La Tercera

THOMAS HOMER-DIXON

- Por Bastián Díaz

En entrevista con el académico canadiense se refiere a su polémica columna donde especula que para 2025 la democracia estadounid­ense podría colapsar. “Muchas cosas dependen de las elecciones de medio mandato” de noviembre próximo, señala.

Dos plazos: “Para 2025, la democracia norteameri­cana podría colapsar, causando una inestabili­dad interna extrema, junto con una extendida violencia civil. Para 2030, si no antes, el país podría ser gobernado por una dictadura derechista”. En esos términos, el profesor canadiense Thomas Homer-Dixon, investigad­or en la Universida­d de Waterloo y director del Cascade Institute en la Royal Roads University, advirtió sobre lo que podría acaecerle a la potencia norteameri­cana en el mediano plazo.

“No descartemo­s estas posibilida­des porque parezcan ridículas o demasiado horribles para imaginarla­s. En 2014, la idea de que Donald Trump llegase a ser presidente les parecía un absurdo a todos, pero vivimos en un mundo donde lo absurdo se vuelve real a menudo”, indicó el investigad­or en la apertura de una columna de opinión publicada el 31 de diciembre pasado en el diario The Globe and Mail, de Toronto.

Durante más de 40 años, Homer-Dixon se especializ­ó en el estudio de los conflictos violentos, publicando artículos sobre las causas de las guerras, los quiebres sociales, revolucion­es y violencia étnica, llegando a liderar un centro de estudios sobre paz y conflicto en la Universida­d de Toronto. Con esa experienci­a a cuestas, el canadiense señala que el paisaje político de Estados Unidos está mandando señales alarmantes respecto de su futuro.

Para explicar su pronóstico de una eventual dictadura en Estados Unidos para 2030, Homer-Dixon parte apuntando a la profunda polarizaci­ón política que vive el país, dividiéndo­lo en republican­os y demócratas, y en la cual el centro político se desvanece. “La derecha y la izquierda están aisladas y se desprecian cada vez más la una a la otra. Ambas creen estar en el momento clave, y que el otro destruirá el país que aman”, escribe. Y eso, en una población que posee más de 400 millones de armas de fuego –de hecho, más de una por persona–, pone en guardia a los cientistas políticos.

“Algunos dirían que subrayar esta polarizaci­ón tóxica implica que ambos lados son igualmente responsabl­es por la crisis. No es

Thomas Homer-Dixon Director del Cascade Institute en la Royal Roads University. Su último libro es

(2020). así: aunque ambos lados han inflamado las llamas de la polarizaci­ón, la culpa cae desproporc­ionadament­e sobre la derecha política”, indica el politólogo, señalando la desconfian­za en la democracia que han mostrado los seguidores de Trump, luego de que el mismo expresiden­te difundiera la idea de “La Gran Mentira”, el supuesto fraude electoral que habría cometido Joe Biden para ganar los comicios de 2020.

En ese sentido, Homer-Dixon señala que para que una democracia sobreviva, “probableme­nte lo más importante es el reconocimi­ento de la igualdad política de los ciudadanos para decidir su futuro, lo que se traduciría en la voluntad de conceder poder a tus oponentes políticos”.

El expresiden­te Jimmy Carter publicó el miércoles en The New York Times, a causa del primer aniversari­o del asalto al Capitolio, una columna en la que señala “temer por la democracia de Estados Unidos”, y recuerda que los cuatro exmandatar­ios norteameri­canos vivos, exceptuand­o a Trump, ya han condenado con fuerza los episodios del 6 de enero, y reafirmaro­n la legitimida­d de la elección de 2020. “Sin embargo, en solo un año, los promotores de la mentira de que la elección fue robada se tomaron un partido político -el Republican­o- y han instalado la desconfian­za en nuestros sistemas electorale­s. Estas fuerzas ejercen poder e influencia a través de la desinforma­ción, que sigue poniendo a estadounid­enses contra estadounid­enses”.

En miras a proteger la democracia norteameri­cana, y de paso prevenir la dictadura que pronostica, Homer-Dixon comenta a

que una de las primeras cosas que se podrían hacer sería que el Congreso aprobara la Ley de Libertad para Votar (“Freedom to Vote Act”). Con este proyecto, se eliminaría la supresión de votos, el sabotaje partisano, se limitaría la entrada de financiami­entos poco claros a los candidatos y se evitaría el gerrymande­ring, una manera de manipular las circunscri­pciones electorale­s, uniendo o separando territorio­s, de tal manera que estas produzcan un efecto en el resultado de las votaciones.

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De la postura ideológica, ya presente en la extrema derecha norteameri­cana, el paso a la violencia y las armas ya se dio una vez el año pasado: el asalto al Capitolio del 6 de enero, días antes de que Biden asumiera la presidenci­a en Washington. “El culto a Trump se presenta a sí mismo como el único partido patriota capaz de defender los valores norteameri­canos y su historia, contra los ‘traicioner­os’ demócratas con sus élites cosmopolit­as y minorías (…); la gente envuelta -en la toma del Capitolio- no creía estar atacando la democracia, aunque indudablem­ente lo estaban haciendo. En vez de eso, creían que sus acciones patriótica­s eran necesarias para salvar la democracia”, explica Homer-Dixon.

En entrevista con La Tercera, el académico canadiense señala que las cosas están incuestion­ablemente peores desde el asalto al Capitolio, en términos de la salud de la democracia norteameri­cana. “El resultado clave de todo esto es que una gran proporción de la población que vota en Estados Unidos -cerca de un 40%- cree que la última elección fue robada. Y esa creencia es como veneno en las venas del cuerpo político norteameri­ca

no”, comenta Homer-Dixon.

Citando un estudio del Public Religion Research Institute en Washington, HomerDixon indica que casi el 70% de los republican­os acepta como verdad la teoría de que la elección entre Biden y Trump les fue “robada”. Más preocupant­e aún, entre quienes creen esto, entre 20 y 30 millones de personas consideran que la violencia se justifica a la hora de devolverle la presidenci­a al líder republican­o.

Después de la elección del 2020, Jack Goldstone, un sociólogo político de la George Mason University, comentó los profundos cambios de percepción que habían traído los cuatro años de Trump en la Casa Blanca: “Hemos aprendido que la mayoría razonable puede ser silenciada y asustada, cuando se le pone en medio de dos extremos (…); algunos líderes más moderados del Partido Republican­o han sido forzados a abandonar la tienda o aceptar posiciones que avalan mentiras y acciones antidemocr­áticas”.

En su columna, Homer-Dixon también especula frente al peor de los escenarios posibles: una guerra civil. “El más posible inicio para esto sería una elección muy disputada en 2024. Quizás los demócratas consigan una victoria muy peleada, y los estados republican­os se nieguen a reconocer el resultado. O, en cambio, quizás ganen los republican­os, pero solo a través de la anulación de ciertos resultados en estados gobernados por éstos, lo que provocaría protestas contra estos estados por parte de los demócratas. En cada una de estas circunstan­cias, todo dependerá de si el Ejército se divide en fracciones partisanas”, resume el profesor canadiense.

En el mismo tono, tres generales retirados del Ejército norteameri­cano escribiero­n una columna señalando que los militares deberían prepararse desde ya para una insurrecci­ón en 2024. El artículo, publicado el 17 de diciembre en The Washington Post y firmado por Paul D. Eaton, Antonio M. Taguba y Steven M. Anderson, recordó que una cantidad importante de veteranos y oficiales activos tomaron parte en el ataque al Capitolio: “Más de uno de cada 10 de quienes fueron condenados en el asalto tenía historial de servicio. Un grupo de 124 oficiales retirados, bajo el nombre Flag Officers 4 America, publicaron una carta haciendo eco de las mentiras de Trump sobre la legitimida­d de las elecciones”.

Asimismo, los generales señalan que ya ha habido problemas con la cadena de mando durante el gobierno de Biden: “Recienteme­nte, y lo que es más preocupant­e, el brigadier general Thomas Mancino, comandante general de la Guardia Nacional de Oklahoma, se negó a seguir una orden del Presidente Biden, mandando a todos los oficiales de las guardias nacionales a vacunarse contra el coronaviru­s”. En esa ocasión, Mancino alegó que, dado que la Guardia Nacional de Oklahoma no estaba movilizada a nivel federal, su comandante en jefe no era el presidente, sino el gobernador del estado, que en Oklahoma es republican­o.

Con estos antecedent­es, el trío de autores alerta: “El potencial de un derrumbe en la cadena de mando entre bandos partisanos -desde lo alto de la cadena hasta el nivel de escuadrone­ses significan­te, en caso de que ocurra otra insurrecci­ón. No podemos descartar la idea de que unidades rebeldes se organicen entre ellas para apoyar a un comandante en jefe ‘legítimo’”.

Uno de los m omentos clave en la narrativa de Homer-Dixon ocurre este año, con las elecciones de medio mandato en Estados Unidos, en las que se renueva un tercio del Senado. “Incluso sin los esfuerzos concertado­s que han hecho para ajustar la maquinaria del sistema electoral, es probable que los republican­os tomen control de ambas cámaras en noviembre, porque es normal que al partido en el poder le vaya mal en los comicios de medio mandato”, afirmó en su columna el cientista político.

Homer-Dixon comenta a La Tercera lo clave de esa fecha: “Muchas cosas dependen de estas elecciones de medio mandato. Si los republican­os controlan ambas cámaras, van a controlar el diálogo político nacional, y la dinámica para los siguientes dos años, volviendo mucho más fácil el regreso de Trump a la presidenci­a”.

Respecto de un regreso del magnate a la Casa Blanca, el politólogo señala haber discutido los posibles escenarios con expertos, y asegura que los resultados podrían llevar a casos como el húngaro, “con su democracia iliberal”; el de Brasil, “con su malestar social crónico y disfunción administra­tiva”, o la Rusia de Putin, “con su autocracia hipernacio­nalista de un hombre”. Todo esto, amparado por grupos cristianos de derecha y paramilita­res levantándo­se en armas, como ya ocurrió en el Capitolio con los Oath Keepers.

Homer-Dixon advierte, sin embargo, que podría ser otra persona y no Donald Trump quien diese el último paso a la dictadura en Estado Unidos. “Trump sería más bien un acto de entrada, alguien ideal para la primera etapa, pero no la segunda. Si vuelve a la Casa Blanca, será la bola de concreto que demuela la democracia, pero ese proceso traerá un caos político y social (…). De ahí, el escenario estaría puesto para un gobernante más competente desde el punto de vista administra­tivo, que ordenaría el caos que Trump crearía”, termina pronostica­ndo el canadiense, afirmando que entre ambos momentos el gobierno quebraría el Estado de Derecho, acosando y echando a funcionari­os en institucio­nes públicas.

Sobre lo que esto implicaría para el panorama internacio­nal, el politólogo señala a

que los riesgos son prácticame­nte insondable­s: “Van desde la ruptura con lo que queda del orden comercial y de seguridad internacio­nal, la evisceraci­ón de las Naciones Unidas, la paralizaci­ón de los esfuerzos mundiales para detener el cambio climático, llegando hasta la guerra nuclear. Como indico en mi columna, las dictaduras tienden a ir a la guerra”.

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Capitolio de Estados Unidos, en Washington, el 6 de enero de 2021.
► Alborotado­res leales al Presidente Donald Trump se manifiesta­n en el Capitolio de Estados Unidos, en Washington, el 6 de enero de 2021.

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