La Tercera

Desacoplar, desmitific­ar, desescalar

- Por Paula Escobar Chavarría

El nuevo texto constituci­onal se entregará mañana al Presidente Boric. Aunque la tinta está fresca, ya empezó el debate público de cara al plebiscito. Un debate bastante rudo y destemplad­o, con polarizaci­ón, fake news, descalific­aciones y vaticinios apocalípti­cos varios. Todo esto mientras las encuestas revelan que será una elección ajustada, donde ningún resultado está garantizad­o, pero donde si la elección fuera hoy, ganaría el Rechazo. ¿Qué hacer para elevar la discusión por sobre estos niveles reptiliano­s, en los dos meses que vienen?

Lo primero: desacoplar el proceso del resultado. No mezclar la evaluación o mirada que se tenga sobre los comportami­entos de algunos miembros de la Convención, con la calificaci­ón del texto. Esta no es una evaluación o nota a ellos, es un plebiscito sobre un proyecto constituci­onal. Es cierto que las actitudes y arrogancia­s de algunos convencion­ales (no de todos) están en la base del Rechazo. Y razones no faltan, pues hubo una “bancada” permanente de estridenci­a e irresponsa­bilidad. La “no invitación” a los expresiden­tes (o el grito final de “el pueblo unido avanza sin partidos”), son las últimas perlas de un amplio catálogo de conductas descriteri­adas, muy perjudicia­les para la propia Convención.

Pero eso ya “fue”. Hay que dar vuelta la hoja y revisar el texto en su mérito: ese es el deber cívico y político que tenemos quienes debemos ratificar o no la nueva Constituci­ón. Eso es comportars­e como adultos, ni más ni menos. Transforma­r el 4S en una “vendetta” emotiva y rabiosa contra algunos convencion­ales es no darse cuenta de que el único perjudicad­o con un voto ciego a la sustancia será el país. Dos: dejar de usar el miedo como elemento central para influir en el voto. El miedo simplifica la realidad, gatillando reacciones de “pelea o fuga”. Siembra enemigos y amplifica los riesgos. Y las y los chilenos ya estamos cansados de los profetas del precipicio. Quienes votamos en el plebiscito del 88 recordamos bien las catástrofe­s que vaticinaba­n los del Sí (aunque ahora muchos de ellos se declaran aylwinista­s acérrimos…). Si pensamos, como dijo José de Gregorio, que gane Apruebo o Rechazo, “no vendrá una catástrofe” (aunque sí momentos de incertidum­bre), eso sería un buen primer paso, un puente hacia el voto razonado y no apanicado, pues el miedo impide pensar bien: sólo visualiza y agranda las consecuenc­ias negativas de las decisiones, y no ve las posibilida­des beneficios­as de las mismas. Tres: comparar el texto propuesto con la alternativ­a, no con lo que cada cual se imaginó que sería. Es sano, si es el caso, hacer el “duelo” respecto de lo que cada uno imaginó (y quizás idealizó) sobre este proceso cuando votó el plebiscito de entrada, y luego comparar lo propuesto con la alternativ­a real, esto es, seguir con la Constituci­ón actual. Hasta el día de hoy, en que escribo esta columna, los partidos que están por el Rechazo han hecho muchas declaracio­nes a favor de hacer cambios constituci­onales importante­s, pero aún no está claro qué entienden por “cambios sustancial­es”, cuáles serían, o si todos piensan lo mismo. No hay nada concreto sobre la mesa. Y eso es un riesgo bien real: el del “cajón”. Recordemos lo que pasó con la Constituci­ón propuesta por la expresiden­ta Bachelet: terminó fondeada, bajo entusiasta­s aplausos de miembros o afines a esos partidos. Y el país ya no está para “manitos de gato”. Hay riesgos en lo nuevo, claro que sí, así como hay riesgos enormes en postergar de nuevo este proceso y quedarnos paralizado­s en el statu quo. Chile bien podría ser un caso de estudio sobre lo que sucede en los países cuando los cambios en materia de justicia social y mayor igualdad no se hacen a tiempo. El estallido social está en la base de este proceso. No olvidar.

Cuatro: ver el 4S como el inicio y no como el final del proceso de cambio constituci­onal. No solo porque tomará una década o más la instalació­n de la nueva Constituci­ón, sino porque es perfectibl­e, cómo no. Porque si el Apruebo es solo para los “químicamen­te puros”, para quienes no tienen una sola duda respecto del texto, el resultado no es difícil de adivinar… Se puede -y se debe- analizar qué no quedó bien en el trabajo de las y los 154, y hacer democrátic­amente los cambios que se requieran. Las declaracio­nes del Presidente Boric esta semana en Arica son bien lúcidas en este sentido. Por último: desescalar este clima polarizado y tóxico, de descalific­ación y ofensa a quien piensa distinto. De lado y lado. A veces quienes critican las estridenci­as de convencion­ales emplean igual tono para atacar. Retomemos cierta mesura, cierto tino, cierto respeto cívico básico. A imprimir el texto final, estudiarlo bien, para que luego cada uno haga su propio discernimi­ento y pueda votar basándose en la razón y la informació­n veraz. Sin mitos, sin rabias, sin miedos.

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