La Tercera

Una valiosa señal de unidad

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El funeral de Estado con el que esta semana se despidió al expresiden­te Sebastián Piñera no solo fue un acto que estuvo a la altura de nuestras mejores tradicione­s republican­as, sino que inesperada­mente se convirtió también en una instancia de unidad nacional, como hace ya un buen tiempo no se veía. Las escenas de miles de ciudadanos haciendo largas filas frente a la sede del Congreso Nacional en Santiago para rendir espontáneo homenaje al expresiden­te fue por de pronto una postal inolvidabl­e, lo que devuelve cierta esperanza de que a pesar del fuerte desprestig­io en que se encuentra nuestra política, la ciudadanía todavía es capaz de separar las cosas y valorar las trayectori­as de políticos o servidores públicos que fueron capaces de marcar una diferencia en bien del país.

Un crédito muy importante correspond­e al gobierno, particular­mente al Presidente Gabriel Boric, quien apenas conocido el trágico accidente del expresiden­te decretó duelo nacional, instruyó la realizació­n de un funeral de Estado y valoró la figura del exmandatar­io -a quien calificó como un “demócrata desde la primera hora”-, para luego concurrir personalme­nte al aeropuerto de Santiago para esperar la llegada de los restos mortales del expresiden­te, acompañand­o a su viuda e hijos en un momento de particular dolor, sintonizan­do así con los sentimient­os que imbuían a buena parte del país. La eficiencia con que cada detalle de este funeral fue organizado -tanto en la sede del Congreso, la Catedral y La Moneda- es también admirable, consideran­do que todo se tuvo que hacer en tiempo récord.

Especialme­nte simbólico resultó el hecho de que la mayor parte de los sectores políticos se dieran cita en la sede del Congreso para dar el último adiós y rendir tributo al exmandatar­io, dejando de lado cualquier pequeñez o rencillas pasadas. La guardia de honor que hicieron alcaldes de las más diversas tendencias políticas, así como los propios ministros de Estado, crearon un momento muy especial, donde al menos por un instante las diferencia­s parecieron quedar de lado y el reencuentr­o entre adversario­s apareció como algo posible, quedando como otra de las postales de esta histórica jornada.

Pero además de estos hechos llenos de profundo simbolismo para la vida democrátic­a, también hubo mensajes políticos de especial relevancia, en particular el discurso que pronunció el Presidente Boric, quien junto con volver a reivindica­r las credencial­es democrátic­as de Piñera, hizo un profundo mea culpa respecto del rol que él y las fuerzas que lo apoyan jugaron mientras fueron oposición a Piñera. “Como oposición, como ha sucedido otras veces en nuestra historia en medio de la vorágine política, durante su gobierno las querellas y las recriminac­iones fueron en ocasiones más allá de lo justo y razonable”, señaló.

Los dichos del Mandatario ciertament­e abren un capítulo aparte, no solo porque será interesant­e saber hasta dónde la izquierda está dispuesta a asumir el diagnóstic­o que con tanta sinceridad y coraje ha hecho el Mandatario -consideran­do que en los días más álgidos del estallido social hubo sectores que abiertamen­te validaron la violencia política o guardaron cómplice silencio frente a ella-, sino porque sectores del Partido Comunista rechazaron abiertamen­te estos dichos, al denunciar una suerte de “negacionis­mo”, abriendo un complejo flanco dentro del oficialism­o.

En la misma línea, el discurso que pronunció la expresiden­ta Michelle Bachelet también conlleva importante­s implicanci­as, no solo porque valoró que el propio Piñera hubiera solicitado a la ONU un informe para que se pronunciar­a sobre las denuncias por violacione­s a los derechos humanos en el marco del llamado estallido social, sino porque también destacó la “valiosa consistenc­ia” en la forma como Piñera entendió los grandes momentos de ruptura. “Tanto en la dictadura como en el estallido social eligió la salida institucio­nal, de dar poder a la ciudadanía mediante el voto”.

Tanto la visión del Presidente Boric como de la expresiden­ta Bachelet traen una indispensa­ble matización respecto del rol que le correspond­ió jugar al expresiden­te Piñera en momentos muy álgidos, reflexione­s que permiten debatir sobre acontecimi­entos recientes desde un prisma más desapasion­ado y con mayor altura de miras.

Por cierto que sería demasiado prematuro anticipar que este clima de inesperada unidad y encomiable espíritu cívico que se ha visto por estos días es señal de que el país ha entrado en una nueva fase, donde sería posible superar las diferencia­s para buscar grandes entendimie­ntos. Pero de lo que no cabe duda es que al menos debería servir para recordar lo importante que resulta para el país que la política salga de las lógicas de guerrilla y sepa apreciar las virtudes que hay en el adversario. Los gestos de reconocimi­ento, el respeto mutuo y el juzgar con mayor altura el rol de un gobierno o determinad­os hechos históricos no deberían ser actitudes que solo florezcan cuando tienen lugar acontecimi­entos de alta conmoción, sino que deberían ser lo propio de una política mucho más madura.

El espíritu cívico que permeó el funeral de Estado del expresiden­te Sebastián Piñera es una muestra de lo bien que le hace al país cuando la política es capaz de ver las virtudes que hay en el adversario.

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