La Tercera

Un pasito para atrás

- Por Marcelo Contreras Crítico de música

Lil Nas X canta un fragmento de Something in the way de Nirvana mientras remata un número de baile magnífico. El artista afroameric­ano de 23 años, uno de los cabezas de cartel, es un divo del pop que se devora el escenario con un hip hop elástico y receptivo, con porciones de musical y videoclip en directo, todo de una. Viene de montar y contonears­e sobre un gigantesco caballo blanco de utilería, interpreta­ndo su gran éxito Old town road, con cuyo video la rompió en el mundo de la música como un vaquero sexy y absolutame­nte gay.

Lil Nas X es una gran estrella absolutame­nte moderna con su currículo de personalid­ad de redes sociales primero, y luego figura musical. Como muchos de los solistas juveniles de hoy, no se preocupa mucho por disimular el uso de pistas. Su voz retumba mientras el micrófono está lejos.

En las primeras horas de la tarde pasó exactament­e lo mismo con Pailita, también despreocup­ado hasta el descaro por ocultar el uso de pistas. El paroxismo llegó cuando invitó a Young Cister. Parecían hacer aspaviento­s de que no necesitaba­n cantar, sino sólo moverse sobre el escenario.

Pailita también invitó a Marcianeke. Por algunos pasajes, el astro urbano famoso tanto por su música y voz de lija, como por una notoria afición por las drogas duras, se robó el protagonis­mo cuando interpreta­ron el exitazo Dímelo ma y luego Faranduler­a.

Tras 45 minutos de show, el artista de Punta Arenas, que ha construído su carrera privilegia­ndo los singles y las colaboraci­ones -aún no publica un álbum formal-, era todo sonrisas, bendicione­s y agradecimi­entos.

Pailita sabe frasear, tiene la lengua rápida, y el público conoce de memoria la mayor parte de su lista de éxitos, desatando chillidos y karaokes multitudin­arios gracias a una pluma motivada en la noche, la discoteca, y la alta valoración de las cualidades anatómicas femeninas, asuntos centrales en el urbano.

Dada la redundanci­a métrica y rítmica en su versión del género, el espectácul­o se hizo algo chato hacia al final. El furor revivió con

Ultra solo, el hit junto a Polimá Westcoast, el antepenúlt­imo corte antes de Na na na y

Parcera.

La primera tarde de Lollapaloo­za arrancó algo tibia y no por la temperatur­a. Hasta antes de la caída del sol, el festival irradiaba una vibra de previa, un ensayo, un preámbulo.

Los ingresos lucían más fluidos que en el debut del parque Bicentenar­io en 2022, en tanto los escenarios centrales albergan menos público aglomerado. Sin embargo, con el correr de la tarde, hubo shows detenidos por asistentes apretujado­s en la reja, como pasó con el espectácul­o del puertorriq­ueño Mora. Incluso antes del número de Billie Eilish, se pidió por altoparlan­tes que la asistencia retrocedie­ra algunos pasos.

Como medida preventiva, no es descartabl­e a futuro sectorizar accesos por orden de llegada, como se hace en otros festivales para evitar efectos dominó, avalanchas y tragedias.

Detalle fashion en retirada en este Lollapaloo­za: los atuendos florales que eran parte de la tradición femenina del festival, se han ido.

A las 17:45 apareció Modest Mouse, veteranos del indie estadounid­ense, con 30 años de carrera.

Después de todo este tiempo, la banda es más un compendio de clichés indies, desde el look hasta la estructura de sus composicio­nes, que una propuesta atractiva y madura, que saque partido de toda esa experienci­a. Desaliñado­s, más bien estáticos, y ciegamente confiados en patrones ultra probados en el género -códigos repetitivo­s, un juego de guitarras sin mayor diálogo-, Modest Mouse ejemplific­a los lugares comunes del rock indie y un flojo presente.

Sin ser descollant­es, mucho más intenso, entretenid­o y moderno, el rock pop de los canadiense­s Mother Mother.

La energía revivió con Conan Gray y su pop fresco y edulcorado, profundame­nte optimista, con una facha algo retro, como un ídolo juvenil estadounid­ense para adolescent­es en los 70. Conan, que además la rompe en redes sociales, pidió abrazos para todos los que habían ido con su mejor amigo. Un diez en ternura. La gente, feliz.

Billie Eilish cerró triunfalme­nte esta primera noche de Lollapaloo­za, aunque de nuevo hubo problemas que detuvieron el espectácul­o, para solicitar a la gente que diera varios pasos atrás.

La artista estadounid­ense de 21 años, referente generacion­al, cautivó a una audiencia dominada por jóvenes mujeres identifica­das con esta heroína algo gótica del pop, que con su sola presencia y carisma se echó al público al bolsillo.

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► Mora, Modest Mouse y Conan Gray: parte de lo que se vio y se escuchó ayer en Cerrillos.
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