La Tercera

El Chile de Bukele

- Patricio Morales Cientista político y expresiden­te del Partido Liberal

El miedo comienza a consolidar­se como el estado de ánimo prepondera­nte en diversas democracia­s a nivel mundial. Al desamparo de las personas de bajos ingresos se suma el estado de miedo de sectores medios, que no solo viven una disminució­n de ingresos, también declaran una sensación de pérdida de prestigio social, consideran­do que alguien les quitó algo que no pensaban perder: la tranquilid­ad. En este esquema de bajo crecimient­o económico sumamos un aumento de la criminalid­ad, donde la migración es evaluada como un elemento negativo. Ese miedo está aparejado de la sensación de peligro, y la historia nos demuestra que la reacción a esto es reclamar fuerza, no diálogo, no tolerancia y menos reflexión. Así, la democracia tiene un problema de ideario y utilidad. La distancia social frente al caudillism­o autoritari­o comienza a disminuir, los liderazgos fuertes son más rápidos para comunicar un poder capaz de enfrentar la precarieda­d y el peligro presente y futuro. A medida que aumente una sensación de pánico colectivo, cada individuo empezará una marcha para depositar su libertad individual en manos de una autoridad sin freno ni contrapeso.

Nayib Bukele emitió hace un par de días una frase que quedará en la historia de América Latina: “El Salvador será el primer país con un partido único en un sistema plenamente democrátic­o”. El debilitami­ento de la democracia toma más velocidad en el modelo Bukele. Para él, el equilibrio de poderes y el principio de legalidad solo buscan bloquear la voluntad popular. La democracia debe ser simple, ese es el fusible discursivo de Bukele. Este modelo toma fuerza y popularida­d en América Latina, y Chile no está ajeno. La última encuesta Cadem del mes de enero lo posiciona como el líder internacio­nal mejor evaluado por los chilenos, con un 85% de conocimien­to público y un 78% de imagen positiva.

El Chile de Bukele es una distopía que comienza por un líder fuerte que abrazará la democracia, ya que la via revolucion­aria o el golpe de Estado están deslegitim­ados. Simplifica­rá el proceso democrátic­o, vaciándolo de su contenido representa­tivo liberal, en el nombre de la eficiencia administra­tiva. Para qué un Congreso, si demora la gestión pública y anida la corrupción; para qué una Contralorí­a, si es suficiente con una unidad jurídica; para qué un Poder Judicial, si los jueces deben ser rápidos. Las reglas democrátic­as son un estorbo frente al temperamen­to populista y autoritari­o. El carácter reformador y gradualist­a de la democracia debe ser eliminado, para dar paso a soluciones radicales y rápidas. La construcci­ón de un consenso que respeta el disenso es una vibración perturbado­ra en el modelo Bukele; las diferencia­s molestan.

¿Qué falta en Chile para que esto sea realidad? Una desconfian­za generaliza­da. El gobierno debe atender la economía y la criminalid­ad. Pero también debe impedir el peligro de la decadencia y la mediocrida­d democrátic­a, es decir, mejorar la gestión pública y combatir la corrupción, que son el acelerante para el incendio populista.

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