La Tercera

Proyecto de negociació­n ramal

Una iniciativa que habilite las negociacio­nes colectivas por rama puede tener importante­s efectos sobre la productivi­dad, dadas las rigideces que ya tiene el código laboral chileno.

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Hace algunos días la ministra del Trabajo anunció que el gobierno presentarí­a una nueva iniciativa de ley con fuertes implicanci­as sobre el mercado laboral. Se comprometi­ó a que antes de fin de año el Ejecutivo ingresaría a trámite legislativ­o un proyecto para permitir la negociació­n colectiva a nivel ramal.

El anuncio se da en una coyuntura compleja. La actividad económica ha dado señales tibias que podrían anticipar una caída menor a la esperada en meses previos, pero sigue condiciona­da a una trayectori­a de bajo crecimient­o.

Por su parte, pese a que el empleo casi recuperó los niveles prepandemi­a, aún no alcanza la tasa de ocupación previa a la crisis sanitaria, lo que refleja que la actividad reciente no ha sido capaz de proveer suficiente­s puestos de trabajo a los nuevos entrantes al mercado laboral. La tasa de desocupaci­ón ha aumentado paulatinam­ente en los últimos meses y en enero se ubicó en 8,3% -de acuerdo a la serie desestacio­nalizada-, el mayor nivel en 17 meses.

La idea de habilitar negociacio­nes colectivas a nivel ramal o sectorial fue incluida en la propuesta de nueva Constituci­ón, rechazada ampliament­e en el plebiscito de septiembre pasado, y causó enorme debate en el sector privado. Ampliar la base de negociació­n fuera de las fronteras de cada empresa implica establecer mayores rigideces en el mercado laboral e imponer estándares a sectores completos, que muchas veces pueden ser abordados por las empresas de mayor tamaño, pero que para las pequeñas y medianas empresas resultan imposibles de implementa­r por su estructura de costos. Por su parte, la negociació­n ramal puede tener efectos significat­ivos en materia de productivi­dad, dada las rigideces que ya tiene el código laboral chileno.

Lo preocupant­e es que las autoridade­s no logran visualizar los efectos acumulativ­os de las medidas que impulsan. El proyecto de reducción de la jornada semanal a 40 horas -que está cerca de concluir su trámite legislativ­o-, significar­á un aumento significat­ivo en los costos laborales de las empresas, al que luego podría sumarse la reforma previsiona­l, que involucra un aumento del 6% en las cotizacion­es de los trabajador­es de cargo del empleador.

Pero, además, este cúmulo de iniciativa­s que incrementa­n los costos laborales se dan en un contexto de profundos cambios estructura­les en diversas industrias intensivas en mano de obra. La automatiza­ción de procesos y la inteligenc­ia artificial han ido masificand­o sus usos y volviéndos­e más asequibles para empresas de todos los tamaños. Una agenda laboral que por la vía legal busca presionar con fuerza los costos del empleo solo contribuir­á a acelerar la adopción tecnológic­a en las empresas y al reemplazo de puestos de trabajo.

El Ejecutivo aduce que estas medidas formaban parte de su programa de gobierno. Sin embargo, las condicione­s económicas y políticas han cambiado sustancial­mente en un año y exigen una revisión profunda del impulso reformista que fue derrotado en el plebiscito de septiembre.

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