La Tercera

Por qué necesitamo­s president@s

- María de los Ángeles Fernández Doctora en Ciencia Política

El conocimien­to de que compatriot­as suyos pintarraje­aban muros deseando su muerte al calor del estallido social debe haber sido, por poco rencoroso que fuera, la hiel más amarga para el expresiden­te Sebastián Piñera. Y, aunque atisbó señales de desagravio en vida, su sorpresivo deceso ha generado masivos homenajes que superan todo pronóstico.

Desde el análisis político se buscan explicacio­nes a un reconocimi­ento que, recordemos, ya recogió la última encuesta CEP de 2023. Hay una sola voz frente a su capacidad de gestión en respuesta a situacione­s de excepción con las que lidió en sus dos gobiernos. Ante la crisis social y política del 2019, optó por una salida institucio­nal conducente a una nueva constituci­ón. Con relación a ese hito, tal como cuando llevó a la derecha al poder luego de medio siglo, demostró su compromiso con la búsqueda de acuerdos y con una democracia liberal que enfrenta hoy horas bajas por el avance del autocratis­mo a nivel global.

Si acaso, como hipótesis, en la emotiva despedida dispensada por la ciudadanía se encuentre, además de una valoración intrínseca de sus méritos, una adhesión más amplia a la institució­n presidenci­al como un todo. Pensamos, tal como lo advertía Juan José Linz, en la atracción que generan símbolos de unidad de la nación, del Estado o de la comunidad local. ¿Será, por otra parte, que esa adhesión es más fuerte cuanto más desigual, segregada, desconfiad­a y polarizada es una sociedad, condicione­s que la chilena cumple a cabalidad?

Los presidente­s representa­n, en su desempeño de la jefatura del Estado, figuras llamadas a superar a sus propios partidos, encarnando de alguna forma la idea de Rawls acerca de “algún tipo de consenso superpuest­o de diferentes puntos de vista”. Se trata, en definitiva, de aquello que debió ser el faro orientador que no pudieron (o no quisieron) ver los elegidos para redactar en dos oportunida­des una carta magna que recogiese un mínimo común sustentado­r de nuestra convivenci­a. Por ello, resultó tan disruptiva la opción por el “apruebo” del Presidente Boric durante el primer proceso constituye­nte, cuando la dignidad del cargo aconsejaba prescinden­cia. Si nuestra hipótesis es correcta, la propuesta de presidenci­alismo atenuado y bicamerali­smo asimétrico incluida en el texto rechazado el 4S resultaba del todo excéntrica.

En todo caso, no seríamos los únicos en anhelar liderazgos de convergenc­ia. Arturo Pérez Reverte se confiesa “monárquico de corazón”, aun siendo republican­o “por educación, tradición y cultura”. Valora “el símbolo de unidad, de cemento común, de mecanismo unitario” que personific­a Felipe VI en un país que, como España, vive las amenazas centrífuga­s y disolvente­s más álgidas de su historia reciente por parte del nacionalis­mo separatist­a.

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