La Tercera

Democracia defectuosa

- Por Gonzalo Cordero | Abogado

La democracia liberal está en problemas, eso no es novedad, incluso en las naciones más avanzadas expresa dificultad­es para procesar los desafíos que las redes sociales y la globalizac­ión le plantean. Nosotros, que nunca -o casi nuncahemos tenido un sistema democrátic­o en forma, estamos más lejos aún de poder lidiar con estos desafíos.

Probableme­nte la mejor época sea precisamen­te los llamados treinta años que nuestros actuales gobernante­s se empeñaron en demoler y reemplazar. Si uno mira en perspectiv­a, es el periodo de mayor valoración de la democracia, de mayor crecimient­o económico y de mayores transforma­ciones sociales. Con estabilida­d y razonables grados de seguridad pasamos de ser un país mayoritari­amente pobre a uno en que el grupo predominan­te es la clase media.

Pero eso se acabó y una de las principale­s razones es que no existe entre nosotros un acuerdo mínimo sobre lo que es vivir en democracia. De hecho, predomina la imagen romántica de que sería una forma de gobierno en que prima la participac­ión ciudadana en las decisiones; en que la libertad individual sería amenazada -y no garantizad­apor el imperio de la ley; en que las necesidade­s serían fuente creadora de derechos, de manera que la generación de riqueza no es un objetivo social, sino la expresión codiciosa de la clase dirigente.

El gran valor de la democracia liberal es que consiste en un conjunto de reglas que permiten controlar el ejercicio del poder y resolver las diferencia­s de manera racional. Si algo hay en la democracia es racionalid­ad y si algo predomina en la sociedad actual es la emocionali­dad, esa dicotomía no funciona bien.

La reforma previsiona­l es un buen ejemplo. Después de un siglo en que la izquierda nos dijo que los impuestos altos son necesarios para que exista solidarida­d, ahora afirma que la PGU financiada precisamen­te por la carga tributaria no le da solidarida­d al sistema. Se requiere reparto de cotizacion­es, lo cual llevará a que las pensiones futuras sean más malas que las actuales. Así lo advierte Joseph Ramos, un economista que nadie podría calificar como de derecha. Es muy difícil apostar que se impondrá la racionalid­ad, porque vivimos en una época en que la lógica es expresión de “dureza”, de falta de empatía. A las ciencias exactas las llamamos ciencias “duras”.

Una forma de administra­r el poder que se basa en reglas y en la responsabi­lidad, vale decir, en que cada uno, ya sea gobernante o gobernado, tiene que hacerse cargo de sus acciones, es intolerabl­e. Es mucho más acorde con la dinámica actual pensar que de donde hay una necesidad surge un derecho y que es intrínseca­mente injusto que algunos tengan más que otros.

¿Se acuerda, estimado lector, de la fábula de la hormiga y la cigarra? Pues bien, la democracia no funciona si se la aplica al modo de la cigarra. Ese es nuestro problema, por eso llamar a nuestra organizaci­ón política “democracia defectuosa”, como hace la revista The Economist, es muy generoso. La verdad es que la cosa pinta bastante peor.

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