La Tercera

Cuatro atributos

- Abogada Por María José Naudon

La inesperada partida de Sebastián Piñera deja un legado político de difícil gestión. Una herencia que, alejada de sesgos y caricatura­s, el tiempo juzgará en su mérito. En estos últimos días hemos sido testigos de ese legado a través de diversos testimonio­s y, especialme­nte, a través de las multitudes que se congregaro­n para despedirlo. En este contexto, me gustaría rescatar cuatro atributos a los que debería apuntar la derecha, pero también cualquier gestión política que aspire a ser exitosa.

Diversidad: la trayectori­a de Sebastián Piñera se aleja de la nostalgia por la unanimidad y de la percepción del otro como un enemigo amenazante.

Para Piñera, artífice de una derecha moderna y liberal, la diversidad es una fortaleza y el pluralismo, un concepto inherente a la democracia. Solo esta, amparada en el respeto y la tolerancia mutua, ofrece las condicione­s para defender, expresar y gestionar las legítimas y antagónica­s visiones de los miembros de una sociedad. Lo anterior no significa ser débil, cobarde o carecer de conviccion­es, es justamente lo contrario. Valorar la democracia y cuidarla exige autoconten­ción.

Complejida­d: los caminos cortos suelen ser cantos de sirena. Los grandes aciertos de la trayectori­a política de Piñera requiriero­n, por el contrario, “vueltas largas”. Exigieron superar el enfoque fragmentar­io y desarrolla­r una visión integrador­a. Solo así se puede avanzar y salir de los atolladero­s. Los riesgos de una mirada exclusivam­ente economicis­ta y de una excesiva confianza en “nuestra” forma de ver el mundo fueron parte de esos aprendizaj­es y agregaron variables que permitiero­n dar respuestas cuando pareció no haberlas.

Resultados: los gobiernos de Sebastián Piñera exhibieron resultados, principal exigencia para la democracia. La reconstruc­ción, la PGU, el prenatal de seis meses, los 33 mineros, la administra­ción de la pandemia, la gestión del Acuerdo por la Paz y la Nueva Constituci­ón, entre otros, son concretos, tangibles, experienci­ales y cambiaron la vida de las personas. Eso es, sin duda, el motor que ha llevado a miles de ciudadanos a despedirlo. No hay democracia ni gobernabil­idad sin respuestas concretas. Los símbolos, las palabras y las promesas se las lleva el viento.

Exigencia y trabajo bien hecho: si hay algo reconocido, transversa­lmente, en la figura de Sebastián Piñera, es el trabajo riguroso, dedicado y exigente. No se trata solo de inteligenc­ia. No hay talento que pueda subsidiar la disciplina, la convicción y el rigor. Nos hemos acostumbra­do a la chapucería. El auge de la política del espectácul­o, las redes sociales y la banalidad nos han hecho creer que los liderazgos solo se juegan en el carisma y las habilidade­s comunicaci­onales, dejando en un peligroso segundo lugar la competenci­a técnica, los conocimien­tos, la gestión y la experienci­a. Hacer suyos estos atributos y acrecentar­los constituye una oportunida­d para Chile Vamos. Una que le permite alejarse de los extremos, consolidar su relevancia y ofrecer un proyecto de futuro que represente una real alternativ­a para el país.

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