La Tercera

“Hay ambulantes que ganan dos millones en medio día, pero no pagan un solo impuesto”

El propietari­o de El Sultán,

- Ignacio Leal

uno de los comercios más antiguos del tradiciona­l barrio, saca la voz para contar, desde adentro, cómo ha afectado el comercio callejero a los locatarios. Asegura que el problema, pese a la estrategia de seguridad que ha levantado la delegación presidenci­al de la Región Metropolit­ana, se mantiene casi igual y advierte que en septiembre, con la llegada de las Fiestas Patrias, volverá a agudizarse. “Las mafias han existido siempre”, dice.

Yamahl Naser (60), el dueño de la clásica librería El Sultán de Salvador Sanfuentes, en el corazón del barrio Meiggs, aún sufre por el incendio que en enero del año pasado la consumió casi por completo. El autor fue un vagabundo que intentando capear el frío avivó un fuego que terminó destruyend­o buena parte de los casi 70 años de historia del local.

Fue un síntoma más, dice, del abandono que por años ha sufrido el polo comercial, hoy asediado por el comercio callejero. Está agobiado. Asegura que el problema, pese a la estrategia de seguridad que ha levantado la delegación presidenci­al de la Región Metropolit­ana, se mantiene casi igual y advierte que en septiembre, con la llegada de las Fiestas Patrias, volverá a agudizarse, repitiendo imágenes que han marcado negativame­nte al barrio. Está asociado con más locatarios, pero en esta entrevista habla a título personal.

¿Pero en qué momento se desbordó el comercio callejero?

Fue con la alcaldesa (Carolina) Tohá. Ahí se otorgaron una cantidad de permisos impresiona­ntes, no solo para Meiggs, sino para el centro o para el barrio Franklin, entre otros. Con ella no se respetó el acuerdo que había con los locatarios de no colocar toldos frente a los locales, obstruyend­o el paso. De ahí, los otros alcaldes hicieron vista gorda.

¿O sea, este es un problema histórico?

El alcalde (Jaime) Ravinet lo había controlado, pero con (Pablo) Zalaquett el problema regresó. Con él, se otorgaron permisos precarios para personas que no podían encontrar trabajo, principalm­ente personas con discapacid­ades físicas. Pero estos puestos comenzaron a multiplica­rse y al final se decidió construir un paseo por Salvador Sanfuentes, entre Bascuñán Guerrero y Exposición. Se suponía que esto iba a estar bien estructura­do, pero los puestos comenzaron a agrandarse, a ocupar más espacio público y dejaron de ser de ayuda social, sino que se transforma­ron en verdaderos locales comerciale­s que vendían muchísimo, pero sin pagar impuestos.

¿Y ya en ese tiempo había mafias controland­o el espacio público?

Eso ha existido siempre, desde que descubrier­on que era un muy buen negocio y que no tenía control alguno.

¿Cómo operan estas mafias?

Antes, había una persona que cobraba un monto a los locales a cambio de protección. No tengo las pruebas, pero es sabido que esa persona cobraba de todos los puestos un monto mensual de 50 mil pesos, aproximada­mente, antes del estallido social. Pero hoy, lamentable­mente, esto ya se trasladó a los locales establecid­os también. Y a los callejeros ya no les cobran por protección, sino por dejarles colocar su paño en el piso… A ese nivel evolucionó esto.

¿Estas mafias son chilenas o extranjera­s?

Ambas. Quizás, al principio fueron los extranjero­s, porque esto no se había visto antes, pero como el chileno aprende rápido cuando se trata de delinquir, comenzaron a hacerlo ellos también. Y es triste, porque ahora todos caminamos con miedo por el barrio. Yo siento miedo salir a comprarme una bebida, mis trabajador­es sienten miedo al llegar al Metro, que está a dos cuadras. ¿Qué es peor que sentir un miedo que no te deja vivir normalment­e? No puedes sacar ni el celular para contestar un llamado o lo que es peor, puedes morir buscando el sustento para tu familia.

¿Cuáles son los problemas que sufre el barrio Meiggs?

Hay dos problemas grandes. Uno, es la cantidad de migrantes ilegales que buscan la forma de ganarse el sustento vendiendo en la calle, con la permisivid­ad de las autoridade­s para ello. El otro, es el comercio con patente de la calle, pero que no tiene un control tributario sobre las ventas que realiza. Ellos contratan a cualquier trabajador, sin

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