Elevando la discusión: los debates que marcaron la semana
El péndulo de la historia
La historia es un péndulo y se mueve de un extremo a otro del espectro político. Un asunto de equilibrios, dirán algunos. Porque si hace pocos años el “barrio” giró hacia la derecha con Macri en Argentina, PPK en Perú y Sebastián Piñera en Chile –sin contar a Colombia que con matices más, matices menos desde fines del siglo pasado se mantenía a ese lado del espectro- el año pasado todo comenzó a cambiar. Es verdad que en rigor el primero fue Argentina, con el retorno del kirchnerismo al poder, pero hay que reconocer que el triunfo de Gabriel Boric en diciembre le dio un nuevo aire a la tendencia. Y esta semana al baile se sumó Gustavo Petro. Lula llegará el 1 de enero... si gana en octubre.
Pero más allá de ello, el hecho, como apunta The Economist, es que América Latina parece estar acostumbrándose a elegir en- tre extremos. Pasó con Pedro Castillo y Keiko Fujimori en Perú; con Gabriel Boric y José Antonio Kast en Chile; con Gustavo Petro y Rodolfo Hernández en Colombia y pasará lo mismo en Brasil. “En una región que estaba descontenta incluso antes de la pandemia, ya no parece haber muchos partidarios de la moderación”, escribe la revista británica. El centro se desfondó, no sólo en Chile sino en toda la región –e incluso más allá, basta preguntarle a Macron en Francia. Y, como escribe Javier Sajuria esta semana, lo que viene parece ser una nueva marea rosa que se está tomando la región. Pero colores más, colores menos, el tema es definir el perfil de esa marea. Como apunta el propio Sajuria, la pregunta es “qué puede ofrecer esta nueva arremetida (de la izquierda) que no sea un refrito del antineoliberalismo del Foro de Sao Paulo”. Porque, agrega, “ya no basta con la crítica al imperialismo ni con reducir todo conflicto a un problema de clase; tampoco basta con la fórmula populista que ha mantenido vivo al kirchnerismo”. Es un asunto de redefinir la izquierda. ¿No más universalista, sino identitaria, como apuntaba hace algunas semanas Alfredo Joignant en una entrevista a este diario? Algo dice también Sajuria. Esta nueva izquierda, “debe reconciliar el rol del Estado en una economía moderna, ya no desde la dicotomía entre privatización y nacionalización” y “convencer que puede equilibrar la disciplina fiscal con un estado que aumente los espacios de bienestar”. El dilema no es simple.
Y más allá de que en el caso colombiano el futuro gobierno de Petro “sigue siendo impredecible” y “sus proyectos más ambiciosos chocarán con la realidad”, según el historiador británico y experto en América
Latina, Malcolm Deas, el hecho es que, como agrega Álvaro Pezoa, “no hay ninguna certeza de que las izquierdas de la región vayan a hacer mejor la tarea que sus opositores de derecha”. Y si bien, dirán algunos, estos ya tuvieron su oportunidad, para Pezoa lo sucedido permite también sacar lecciones para que “las corrientes de derecha logren arraigar en el continente”. Es un asunto de educación y cultura, dice, para que “la población deje de esperar que el Estado sea el gran proveedor y solucionador de los problemas”. Una “lucha cultural”, que, por ahora, va ganando la izquierda.
¿Ambientalismo/sindicalismo?
Y si de dilemas de la izquierda se trata, el gobierno de Gabriel Boric suma más de alguno. La semana pasada con el cierre de la fundición Ventanas de Codelco, se instaló probablemente uno de los más complejos. ¿Política medioambiental o social? ¿Es posible compatibilizar las dos? o ¿las medi– das para solucionar un problema tendrán consecuencias inevitables en el otro? Basta preguntarle a Emmanuel Macron y los chalecos amarillos. Y si bien La Moneda logró descomprimir el problema esta semana, el desafío de largo plazo no será fácil. Aunque, hay que reconocer, como apunta Carlos Correa, que “a diferencia de otros eventos, en éste el gobierno decidió salir a jugar de manera audaz y no a navegar según la dirección del viento”.
Como decía Winston Churchill, la política no es un juego, sino un negocio serio. Y por estos días parece ponerse cada vez más serio. Porque más allá de que cómo agrega Paula Walker la decisión de cerrar Ventanas muestra coherencia del Presidente con su propio programa, “la coherencia tiene costos y el gobierno lo sabe”. Pero la clave, agrega, es tener “mayor capacidad de coordinación, imaginar escenarios y preparar respuestas”, porque los conflictos a veces son externos, pero otras “se sabe que vendrán con tiempo y pueden prepararse con anticipación”. Más aún cuando el tema ambiental se está convirtiendo en eje de muchos políticos de izquierda. Ahí está lo del Green New Deal. Pero de eso se trata al final gobernar, anticiparse a los problemas o saber desviarlos. O como decía Bejamin Disraeli, aprender a jugar a la política, el mayor juego de azar que existe.
Más aún cuando, como apunta Pablo Ortúzar, más que plurinacionalidad lo que tenemos por delante son “pluriproblemas”. “Nada de lo que se tenía por seguro hace pocos años hoy mantiene esa solidez”, dice. Y “el mundo de ayer” –como el título de esas extraordinarias memorias de Stefan Zweig “ha sido desbaratado por todos los flancos”. Una comparación que por arbitraria que parezca no es improcedente. Hay algo que rima por estos días con Zweig. Aunque está vez, según Ortúzar, lo que se cierne sobre el planeta es una crisis alimentaria de proporciones, que convive mal con el nuevo proyecto constitucional. Y, a final, dice, “si el nuevo orden chileno fracasa en el desafío alimentario, los vapuleados 30 años terminarán pareciendo un paraíso.
Sobre símbolos y autogoles
Pero si de nuevo orden y proyecto constitucional se trata, los ruidos siguen contaminando el proceso –sin contar los crujidos del otro ajuste, el del gobierno, que esta semana sumó otro problema, el de la polémica por el gabinete Irina Karamanos. La confusa invitación a los expresidentes alimentó la inspiración de más de un columnista por estos días. “Un gesto de sinceramiento”, apuntó Max Colodro, sobre el deseo refundacional de la CC. Los símbolos importan. Y ha habido muchos en la Convención, agrega, desde esa apertura donde “gritos y consignan impiden la interpretación del himno nacional” y un cierre “donde un sector relevante se negó a invitar a los expresidentes. Ahí está “la idea de un Chile... que exige demoler lo pasado”. Un asunto de honestidad, dirán algunos. Y por estos días es algo que “debe agradecerse”, escribe Colodro. Pero al margen de ello, el episodio, según Ascanio Cavallo, lo que revela es “esa idea de (un sector de) que es necesario deconstruir tanto la República como la historia, para dar un paso decisivo a un nuevo orden político y social”. Tiempos de revoluciones a fin de cuenta. Y una que tampoco reconoce los símbolos de ese pasado que quiere demoler, porque como agrega Cavallo, “es significativo que alguien tenga que convencer cada vez a la directiva de emplear la bandera, el escudo y el himno nacional”. El nuevo Chile funciona con otras lógicas. ¿Qué dirección tomará? Nadie lo puede decir.
Pero si los símbolos importan, también la política. Y ese juego de unos y otros de cara al plebiscito del 4 de septiembre parece, según Daniel Matamala, un juego de autogoles, donde partidarios del Apruebo y del Rechazo más que favorecer a los suyos terminan alimentando el apoyo al contrario. Al final, el plebiscito del 4 de septiembre puede terminar definiéndose por el que comete menos errores y no por el que realmente convence a los votantes. Por estos días nada parece seguro. El péndulo sigue moviéndose... basta revisar la sentencia de la Corte Suprema de Estados Unidos sobre el aborto. Los tiempos cambian.