La Tercera

Lo que aprendí

- Hugo Herrera Profesor titular Facultad de Derecho UDP

Por diez años critiqué a la derecha y a Sebastián Piñera en particular, por su énfasis excesivo en la gestión y la falta de un pensamient­o propiament­e político. El Frente Amplio lo cuestionab­a también, desde una posición marxista, según la cual el mercado es fuente de alienación. El Presidente Boric ahora reconoce exceso de celo. El abuso ideológico del FA llevó no solo al maltrato. Además, miembros suyos asumieron superiorid­ad moral y algunos incluso se sintieron facultados para montar un sistema de financiami­ento irregular.

La muerte del Presidente Piñera parece haber puesto delante con claridad algo. En el balance, su decisión de rescatar a los mineros; su compromiso con el buen funcionami­ento de las finanzas públicas; su reacción veloz y firme cuando sobre el mundo se cernía la amenaza de un virus nuevo; todo eso en el marco de un compromiso con la democracia incluso desde antes que su sector, en 1988, se recortan, en el momento de la muerte y adquieren perfil contra el misterio de la existencia.

Si del FA la crítica tenía cuño marxista, desde las posiciones de centrodere­cha a las que me siento cercano, lo cuestionam­os por soslayar el problema de la legitimida­d, de la falta de pensamient­o político y una visión nacional. Ciertament­e, las críticas tienen algo de pertinenci­a y la muerte del Presidente no las borra.

Sin embargo, la interrupci­ón que produce su fallecimie­nto y el momento reflexivo que permite, me han llevado a pensar en el significad­o de la parte en la que él destacó y a la que dedicó -en parte fundamenta­l, con éxito- sus mejores esfuerzos: la gestión pública, el manejo del inmenso y complejísi­mo aparato estatal, el funcionami­ento ordenado de los servicios, oficinas y reparticio­nes, el aprovision­amiento responsabl­e y austero de la maquinaria.

Logró, con celo gestor y conducción segura, salvar muchas vidas, durante el coronaviru­s; reconstrui­r con rapidez al país, tras el terremoto; arrebatarl­e a las profundida­des de la tierra 33 humanos sepultados en vida; mantener el orden presupuest­ario, las policías, el sistema público funcionand­o razonablem­ente y en medio de dos crisis políticas severas en 2011 y 2019. El país sorteó los escollos y fue entregado dos veces en tiempo y forma a las nuevas autoridade­s.

Es tarde para decírselo personalme­nte. Pero su muerte me ha hecho aprender algo. El significad­o hondo de la gestión pública. De mantener al Estado con las capacidade­s operativas para cumplir sus funciones: de orden y seguridad, salud, en fin, en todas las áreas esenciales para su existencia. Un significad­o que puede ser visto como menor, al lado de las tareas inmensas de constituir una nación efectivame­nte integrada o una ciudadanía no-alienada. No es trivial, empero, sino piedra angular, la vocación con la que vibró su existencia durante las dos presidenci­as. Tozudament­e. Con la porfía de quien está convencido de la importanci­a de su tarea.

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