La Tercera

Lealtad con la democracia

- Por Gonzalo Cordero | Abogado

De los valores humanos, la lealtad es el más valioso y uno de los más difíciles de vivir en plenitud. El nombre de Judas, el apóstol que vendió a Cristo por treinta monedas, se convirtió en el peor adjetivo que se puede espetar a una persona, encarnació­n de la traición y la vileza, indignidad secular al que viola la fidelidad que se debe a aquellos con quienes guardamos un compromiso. Ninguna institució­n humana resiste si sus miembros no le son leales, ni la familia, ni la amistad, ni tampoco la democracia.

Es un signo de nuestros tiempos buscar el éxito de cualquier forma. Santos Discépolo, que vivió mucho antes de las redes sociales, se quedó corto en su tango Cambalache, este siglo supera su descripció­n del pasado. Trump, por ejemplo, no ha sido leal con su democracia, ni con el Partido Republican­o, ni con sus competidor­es; pero entre nosotros hay equivalent­es o peores y están precisamen­te entre quienes más abjuran del estilo y las ideas del ex gobernante estadounid­ense.

¿En qué consiste ser leal con la democracia? Básicament­e en acatar sus reglas, especialme­nte cuando se está en la oposición, permitiend­o que la mayoría pueda gobernar, ejercer el poder e implementa­r sus ideas dentro de las institucio­nes y sus contrapeso­s formales.

En los últimos días ha quedado en evidencia que el Frente Amplio y sus principale­s figuras no son leales con nuestra democracia, mientras fueron oposición al gobierno anterior calificaro­n cualquier intento por preservar el orden público como uso excesivo de la fuerza, allí donde hubo un lesionado lo definieron de inmediato y siempre como violación de los derechos humanos; todo desmán, violencia, incendio y apropiació­n por la fuerza del espacio público fue legitimado y sus autores validados como “manifestan­tes”.

Jamás se allanaron a reconocer que en La Araucanía había terrorismo, rechazaron toda iniciativa que mejoraba la persecució­n legal de esos delitos; en materia económica, apoyaron los retiros de fondos previsiona­les.

Ahora, desde el gobierno, han hecho exactament­e lo contrario: la fuerza pública es legítima, los policías están expresamen­te validados para usar sus armas de fuego, sin que ello sea atentatori­o contra los derechos humanos; hacen gestos de respeto y aprecio por Carabinero­s, llamando a sus funcionari­os a cumplir con su deber de mantener el orden público; reconocen el terrorismo en La Araucanía y buscan que se mejore la legislació­n. En fin, ahora también se oponen a los retiros.

Yerran quienes ven en esto una evolución y signos de gobernabil­idad. Es exactament­e al revés: estamos viendo la expresión concreta de la deslealtad con la democracia, del doble estándar que reclama para sí el respeto a las reglas que niegan a los adversario­s. Reventar el país es legítimo si gobierna la derecha, pero las institucio­nes se respetan si gobiernan ellos. Ninguna democracia se sostiene así, porque la democracia exige lealtad cuando se gana y cuando se pierde, virtud que el Frente Amplio ha confirmado ahora que no tiene.

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