La Tercera

Encrucijad­as y fantasmas de 2024

- Óscar Guillermo Garretón Economista

La sociedad chilena ha dado pruebas de madurez política cada vez que se le ha pedido opinión. Rechazó un proyecto constituci­onal delirante y también otro que pagó gustos conservado­res que se dieron los republican­os; mostró grandeza cívica para homenajear al vilipendia­do expresiden­te Piñera en sus funerales; en las encuestas reclama siempre voluntad de acuerdo y condena a la política por su carencia absoluta de respuestas ante la delincuenc­ia e insegurida­d pública, el estancamie­nto económico y otros.

Tampoco es posible culpar a la economía privada del estancamie­nto. Ha dado pruebas de competitiv­idad mundial con creciente variedad de productos y destinos, así como de su capacidad inversora para generar crecimient­o dentro y fuera de Chile. El estancamie­nto es consecuenc­ia de una política que ha hecho emigrar parte de esa dinámica empresaria­l fuera de Chile.

Es la política la que se encuentra en deuda y dos fantasmas la marcan. El de la valoración extendida del pensamient­o y obra del expresiden­te Piñera desde su muerte; y el del evidente fracaso del gobierno de Apruebo Dignidad y de sus coaligados socialdemó­cratas, que han definido su identidad no con propuestas distintas, sino atribuyénd­ose capacidade­s como burocracia gestora del gobierno.

En la derecha, la obviedad dice: unidad desde Amarillos y Demócratas hasta republican­os. La realidad es más compleja: el Partido Republican­o quiere competir con Chile Vamos. Estos últimos deberían aceptar ese desafío, sin perjuicio de acuerdos de segundas vueltas o pactos de omisión en ciertos lugares. El corazón del pensamient­o piñerista es una nueva derecha, distinta de ese pinochetis­mo nostálgico que nunca lo quiso. Si de verdad se creen el legado de Piñera, Chile Vamos debe encarnarlo; y actuando así, puede buscar acuerdos con Demócratas y Amarillos.

En el oficialism­o, el izquierdis­mo es ineludible. La alianza del Socialismo Democrátic­o con Apruebo Dignidad, más con una negociació­n electoral ya excedida en partidos y postulante­s, les hace inviable cualquier entendimie­nto con Amarillos y Demócratas.

Pero, sobre todo, los fantasmas y encrucijad­as de la política no pueden eludir dinámicas profundas de la nación. La insegurida­d y la delincuenc­ia serán una constante; y fracasarán si persisten los entrabamie­ntos mutuos para abordar el tema entre Apruebo Dignidad y PS, así como la actitud del Poder Judicial que gasta sesiones en deselegir automóvil de alta gama, pero tolera en silencio acciones favorables a delincuent­es de alta gama del juez Urrutia. Asimismo, cuando se proyectan 10 años con crecimient­o del PIB de 2%, eso nos habla de gobiernos sin capacidad de hacerse cargo de las demandas sociales existentes. Si no se pone la política en la tarea de romper el marasmo en que ha caído por casi 15 años, su “entretenci­ón” electoral no podrá ser del gusto de la ciudadanía, gane quien gane.

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