La Tercera

La osada historia de cuando Vicente Huidobro raptó a su segunda esposa

- Catalina Araya

El poeta chileno no sólo es recordado por la vanguardia de su trabajo literario, sino también por su capacidad de volcar en su vida personal la osadía caracterís­tica de sus obras. A 129 años de su natalicio, recordamos el romance que envolvió a García-Huidobro con su concuñada, Ximena Amunátegui, y que escandaliz­ó a la alta sociedad chilena de la época.

Corría el año 1926 cuando Vicente GarcíaHuid­obro vio por primera vez a una bella joven de apenas 14 años, y que no pudo sacar más de su cabeza. En esos tiempos, la carrera del poeta ya se encontraba consolidad­a. Su nombre era reconocido en Chile y Europa, y ya se había codeado con artistas de talla mundial como Georges Braque y Pablo Picasso. Su vida personal también parecía estable, pues llevaba nada menos que 15 años de matrimonio con Manuela Portales, su primera esposa y madre de tres de sus cuatro hijos.

El nombre de aquella joven era Ximena Amunátegui, a quien el escritor vio por primera vez en una fiesta de disfraces celebrada en un salón de la sociedad santiaguin­a. El posterior acercamien­to que entabló con García-Huidobro culminó en la oposición de ambas familias a esta nueva relación. Y no sólo por la diferencia de edad –el poeta tenía 33 años, casi 20 más que la joven–, sino también por el parentesco que los unía: ella era su concuñada.

Sin embargo, nada de eso parecía importarle al escritor. Algunas fuentes dicen que fue la propia familia de la muchacha –que gozaba de una buena situación socioeconó­micala que provocó una detención que culminó con la posterior expulsión del poeta, obligándol­o a salir de Chile para instalarse una temporada en Nueva York.

Pese a la distancia, García-Huidobro se las arregló para entablar un furtivo intercambi­o de cartas. En uno de los mensajes, el escritor le confesaba: “Todo lo que he hecho son actos de un desesperad­o, de un loco, y tú tienes la culpa, tú eres la única causa... Soy capaz de cualquier cosa por tratar de olvidarte”.

En los dos años que pasaron separados, el poeta planeó en secreto lo que sería una operación de película, y que la periodista Faride Zerán consigna con lujo de detalles en su libro La guerrilla literaria. En su paso por Estados Unidos, el autor fue fotografia­do en más de una ocasión junto a glamorosas mujeres del entorno de Hollywood, en el marco del estreno de una película basada en su novela Cagliostro. La prensa que llegaba a Chile hizo creer a la familia Amunátegui que los peligros de una posible relación entre Ximena y el poeta eran cosa del pasado.

Para 1928, García-Huidobro se había trasladado a París. Y cuando todos creían que el poeta estaba en Francia, éste viajaba de manera clandestin­a a Santiago, bajo la pre

misa de regresar a Europa acompañado de su pretendida. El mismo día de su llegada, Ximena, con 16 años, avisa que pasará al dentista después del colegio, cuando en realidad había un auto esperando a que finalizara su jornada escolar.

Dentro del auto estaba él, disfrazado con un sombrero embutido y con una barba y bigote tan falsos como la excusa de la joven, con quien emprendió rápidament­e el camino al aeropuerto. Pero tras avanzar un par de calles se percataron de que un automóvil los seguía. Era la familia Amunátegui, que había sido alertada de las intencione­s escapistas de la pareja.

Casi como en una escena policial, el poeta sacó de su abrigo un revólver y se dispuso a disparar en contra de sus persecutor­es. ¿Su objetivo? Dar a las ruedas del coche para asegurar su ventaja. Suerte o no, el destino estuvo del lado del escritor. La operación fue todo un éxito y, ya de vuelta en Europa, la pareja se casó. Juntos tuvieron a Vladimir, el hijo menor de Vicente García-Huidobro.

El fin del amor

Pese a los esfuerzos requeridos para consumar la relación, lo cierto es que el matrimonio con Amunátegui se acabó en 1945. En esos años, García-Huidobro se encontraba trabajando como correspons­al de guerra en París, en lo que sería el último año de la Segunda guerra mundial. Allí, estaba encargado de redactar crónicas para la emisora internacio­nal La voz de América. Mientras tanto, su familia estaba radicada en Santiago.

En ese tiempo, los azares de la vida llevaron a que un entonces aspirante a poeta, Godofredo Iommi –protagonis­ta en la fundación del Instituto de Arquitectu­ra de la Universida­d Católica de Valparaíso-, se establecie­ra un tiempo en nuestro país. Luego de que su avión sufriera una serie de desperfect­os, decidió aprovechar la situación para pasar a conocer personalme­nte al afamado poeta chileno, Vicente García-Huidobro. Al acudir a la casa del escritor no se encontró con él. En su lugar, se topó con la esposa del poeta, de quien se enamoró perdidamen­te. El flechazo fue motivo suficiente para que el argentino decidiera radicarse definitiva­mente en Chile, entablando una relación con Ximena Amunátegui, con quien se casaría tiempo después.

Para García-Huidobro, el quiebre significó una traición y uno de los motivos de su adversidad literaria contra el poeta Iommi. Su ex esposa le anunciaría el término definitivo de su relación en una carta fechada el 27 de marzo de 1945. “Comprendo que tu estrella sea distinta a la mía. Y aunque el tuyo sea otro destino, sé profundame­nte que el mío es el mío”. Con esas palabras, se cerraba el capítulo que había unido la vida de la joven con la del poeta.

Vladimir, el hijo de ambos, entregó detalles del quiebre amoroso de sus padres en entrevista con El Mercurio. “Me acuerdo que en el último tiempo, pese a que la quería mucho, se dedicaba a decirle pesadeces en público. Siempre me he preguntado si era porque ya había captado lo de ella con Godo”, sentenció.

Los últimos años de García-Huidobro

Ese mismo año, el poeta fue dado de baja en sus labores como reportero. El término de la guerra se acercaba y decidió volver a Chile junto a Raquel Señoret, su última compañera. Allí se radicó en Cartagena, donde vivió hasta su muerte, causada unos años después por una hemorragia cerebral, en 1948.

Pese a todo, su hijo recuerda que incluso Señoret reconocía que el gran amor de su padre había sido Ximena. “Él se sentía cabal y genuinamen­te el mejor de todos, pero en realidad le debe haber dolido que no se lo dijeran, porque era muy vanidoso. Particular­mente en sus últimos tiempos, porque no fue tan reconocido como antes, y además se había separado de mi mamá, a quien quiso hasta el final. Incluso Raquel Señoret decía que el gran amor de Vicente fue Ximena”.

Los años que García-Huidobro compartió con su segunda esposa fueron los más fructífero­s para él en términos de producción artística. En ese intervalo de tiempo publicó la novela Mío Cid Campeador, Hazaña (1929); Temblor de cielo (1931); Cagliostro, en formato novela (1934) y la que quizás sea la obra más importante de su carrera, el poemario Altazor (1931).

El último hijo del escritor resume así la historia amorosa de sus padres: “Dejaron la grande. Mi madre era hija de Domingo Amunátegui, que fue rector del Instituto Nacional, después de la Universida­d de Chile, historiado­r conocido, educador y autor de varios libros. Manuela Portales, la mujer que abandonó, era descendien­te de Diego Portales y Andrés Bello, así que lo que hizo no era ningún chiste”.b

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