Elevando la discusión: los debates que marcaron la semana
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donde la cultura nacional reacciona uniendo fuerzas”, “vuelven a caer en lo mismo”. Es “esa compulsión -casi freudiana- al autogol”, apuntaba Paula Escobar. Después de todo, “hacerse cargo, como le corresponde, de combatir los feroces incendios que han afectado al país le dio al gobierno la oportunidad de recuperar la agenda, de (…) mostrar su capacidad y simbolizar lo unitario”, escribía. Pero, al final, dejó pasar la oportunidad y como esa canción de Emmanuel, “todo se derrumbó”. “Es difícil entender”, apunta Escobar, “cuál es el propósito de cambiar el foco de combatir los incendios para debatir un proyecto que (…) no está en el plan del gobierno”. “Desprolijidades”, cuya solución pasa, según Escobar, por salir de la encrucijada entre “enfrentar la realidad que se tiene por delante” o “dar rienda suelta a la política testimonial”. Y el problema de todo esto, para la economista Gabriela Clivio, es la incertidumbre o más bien “la mala política de avivar la incertidumbre”. “En vez de construir acuerdos entre el mundo privado y el mundo público se opta por el enfrentamiento entre empresarios y gobiernos”. Suena a guion de Avatar. Un problema de confianzas, dirán algunos. “Hace apenas unos días”, concluye Clivio, “parecía que la colaboración era posible; hoy nuevamente volvemos a la incertidumbre”. Fue sólo “un sueño de una noche de verano”, como la obra de Shakespeare, aunque en este caso hay más de tragedia que de comedia. La tregua de la que hablaba Daniel Matamala quedó en nada. Estamos volviendo a marzo.
Y si de economía e incertidumbre se trata, para Guillermo Larraín, “Chile necesita generar condiciones” para aumentar la inversión y crear empleos, y para ello “se requiere certetil Y si bien en lo estructural hay condiciones para que la incertidumbre desaparezca, con un problema constitucional que ya tiene un camino trazado, y en lo cíclico, hay una capacidad instalada no utilizada, la clave está finalmente en el gobierno. “Hay una bonanza económica potencial hacia 2024, que podría afectar positivamente 2023”, pero para eso “se requiere un gobierno que aprenda más rápido el qué, cuándo y cómo”. Nada de hablar de royalty a las forestales en medio de los incendios o dar indultos en vísperas de un pacto de seguridad. Un asunto de timing.
Reconstrucción
Y en medio de las polémicas políticas de verano, que según algunos son la antesala de un cambio de gabinete inevitable y el punto de partida de un año que no se viene fácil, con elecciones para el Consejo Constitucional y actos por los 50 años del Golpe de Estado –que para algunos como Óscar Guillermo Garretón adelantan más división que encuentro-, el país vuelve a una práctica habitual: la reconstrucción. “Otra vez, reconstrucción”, titulaba el sábado pasado una columna el director de la Corporación Ciudades, Martín Andrade, para quien “vivencias anteriores nos enseñan que una planificación urbana integral a largo plazo”, junto al trabajo con las comunidades y la participación de privados y organizaciones civiles, permiten avanzar mejor.
Pero como apunta, por su parte, Pablo Allard, si bien lo que viene “exigirá un esfuerzo similar al de la reconstrucción de Santa Olga en 2017”, el panorama ahora es más complejo, porque “los incendios cubren un terreno más amplio” y los trabajos deberán enfrentarse a esa “atomización” y “dispersión del daño”. Y si para Allard es clave que ese proceso vaya de la mano “de la recuperación del Estado de derecho y la paz social en las zonas afectadas”, para la alcaldesa de Santa Juana, Ana Albornoz, hay que mirar el desafío con sentido de futuro. “No basta”, dice, “parar viviendas de emergencia”, sino que “tenemos que acompañarlo con una reflexión sobre la estructura productiva de nuestras comunas y la regulación de la industria forestal”.
En el futuro, hay que pensar más “en prevenir que enfrentar”, como titula su columna Sebastián Izquierdo. Es lo que la ciudadanía espera, según él, porque a la luz de las encuestas “todo indica que las personas no valoran tanto la improvisación ‘oportuna’ (…) como sí las medidas de prevención para evitar -en la medida de lo posible- los desastres”. Aunque al final, prevención más, prevención menos, es bueno tener claro, en medio del debate por la intencionalidad, que, como decía Rodrigo Guendelman el sábado pasado, el gran responsable de estas desgracias es el ser humano, “ya sea criminal o pelotudo”. ●
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