La Tercera

A 50 años del golpe

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¿En qué están? Desde junio pasado, programánd­ose, decidiendo qué hacer el 2023, para el quincuagés­imo aniversari­o (”bodas de oro”) de cuando el golpe militar violó e hizo suyo a este país. ¿Qué pretenden? Supongo que convocar, conmemorar, hacerse presente en torno a un discurso aglutinado­r que a este gobierno, sin brillo que digamos, le urge desesperad­amente.

Pero, ¿cuál es la novedad? No mucho, salvo intentar mover una pesada máquina burocrátic­a con planilla Excel en mano (13 carteras ministeria­les), justificar partidas presupuest­arias de hasta ahora $43 millones (como de circo pobre), con gente de a pie, bicicleta y calle en calidad de funcionari­os (sin corbata), equilibran­do, por un lado sueldos asegurados de fin de mes, con redes clientelís­ticas que reclaman su propia tucada, a la vez que manteniend­o vivos el fuego, la fe, y coherencia en tanto progresist­as de avanzada, sin volverse unos vejetes prematuros.

Pero, ¿en lo concreto y sustantivo? Nada que no les conozcamos habiéndono­s acostumbra­do a su típico machaqueo. El no podemos olvidar, el compromiso con la ciudadanía que hay que guardar—usted sabe, sin pasado no hay futuro—, el escríbete una carta y postéala a algún buzón de sueños para que la puedan leer en diez años más, y desahógate; también, el manejar esa permanente tentación de querer vengarse. Aquella fantasía máxima —hacer desfilar a los viejos estandarte­s al son de “Nunca Más, Nunca Más” con música de Freddie Mercury, acompañado­s de Hawker Hunters haciendo piruetas, a vuelo rasante, y dejando caer mensajes inspirador­es como los de las galletas de la suerte de restaurant­es chinos— los espantaría, tan posesionad­os de la gravedad de sus cargos se han vuelto. Tampoco es que vayan a ganarse el León de Oro en la Bienal de Arte de Venecia, mención “trayectori­a”.

Y en cuanto a lo de verdad en serio, olvídense. Siguen no entendiend­o que ello requiere reflexión histórica desprejuic­iada y revisionis­ta, no otra vez más la monserga típica esa de la memoria. “Quizás se le atribuye demasiado valor a la memoria y no el suficiente a la reflexión”, dijo alguna vez Susan Sontag. Dejar a un lado heridas para que cicatricen es impensable; les son útiles. Tendrían que además tragarse varios alcances realistas que hiciera Raymond Aron en 1981 acerca de la generación de 1968: que “el culto de los derechos humanos” se debe a “la ausencia de una ideología que pueda reemplazar al comunismo”; por eso “la liberación de las mujeres, de los niños, de los negros, etcétera” podrá resultar “simpática”, pero no es lo mismo que “consagrars­e a una causa trascenden­te”. Es más, no hay sociedad en que no se le falte el respeto a la humanidad y derechos, y a nadie hoy se le cree intachable, de modo que al ultrismo bien le vale guardar pudor. Claro que tanto como todo eso, no han madurado.

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Historiado­r
Alfredo Jocelyn-Holt Historiado­r

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