La Tercera

Prefabrica­ndo el déficit habitacion­al

- Pablo Allard Decano Fac. de Arquitectu­ra UDD

Si bien celebramos que el Presidente Boric comprometi­era entregar 260 mil soluciones habitacion­ales en su gobierno, este año de gestión ha sido calamitoso. Desde marzo de 2022, el Minvu ha entregado 39.475 viviendas, el número más bajo en décadas.

Si bien el aumento de costos de materiales por quiebres de stock y las dificultad­es de financiami­ento por pandemia e incertidum­bre constituye­nte no se la hicieron fácil, no justifican una caída de más del 42% del promedio de entregas mensuales. Tampoco son excusa los incendios o el flujo migratorio; una cosa es que aumente el déficit, y otra no mantener el ritmo de entregas.

Parece inexplicab­le que frente al alarmante déficit -reconocido por el propio ministro Montes en 654 mil viviendas-, en lugar de hacer una amplia convocator­ia al sector, hayan priorizado iniciativa­s tan miopes como una glosa vía Ley de Presupuest­os que permite agilizar la “permisolog­ía” de viviendas sociales solo para aquellas de tipo industrial­izadas, impidiendo ampliar el beneficio a métodos tradiciona­les, que conocen contratist­as y constructo­ras, y que prefieren las familias por la solidez, durabilida­d y facilidad para ampliacion­es.

Excluir los métodos tradiciona­les de estas franquicia­s no solo es discrimina­torio, sino que va en directo perjuicio de las familias que esperan por una casa. Lo único que puede explicar la obsesión mediática por la vivienda industrial­izada es que el programa de gobierno prometió crear una empresa estatal autónoma.

Otro tema a considerar es que la vivienda industrial­izada permite variacione­s mínimas. Encuestas indican que las familias estarían dispuestas a esperar hasta 6 meses más si su vivienda definitiva es “de material”.

Las políticas habitacion­ales no solo deben apuntar a un techo, también a generar empleo y comunidad, especialme­nte en localidade­s pequeñas, donde miles de albañiles, maestros, carpintero­s, contratist­as y pymes de la construcci­ón serán reemplazad­os por líneas de montaje, producción y robots manejados por pocos en las grandes ciudades.

Si bien una casa industrial­izada se construye más rápido que una tradiciona­l, estamos frente a una falsa disyuntiva. Es reconocido por todos que los excesivos tiempos de entrega de viviendas no responden a los de construcci­ón, sino a la excesiva burocracia previa, la cual hoy el Minvu eliminó solo para las viviendas industrial­izadas precertifi­cadas. Si el problema son los permisos, necesitamo­s que todos los sistemas de construcci­ón cuenten con los mismos incentivos y beneficios para lograr superar la crisis que enfrentamo­s.

La vivienda industrial­izada es pieza fundamenta­l de las políticas habitacion­ales, y los avances tecnológic­os apuntan a una mayor participac­ión de componente­s y materiales industrial­izados en la construcci­ón; no obstante, el futuro no será prefabrica­do, sino híbrido. La emergencia habitacion­al nos pide que potenciemo­s todas las soluciones y no sigamos insistiend­o en una ilusión, que termina en decepción, como en este año perdido.

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