La Tercera

EL DILEMA DEL CENTRO

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SEÑOR DIRECTOR:

Ser de “centro” puede entenderse de dos maneras. Por una parte, de modo sustantivo, ser de centro es buscar un punto medio entre valores que se juzgan como fundamenta­les, pero que, sin embargo, se reconocen como limitados en alguna medida por otros: libertad y regulación, mérito y solidarida­d, conservaci­ón e innovación, etc. Por otra parte, de modo puramente formal, ser de centro es preferir, simplement­e, el medio aritmético entre dos extremos para, así, resguardar que un extremo no elimine al otro, salvando la existencia de la oposición (ciertament­e, un principio clave de la vida democrátic­a).

De más está decir que la identidad del centrista se debilita cuando persigue un centro sin contenido y meramente relativo a los extremos cambiantes. En una dicotomía como la actual (o se aprueba o se rechaza) poco sentido tiene buscar el medio entre los extremos y solo una considerac­ión sustantiva puede ayudar a un centrista a tomar posición.

La situación actual obliga al centrista, además, a poner su atención en la propuesta constituci­onal misma y no hacer un cálculo respecto a las externalid­ades que un camino u otro traerán en el corto plazo. El vivir políticame­nte haciendo esta clase de cálculos debilita, sin duda, también la identidad y la convicción. Lo que conviene que un votante de centro someta a evaluación es, en cambio, si la propuesta realmente contribuye al equilibrio de fuerzas entre los poderes del Estado, si representa la diversidad política e ideológica del país, si favorece o no formas de extremismo, si es garante en el largo plazo de estabilida­d política y social, y si concilia adecuadame­nte los valores que el centro reconoce como fundamenta­les.

Solo así, quizás, el centro recupere una identidad política fundada en conviccion­es y no en una pura determinac­ión relativa a los extremos de turno.

José Antonio Giménez Salinas

Profesor de Filosofía Universida­d de los Andes

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