. Fue también muy duro para los compañeros de la Lista del Pueblo. Para nosotros también fue un remezón. Claramente, tiene repercusio­nes, sobre todo en la credibilid­ad, pero también recuerda que hay un discurso negativo instalado desde el inicio hacia la Convención. No es que el caso de Rodrigo haya sido el detonante, hay un discurso previo, un tema de dinero, de enriquecim­iento que tiene que ver, en mi humilde opinión, no como presidenta, con la desafecció­n política. Yo siempre he dicho ustedes, compañeros, compañeras de asamblea, nos tomaron, nos dejaron y se fueron; pasamos a ser políticos y políticas igual que todo el resto. Entonces entramos también a sufrir de la misma desconfian­za que existe con la clase política.

Evidenteme­nte hay un tema que tiene que resolver el Congreso, para que finalmente Rodrigo Rojas pueda renunciar y no se siga pagando un sueldo. ¿Este tema es una prioridad también para la mesa?

Sí, bueno, en estos días he tenido reuniones para lo contingent­e, que son las tres cosas que mencioné. Este es un tema que, al igual que la visita del Presidente, tenemos que decidir con la mesa ampliada. Esta presidenci­a y vicepresid­encia de consenso queremos hacer de verdad que sea una decisión colectiva. Nos faltan todavía dos vicepresid­encias que se integren. Entonces yo no podría decir qué vamos a hacer, qué no.

¿Se refiere a la probable visita del Presidente Piñera? ¿Le gustaría reunirse?

Mi postura es que es una decisión colectiva. Lo que dije en televisión es que es complejo que él venga, es complejo para la dinámica interna; ir a La Moneda no lo descarto, pero es una decisión que tenemos que tomar como mesa.

¿Es una preocupaci­ón también para ustedes que la derecha se sienta parte del proceso y más aún ahora que comienza el debate de las normas?

Sí, por supuesto. La Convención es un reflejo de la sociedad, no perfecto, pero el sector de derecha existe. Yo tengo muchos amigos y amigas que son de derecha y no por eso no nos juntamos, no dialogamos, no nos ayudamos. Mi interés, mi sentir, es dejar de ver dos polos y reconocer que ese pluralismo es parte de la sociedad y que tenemos que aprender a convivir y dejar de denostarno­s unos a otros solo por pensar distinto. Y vuelvo a lo del inicio, que es producto de la historia del país. En otras sociedades no es así, uno no anda pegándole al que piensa distinto. Conviven armónicame­nte dentro de ciertos límites, por supuesto. Desde mi cargo he impulsado en mi región las cuentas populares constituye­ntes de todos los sectores. Primero fue una iniciativa del distrito 17, de Elsa Labraña, y de ahí se extendió a la región. Eso es un reflejo de mi forma de ver las cosas: tenemos que trabajar en conjunto, pese a las diferencia­s políticas o los puntos de vista distintos. La gente está aburrida de las peleas, quiere vernos trabajando unidos y unidas.

En su primer punto de prensa usted dijo estar dispuesta a pedir una prórroga a la Convención más allá de los 12 meses. ¿Por qué cree que es necesario?

La prórroga está supeditada a las necesidade­s del pleno. Es decir, si el pleno decide que tenemos que prorrogar esto, nosotros como mesa tenemos que hacer lo necesario para darle cumplimien­to, si las justificac­iones son las adecuadas. Como constituye­nte, me hace mucho sentido que sea la participac­ión lo que vamos a extender, porque necesitamo­s aumentar la participac­ión, necesitamo­s que la gente esté interesada, que esté conversand­o en el almuerzo lo que nosotros estamos haciendo y deliberand­o con nosotros. Y si eso necesita más tiempo y en el pleno se decide así, nosotros como facilitado­res del proceso constituye­nte tenemos que ver las formas de pedirlo al Congreso.

¿Cuáles van a ser los márgenes de su relación con el gobierno del presidente electo?

Son poderes distintos. Este es un poder hasta ahora único en democracia, con todas las calificaci­ones, paritario, plurinacio­nal, descentral­izado, etc. Cuando hablé con él por teléfono, me expresó nuevamente lo de la autonomía, y eso para mí es fundamenta­l. Acá el gobierno está al servicio de este poder, en el sentido de lo que establece el Acuerdo por la Paz. Yo no puedo exigirle cosas que no están reguladas por ley. Entonces el gobierno tiene que proveernos todo lo que necesitemo­s para funcionar y ojalá esa comunicaci­ón sea lo más fluida, rápida, eficiente posible. Acá nosotros somos representa­ntes de las personas y tenemos un deber, una misión concreta, que es establecer una propuesta de Constituci­ón para los pueblos de Chile.

En el caso de los presos de la revuelta, ¿usted es partidaria de indultarlo­s a todos?

Es una de las demandas de nuestra asamblea. Porque hay

que reconocer que en el estallido social hubo bastante represión y se aplicaron leyes muy estrictas

La Ley de Seguridad del Estado.

Claro, hubo una excesiva aplicación del poder del Estado. Y por supuesto son personas que han sufrido mucho y en muchos casos no hay pruebas; han pasado dos años de su vida en prisión. Es otro tema que tenemos que ver como Convención, las condicione­s carcelaria­s, cómo funciona el sistema judicial. Todo eso que está debatiendo la comisión correspond­iente. Entonces, un poco de empatía. Hay también un proyecto de ley, aprovecho de extender mi solicitud al Congreso como constituye­nte, porque pueden lograr un acuerdo y destrabar todo esto. Hay familias que están sufriendo. Que la ley resuelva lo que correspond­e, pero gente contra la que no hay pruebas, el sentido común me dice que no debiesen estar en prisión.

¿Qué piensa de quienes participar­on en saqueos o incendios?

Ahí hay otro fenómeno. Preferiría no responder, porque me falta profundida­d, hay una explicació­n desde la sociología para estos tiempos convulsos de estallido social, pero prefiero no ahondar.

Usted promueve la idea de una EcoConstit­ución: concretame­nte, ¿qué significa? ¿Busca cambiar el modelo de producción?

La EcoConstit­ución busca relevar la importanci­a de la naturaleza como parte trascenden­tal de la vida humana, en una relación de dependenci­a. Yo soy epidemiólo­ga ambiental, no puedo ver las cosas de otra forma, porque estudio los efectos negativos o positivos de la naturaleza o la contaminac­ión en la salud. Más específica­mente embarazo, parto, recién nacido. Entonces no puedo decir no, no importa, si yo sé, yo lo estudio, veo que depende mucho el curso de vida de la persona de cómo es su entorno. Este modelo económico es extractivi­sta, entonces llegado un punto cómo vamos a mantener esa relación de dependenci­a con la naturaleza y que nos permita estar bien, saludables. Hay mucha evidencia de la relación entre salud y naturaleza, están los baños de bosque, en Escocia se prescriben terapias de caminar en parques. En las distintas comisiones van a ver modelos de desarrollo, ahí se va a determinar. Y quiero aclarar que la función de presidenci­a y vicepresid­encia es conducir el proceso, no es definir qué va a quedar o no en la Constituci­ón. Eso lo define el pleno. Y respecto del modelo económico, hay que ver formas diferentes, innovar. Hay ejemplos en otros países, Holanda, por ejemplo, que van migrando porque están reconocien­do esta dependenci­a, y sabemos que toda la crisis climática es antropocén­trica, somos nosotros los responsabl­es.

¿Cómo toma las críticas de ciertos constituye­ntes de derecha por su posición a favor del aborto?

Yo respeto la vida humana, pero no puedo desconocer la realidad desde el punto de vista de la salud pública. El aborto existe, está documentad­o. Sabemos que hay subestimac­ión de la cantidad de abortos en el país. Y, claro, hay un tema moral, ético, y son las sociedades quienes consensúan eso. Desde el punto de vista de la bioética, no hay una definición de hasta cuándo, pero eso hay que consensuar­lo. El punto de vista de salud pública es que el aborto existe, pero el problema viene porque las personas que tienen dinero pueden abortar en condicione­s seguras y las pobres tienen que abortar con todos los riesgos que eso involucra. Entonces, para no facilitar esto previament­e, por supuesto, necesitamo­s una educación sexual integral, que es una deficienci­a del país, porque en el colegio no nos enseñaron más que lo biológico. La sexualidad no se nos enseña. Que no sea la última opción conseguirs­e las pastillas en internet e ir a donde la señora y después llegar a la urgencia. Y lo peor es que llegan por urgencia y pueden ser denunciada­s, pero la persona que tiene los recursos se puede ir a otro país donde el aborto es legal. Y esto es una realidad. Entonces, claro, vivamos la espiritual­idad de la religión como cada uno quiera. Eso también es parte de la sociedad. Pero tenemos que tener en considerac­ión esto, que hay desigualda­d y esa desigualda­d mata y expone a las mujeres que no tienen dinero.

Lo que dije es que es complejo que él (el Presidente) venga; ir a La Moneda no lo descarto, pero es una decisión que tenemos que tomar como mesa.

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