La Tercera

Monstruo grande y pisa fuerte

- Carlos Correa Bau. Ingeniero Civil Industrial, MBA Por Carlos Correa

Una de las heridas profundas que dejó el caos electoral en la renovación de las autoridade­s de la Convención Constituci­onal fue en la relación entre el Partido Comunista y el Frente Amplio. Por más que el convencion­al Jaime Bassa en una de sus metáforas tomara el asunto como “democracia en tiempo real”, el FA tuvo una derrota política al salir de la mesa y en la interna culpan al PC por la zancadilla.

Algo de ese dolor ha salido a la opinión pública. Daniel Stingo habló con tono de matinal para señalar que “el PC nos ha golpeado durante tres días”. Y en declaracio­nes que no pasaron inadvertid­as por el peso político que tiene su autora, la convencion­al Constanza Schonhaut planteó que “el PC no puede seguir replicando su intento de competir o excluir al FA”.

¿Antes de que asuma el nuevo gobierno realmente el PC busca golpear o excluir? La historia demuestra lo contrario, cada vez que han formado parte de un gobierno han sido una fuerza disciplina­da, que ha optado por el silencio respetuoso cuando las decisiones no les parecían, y por la lealtad mientras otros partidario­s del gobierno preferían la disidencia. Así fue en el gobierno de Allende , y sin duda en el gobierno de Bachelet. Más atrás también lo fue en los gobiernos radicales, hasta que un anterior Presidente Gabriel los sacó por la fuerza. Participar­on en la campaña con lealtad, pese que el mandatario electo cuenta en su trayectori­a política dos victorias a manos de los comunistas chilenos: en la elección para la Fech del 2012 derrotó a una mediática y ascendente Camila Vallejo, y en las primarias de este año su víctima fue el favorito de las encuestas, el alcalde Daniel Jadue. Curiosamen­te, la tensión se instaló en la Convención, donde pareciera que las aguas no se aquietan.

En ese espacio, los integrante­s del Frente Amplio parecieron muy confiados por la serie de éxitos que logró el bloque dominante con el PS e independie­ntes más moderados. Así lograron vencer al PC en la primera mesa directiva, dejándolos fuera para las vicepresid­encias adjuntas. También se logró en el reglamento instalar la regla de los 2/3, resistida profundame­nte por los comunistas, partido que, por cierto, no firmó el acuerdo de noviembre. Por tanto era ingenuo suponer que permitiría­n a cambio de nada una fórmula que ponía al Partido Socialista en la presidenci­a de la Convención.

Tras la descomposi­ción de la Lista del Pueblo, el PC había logrado nuclear alrededor a un grupo de más o menos un tercio de la Convención, que votaba en bloque. Eso le permitía tener un poder negociador, debido a la regla a la que ellos mismos se opusieron. La amenaza de un bloque dominante sin ellos podía terminar en una dispersión de su fuerza. Varios pensaron que no podía humillarse al partido de Recabarren y, por tanto, decidieron jugar el rol de un monstruo grande que pisa fuerte, como dice la canción interpreta­da por León Gieco.

También acá la impericia volvió a jugarle una mala pasada al Frente Amplio. Era mejor cauterizar la herida y dejar el conflicto en la Constituye­nte, para no tensar la designació­n del gabinete y, en especial, la convivenci­a en La Moneda. Para ello, los trucos verbales de Jaime Bassa eran necesarios y suficiente­s, y debió haber quedado allí. Por desgracia, las declaracio­nes de Stingo y Schonhaut sacan el conflicto de la Convención e instalan el veneno en la oficina presidenci­al de la calle Condell.

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