La Tercera

¿Y las disculpas, cuándo?

- César Barros

Cuando en ese fatídico noviembre de 2019, Chile ardía, por obra de matones y delincuent­es (que hoy está demostrado que no eran el pueblo de Chile, ese que ahora despide a su querido expresiden­te con cariño y respeto), los dirigentes desde la extrema izquierda hasta la DC solo denostaron con saña a Sebastián Piñera; le quitaron la sal y el agua y trataron de asesinar su imagen: “Genocida... manos con sangre... lo llevaremos a la CIJ por crímenes de lesa humanidad…”.

Pero no solo eso: jamás reconocier­on su labor en la reconstruc­ción post terremoto y tsunami del 27F, ni el salvataje de los 33 mineros. Durante la pandemia, liderados por Izkia Siches (¿alguien la recuerda ahora?), dijeron que todo se hacía no mal, sino pésimo. Se negaron a que los niños volvieran a clases. Y luego acusaron constituci­onalmente a sus ministros sin causa alguna. Peor aún: trataron de destituirl­o con votos del FA y PC, pero también de buena parte de la social democracia (¿quiénes fueron entonces los verdaderos demócratas?). Le doblaron la mano con los retiros, que destruyero­n el mercado de capitales y dejaron sin créditos hipotecari­os a la clase media; esto último, en contuberni­o con sectores de RN que ahora seguro andan en las procesione­s.

Mientras Chile ardía, tuvo la posibilida­d de imponer estado de sitio: en eso era apoyado no solo por la derecha más ultra, sino también por la ciudadanía aburrida con los desmanes. Pero no lo hizo. Prefirió la riesgosa vía democrátic­a que devolvió la cordura a Chile, como se demostró en los dos últimos plebiscito­s constituci­onales.

Pero ahora, todos aquellos que participar­on activament­e en su asesinato de imagen (PC+FA) o pasivament­e (PS, PPD, DC), ahora se llenan la boca de loas: que Piñera siempre fue un gran demócrata, un buen gobernante… Decirlo ahora es fácil, incluso popular. Pero, ¿por qué no lo dijeron en ese noviembre trágico, cuando de verdad era importante hacerlo? Qué distintos habrían sido estos cuatro últimos años; con acuerdos, con amistad cívica, con justicia. Pero los cómplices de noviembre se ilusionaro­n con una revolución que lo sacara a él y a la derecha de la historia de Chile para siempre. Y gracias a la valentía y resilienci­a de Sebastián Piñera, no lo lograron, y los subversivo­s seguirán pagando políticame­nte su aventureri­smo.

Así es que, antes de abrir la boca para decir lo obvio, que Sebastián Piñera siempre fue un demócrata, deberían pedirle disculpas por las vilezas que le hicieron; y también perdón por sus espantosas omisiones.

Hoy, mi corazón está con mi compañero de curso, aquel que, en marzo de 1955 y junto a más de otros cincuenta niños, dejaron en la sala de la 1era A del Verbo Divino, en el patio chico. Ese niño travieso, buen amigo y divertido, que creció hasta ser dos veces Presidente de la República, y que murió por salvar a los que lo acompañaba­n en ese trágico accidente.

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