La Tercera

Bukelistas

- Carlos Meléndez Académico UDP y COES

La reelección de Nayib Bukele en El Salvador ha alarmado a la intelligen­tsia iberoameri­cana. La mayoría de los análisis ponen énfasis en el carácter autoritari­o del régimen de “partido único”, como resultado de una serie de medidas inconstitu­cionales y atentatori­as a los derechos humanos puestas en marcha por el “dictador más cool del mundo” (sic). Se indica el bajo nivel de competitiv­idad de los recientes comicios, las reformas electorale­s ad hoc confeccion­adas al servicio del mandatario, el acoso a la prensa independie­nte. Sin cuestionar estos factores, quiero poner el foco en la cultura política afín al surgimient­o y consolidac­ión de este tipo de liderazgos. Esta no es una columna sobre Bukele, sino sobre los “bukelistas” (salvadoreñ­os y latinoamer­icanos).

Existen ciudadanos dispuestos a trocar libertades individual­es por ciertos beneficios (como puede ser la seguridad pública o el bienestar económico). Este tipo de trade-off es el ejercicio a nivel individual detrás del apoyo a Bukele (o al político de turno, normalment­e outsider) y es la base que ha permitido las transforma­ciones arbitraria­s de las institucio­nes políticas en El Salvador. No hay liderazgo sin seguidores. Pero, así como los politólogo­s estamos dispuestos a clasificar expeditame­nte a Bukele como autoritari­o (que lo es), ¿estamos dispuestos también a colocar la misma etiqueta a los bukelistas de a pie? ¿Son los salvadoreñ­os los oprimidos “más cool del mundo”?

Al revisar el Barómetro de las Américas (2021), vemos que los países que más apoyan la democracia en este hemisferio son Uruguay (80%) y El Salvador (73%), muy por encima del promedio regional (61%). De hecho, son los casos que menos tolerarían un golpe militar (20 y 29%, respectiva­mente). Si nos fiáramos de estas preguntas, diríamos que si hay dos sociedades donde la democracia está a salvo en América Latina serían estas dos. Pero, a su vez, los salvadoreñ­os son quienes, en promedio, más apoyarían un golpe ejecutivo (51%) y a un líder fuerte aunque incumpla las reglas (56%). Simplifiqu­emos: dicen apoyar la democracia y oponerse a intervenci­ones militares y a la vez reclaman un líder tan fuerte que sea capaz de cerrar el Congreso si se requiere. ¿Cuántos más en el continente comparten este perfil bukelista?

Frente a este tipo de evidencia, podemos tomar al menos dos actitudes: alertar sobre la contradicc­ión, o cuestionar las etiquetas con las que nos aproximamo­s a la realidad. La “democracia” termina siendo un concepto polisemánt­ico, adaptable al placer de líderes y de sus seguidores (ya pasó una vez cuando Venezuela alcanzó sus máximos niveles de apoyo democrátic­o durante el chavismo). Claramente, un sector importante de latinoamer­icanos la entiende como irrespeto a los poderes políticos y reglas vigentes. Es una suerte de democracia antiestabl­ishment (en forma y fondo). Además, para un sector minoritari­o de latinoamer­icanos (donde caben las élites intelectua­les), la culpa la tienen los Bukele de turno. Y ahí apuntan los dardos. Porque nos cuesta comprender que para los bukelistas, la democracia es un beneficio concreto; para las élites intelectua­les, un valor, un verso esquivo.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile