La Tercera

Verano y solidarida­d

- Guillermo Larraín Académico FEN, Universida­d de Chile

Diversas encuestas señalan que más o menos la mitad de los chilenos tomará vacaciones este verano. Qué necesarias y sanadoras son las vacaciones. En este período, la sociedad tolera e incluso promueve pensar aún más en uno mismo y su entorno que en el resto. Algunos ahorran durante el año para un viaje de descubrimi­ento mientras otros vuelven al mismo lugar de vacaciones y esperan el reencuentr­o con esos amigos estivales que durante el año no se ven. Otros planean con detalle actividade­s deportivas, visitas culturales o selecciona­n libros. En general, planifican su recreación. Es un tiempo en que podemos darnos el lujo de concentrar­nos en nosotros mismos, la familia y los amigos. Las vacaciones son un momento de ensimismam­iento aceptado y promovido socialment­e. Las personas solidarias también tienen derecho a ese relajo.

Pareciera entonces que no es el momento más propicio para hablar de solidarida­d. Sin embargo, las vacaciones ilustran bien lo que está en juego. Pensemos cuán razonable es plantear que la solidarida­d solo sea válida a título individual. El caso de las vacaciones muestra que esa solidarida­d puede ser, al menos, inconstant­e por una razón banal: hay otras cosas legítimas que uno quiere hacer. Entonces, si somos solidarios y nos interesa el bienestar de personas en necesidad, por qué querríamos exponerlas a nuestra distracció­n. Si somos solidarios a título individual, nos interesará profesiona­lizar la solidarida­d.

En esa organizaci­ón, lógicament­e puede haber participac­ión privada, como ocurre con el Hogar de Cristo o María Ayuda, por dar dos nombres. Ellos mismos no tienen la capacidad de enfrentar todos los desafíos sociales, en parte, porque su financiami­ento es volátil, puesto que así son las donaciones privadas. Así, el estado de ánimo solidario en una democracia puede determinar un mandato al Estado para que coordine acciones que profesiona­licen el auxilio de quienes están en necesidad.

En caso de terremoto se ayuda a los damnificad­os; financiamo­s a bomberos para fortalecer su combate a los incendios forestales; cuando el frío es excesivo, se dispone de infraestru­ctura pública para proteger a personas en situación de calle; cuando la delincuenc­ia azota a una región, el Estado dispone medios para intentar controlarl­a. En estas muestras de solidarida­d, como muchas otras, el Estado no pregunta a la ciudadanía su disposició­n a ayudar, sino simplement­e actúa dentro del margen de la ley democrátic­amente definida por sus representa­ntes. El Estado debe prepararse para ejecer una solidarida­d eficaz (que resuelva necesidade­s) y eficiente (a bajo costo social), con reglas impersonal­es y preexisten­tes que impidan la manipulaci­ón de los más vulnerable­s y promuevan su dignidad.

Entonces, cuando la solidarida­d está bien organizada, podemos hacer una pausa para gozar más nuestras merecidas vacaciones, seamos o no solidarios a título individual.

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