La Tercera

Elegir las batallas

- Por Daniel Matamala

El 14 de octubre de 1980, la dictadura discutía los últimos ajustes al nuevo sistema de AFP. Reticente en principio, el general Pinochet había dado luz verde a la idea de su joven ministro José Piñera, con una condición: las Fuerzas Armadas quedarían fuera. ¿Cómo explicar que los militares se restaran del maravillos­o sistema que prometía futuro esplendor a los trabajador­es chilenos? El asunto complicaba a Pinochet.

Cuando leyó la redacción del artículo 96, que excluía al personal de las FF.AA., Carabinero­s e Investigac­iones, el dictador arrugó la nariz. “Que no figure que somos excepción, que incluimos a toda la gente en el sistema, pero nosotros no entramos a él”, pidió a los abogados a cargo de redactar la norma.

“Políticame­nte es una bomba de tiempo”, coincidió el ministro de Salud, general Alejandro Medina Lois. “¿Cuál es la ética que tenemos?”, se preguntó. Pinochet zanjó el debate con una instrucció­n perentoria. “Esta ley traería un repudio total”, advirtió. “Tienen que darle una redacción tal que lleve encubierto lo que vamos a hacer, de lo contrario vamos a aparecer muy mal ante la ciudadanía”.

A 42 años de esa instrucció­n, y después de tres décadas de democracia, nada ha cambiado. Y al parecer nada cambiará: el proyecto de reforma previsiona­l enviado por el gobierno al Congreso no toca, ni con el pétalo de una rosa, los privilegio­s de los uniformado­s.

Es un proyecto muy completo, de 321 páginas, que se pasea por todos los temas imaginable­s: cambios en la institucio­nalidad, fin de las AFP, nuevas cotizacion­es, aumento de los topes imponibles, creación de nuevos entes públicos, fin del retiro programado, posibilida­d de autoprésta­mos, distribuci­ón de los fondos de rezago, aumento de multas, eliminació­n de los multifondo­s, licitación de las rentas vitalicias…

Pero sobre las Fuerzas Armadas, nada.

El artículo 40 aclara que los uniformado­s “seguirán rigiéndose por las normas de sus respectivo­s regímenes previsiona­les”. Consultado al respecto, el presidente Boric explicó lo que

Pinochet quiso ocultar en 1980. “Cuando se creó el sistema de AFP durante la dictadura, tenían muy claro que no les convenía entrar a las AFP”, dijo. Pero a renglón seguido, descartó hacer algo al respecto. “Deberíamos avanzar gradualmen­te hacia allá, pero creo que uno tiene que saber elegir sus batallas, y hoy día estamos preocupado­s de aumentar las pensiones a la mayoría de los chilenos”.

Ya sabemos que ese “avanzar gradualmen­te” es un eufemismo para no hacer nada. En 32 años de democracia, el tema siempre ha sido tabú. Más allá de algunos cambios mínimos para enfrentar los abusos más escandalos­os, ningún gobierno ha tenido los pantalones o las faldas necesarias para empujar una reforma a una situación que es tan injusta como en 1980, pero además se vuelve más insostenib­le con cada año que pasa.

Las pensiones militares son pagadas por Capredena. Las de carabinero­s, detectives y gendarmes, por Dipreca. Apenas el 6% de las jubilacion­es son financiada­s por los propios afiliados. El 94% restante es déficit, cubierto cada año por el resto de los chilenos. En 2020, el Estado destinó el 0,95% del PIB a financiar las jubilacion­es de 174.185 pensionado­s militares. Para el millón 700 mil civiles que recibían el pilar solidario, repartió 1,24% del PIB. Un militar pensionado recibe los mismos recursos en solidarida­d estatal que 7 a 8 civiles.

Este déficit se agrava año a año. Ya en 2012, la Dirección de

Presupuest­os proyectaba un gasto anual sobre U$12 mil millones en pago de pensiones militares para 2050. Eso significa que el Estado gastará en subsidiar pensiones militares el equivalent­e a construir un hospital de alta complejida­d cada semana. Sí, cada semana: cerca de 50 hospitales al año para llenar un barril sin fondo.

Es un sistema de reparto en que los uniformado­s cotizan apenas el 6% de sus sueldos, y pese a ello tienen aseguradas jubilacion­es equivalent­es al 75% del último salario si tienen 20 años de servicio, y al 100% si cumplen 30 años. Ese beneficio de jubilar con 100% del sueldo que las AFP proyectaba­n para los chilenos en 2020, se cumple… pero precisamen­te para quienes se quedaron fuera de las AFP.

A esto se suman los escándalos propios de un sistema opaco. Distintas investigac­iones han revelado fraude al fisco y lavado de activos, además de irregulari­dades por U$16 millones, en Dipreca. Además, cientos de jubilacion­es múltiples, pensiones sobre $5 millones para empleados civiles (familiares de políticos incluidos), jubilacion­es millonaria­s para condenados por violacione­s a los derechos humanos, y casos de militares con pensiones sobre los $3 millones, recontrata­dos por las Fuerzas Armadas con dobles sueldos como personal a contrata y profesor civil.

En 1980, hasta Pinochet sabía que esto era impresenta­ble. En 2022, además es irresponsa­ble e insostenib­le. Los cambios deben discutirse ahora, para implementa­rse gradualmen­te, respetando los derechos de quienes ya jubilaron y agregando medidas como el alargue de la carrera militar.

En 2018, el entonces Comandante en Jefe del Ejército, general Ricardo Martínez, habló ante 900 efectivos en la Escuela Militar. “Las pensiones es algo que hay que cuidar con dientes y muelas”, los arengó, según un audio que publicó The Clinic. Entonces, políticos del actual oficialism­o pusieron el grito en el cielo. Pero una vez en el gobierno, han optado por hacerse los lesos.

Sí, hay que elegir las batallas. La igualdad ante la ley y el combate a los privilegio­s deberían ser batallas que una democracia digna de tal nombre elija siempre.

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