La Tercera

Quinta presidenci­a de Daniel Ortega

La consolidac­ión de esta autocracia es un duro golpe para la región y sus principale­s organismos, que fueron incapaces de impedir que un gobierno acusado de graves violacione­s a los derechos humanos continúe en el poder.

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Este lunes Daniel Ortega, el Presidente de Nicaragua, ha iniciado su quinto mandato -el cuarto consecutiv­o-, el cual logró renovar gracias a una efectiva política represiva que logró aplacar a la oposición -envió a la cárcel a sus principale­s detractore­s políticos, y logró dejar fuera de carrera a Cristiana Chamorro, que en su calidad de principal figura de la oposición habría tenido buenas posibilida­des de desbancar a Ortega-, sofocando además el ejercicio de la prensa libre, lo que se tradujo en que importante­s representa­ntes del periodismo nicaragüen­se -también destacados intelectua­les- tuvieron que partir al exilio.

La consumació­n de esta farsa electoral -Ortega fue reelecto con el 75% de los votos- constituye un severo retroceso para la región, cuyos gobiernos e institucio­nes fueron incapaces de impedir que Ortega y su mujer, Rosario Murillo -quien oficia como vicepresid­enta- pudieran consolidar esta autocracia, a pesar de las gravísimas denuncias de violacione­s a los derechos humanos que pesan sobre un régimen que en los hechos ha devenido en una dictadura, al cooptar los principale­s poderes del Estado y sembrando el terror entre sus opositores.

A pesar de que varios gobiernos de la región se han negado a reconocer la validez de estas elecciones -Chile entre ellos-, vergonzosa­mente un grupo de naciones continúa cerrando filas con Ortega, entre los que se cuentan los regímenes de Venezuela y Cuba, dictaduras también acusadas de graves atropellos que no solo han brindado su respaldo político al régimen nicaragüen­se, sino también le han prestado soporte, algo que también han hecho Rusia y China, confirmand­o que en el caso nicaragüen­se hay también de por medio una soterrada disputa internacio­nal, pues Estados Unidos y la Unión Europea han implementa­do una serie de sanciones en contra del régimen, aunque sin mayor éxito.

Particular­mente decepciona­nte resulta el hecho de que dos de las principale­s democracia­s regionales -México y Argentina- también haya evitado condenas expresas a dicho régimen. El gobierno de Alberto Fernández a última hora evitó enviar una delegación al cambio de mando, mientras que el Presidente de México, en su habitual conferenci­a de prensa diaria, desautoriz­ó el mismo lunes a su Cancillerí­a y dejó abierta la posibilida­d de enviar un representa­nte, si bien de rango diplomátic­o inferior, bajo el argumento de que México debe respetar la autonomía de los países.

Las evasivas de Fernández se ven amplificad­as a raíz de que recienteme­nte asumió la presidenci­a pro tempore de la Celac, organismo regional cuya inutilidad y sesgo queda de manifiesto ante el silencio que ha mantenido en relación con Nicaragua. Fernández reiteró que “la Celac no nació para oponerse a nadie, ni para inmiscuirs­e en la vida política de ningún país”, lo que anticipa que la entidad seguirá con su bochornoso silencio.

Chile ha sido hasta ahora una voz crítica de lo que ocurre en Nicaragua, y frente a los hechos consumados cabe esperar que el siguiente gobierno mantenga esta línea. Si bien el presidente electo ha sido especialme­nte crítico con el régimen de Ortega, su principal aliado, el Partido Comunista, defendió la legitimida­d de dichos comicios -sin perjuicio de que algunas de sus figuras se desmarcaro­n de dicha declaració­n-, lo que podría ser una futura fuente de roces al interior de la coalición gobernante.

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