La Tercera

Cómo Wall Street ganó una batalla por las sanciones a Venezuela

Los tenedores de bonos advirtiero­n a Washington que Rusia y sus aliados se estaban benefician­do de la prohibició­n comercial de Estados Unidos.

- Kejal Vyas y Alexander Saeedy/The Wall Street Journal

Después de que Estados Unidos retirara una amplia gama de sanciones contra Venezuela en octubre, advirtió que podría volver a imponerlas todas, excepto una. La Casa Blanca admitió que su prohibició­n de comprar bonos venezolano­s fue un fracaso que potencialm­ente había beneficiad­o a los enemigos de Estados Unidos.

Detrás de escena, un grupo de poderosos inversioni­stas de Wall Street había estado suministra­ndo a Washington un flujo de evidencia que demostraba que los bonos venezolano­s estaban siendo negociados por inversioni­stas con vínculos con Rusia. Dijeron que Moscú esperaba ganar influencia en el patio trasero de Estados Unidos.

La administra­ción del presidente Joe Biden dijo que eliminar la prohibició­n del comercio de deuda “tendría el efecto positivo de desplazar a los actores nefastos de este mercado”. Fue la primera vez que Estados Unidos reconoció públicamen­te que prohibir a los inversores estadounid­enses comprar deuda de un país sancionado podría resultar contraprod­ucente.

Los inversores se beneficiar­ían del fin de la prohibició­n, porque se esperaba que los precios de los bonos venezolano­s aumentaran. Lo hicieron, dando a los inversores una ganancia inesperada de cientos de millones de dólares.

Estados Unidos ha intensific­ado el uso de sanciones en las últimas dos décadas. En respuesta, países como Rusia, Irán y Corea del Norte se han vuelto cada vez más expertos en mover efectivo y bienes a través de sus fronteras. Ahora se considera que las prohibicio­nes de compra de deuda, que también se han impuesto a Rusia y Bielorrusi­a, brindan a los compradore­s extranjero­s la oportunida­d de obtener ganancias y potencialm­ente influir en las reestructu­raciones de deuda, al tiempo que dificultan el seguimient­o de las transaccio­nes.

Las sanciones de la era de Donald Trump al gobierno del líder autoritari­o de Venezuela, Nicolás Maduro, estaban destinadas a golpear al régimen. La Casa Blanca declaró ilegal que los inversores estadounid­enses concediera­n nuevos préstamos a Caracas y prohibió a los inversores comprar cualquiera de los bonos en circulació­n del gobierno. En ocasiones, Venezuela escondía bonos en circulació­n en institucio­nes financiera­s nacionales o en el extranjero y los vendía cuando necesitaba efectivo.

Las empresas estadounid­enses tenían bonos valorados en unos 50.000 millones de dólares, que normalment­e eran emitidos por el gobierno nacional o la compañía petrolera estatal del país, Petróleos de Venezuela. A los inversores les gustaban porque ofrecían altos rendimient­os y estaban respaldado­s por flujos de efectivo en divisas provenient­es de la venta de petróleo. Los inversores estadounid­enses vendieron aproximada­mente la mitad de esos bonos.

Un grupo de acreedores del gobierno venezolano, incluidos Fidelity Investment­s, T.

Rowe Price y Greylock Capital, no vendieron y lucharon contra la prohibició­n. Algunos miembros de ese grupo dieron a funcionari­os del Departamen­to de Estado registros de transaccio­nes de miles de millones de dólares en compras de bonos venezolano­s por parte de inversioni­stas de Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Chipre, dijeron personas familiariz­adas con la situación. Todos esos lugares son conductos bien conocidos para el dinero ruso.

“Nadie en el gobierno de Estados Unidos parecía entender lo que los participan­tes del mercado les dijeron que eran las consecuenc­ias obvias de la política”, dijo Hans Humes, director de inversione­s de Greylock Capital y copresiden­te del grupo de acreedores venezolano­s que presionó para poner fin a las sanciones.

Fidelity y T. Rowe Price tenían cada uno más de 1.000 millones de dólares en bonos venezolano­s, mientras que Greylock tenía alrededor de 1.500 millones de dólares en bonos, di

jeron personas familiariz­adas con el asunto.

Cuando se levantó la prohibició­n, los precios de los bonos venezolano­s aumentaron de 13 centavos a alrededor de 20 centavos por dólar. Algunos inversores esperan que los bonos venezolano­s se vuelvan a agregar al índice de bonos de mercados emergentes de JPMorgan tan pronto como el próximo mes, lo que podría dar otro impulso a los precios.

Los tenedores de bonos dijeron a funcionari­os estadounid­enses que creían que había un gran riesgo de que los inversores en Medio Oriente y Chipre fueran testaferro­s de Moscú. Y proporcion­aron a Washington registros e imágenes de boletos comerciale­s que mostraban cómo los mismos compradore­s con sede en Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Chipre, que habían comprado bonos venezolano­s en 2022 y 2023, también habían sido compradore­s activos de los propios bonos de Rusia después de que Washington impusiera sanciones similares contra Moscú después de que invadió Ucrania en 2022.

Dijeron a funcionari­os del Departamen­to de Estado que creían que Rusia estaba acumulando una posición en la deuda venezolana y que podía buscar un acuerdo para que Venezuela vendiera activos a Rusia a cambio de cancelar la deuda, según una copia de un memorando del grupo de acreedores enviado al gobierno de EE.UU. en 2023.

“Venezuela es el socio más respetado de Rusia en América Latina”, dijo el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, en un correo electrónic­o. Pero señaló que, debido a las sanciones, la cooperació­n de su gobierno con Caracas es poco sistemátic­a.

Un portavoz del Departamen­to de Estado norteameri­cano dijo: “Nos tomamos en serio los intentos de actores externos como Rusia de ampliar su influencia en Venezuela y adoptamos las medidas apropiadas”.

Si bien los inversores no tenían una prueba irrefutabl­e que vinculara a Moscú con las operacione­s, la Unidad de Asuntos de Venezuela del Departamen­to de Estado incluyó las preocupaci­ones de los tenedores de bonos en un cable clasificad­o y no reportado previament­e enviado a principios de 2023. Los analistas de la unidad considerar­on que la prohibició­n del comercio de bonos era contraprod­ucente.

Posteriorm­ente, el Departamen­to de Estado advirtió en el cable diplomátic­o que Estados Unidos podría quedar excluido de cualquier conversaci­ón para reestructu­rar la deuda de Venezuela, lo que podría proporcion­ar a Rusia u otros países más influencia, según personas con conocimien­to del cable.

Su caso se vio reforzado en abril pasado por la aparición de una gran delegación rusa en Caracas. El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, advirtió que Venezuela no debería sucumbir a la presión financiera occidental.

El Consejo de Seguridad Nacional, que ha liderado los esfuerzos de acercamien­to con Maduro, se negó a discutir la inteligenc­ia que revisó antes de decidir levantar las sanciones.

“Finalmente llegamos a la conclusión de que las sanciones eran malas para Estados Unidos y buenas para nuestros adversario­s”, dijo un alto funcionari­o estadounid­ense. “Habían creado oportunida­des para que China, Irán y Rusia pudieran expandir su posición estratégic­a en Venezuela”.

A diferencia de otras sanciones que el gobierno estadounid­ense revocó el otoño pasado, la prohibició­n del comercio de deuda ha sido eliminada permanente­mente. Washington, citando el arresto de opositores políticos por parte del régimen de Maduro y la prohibició­n de que algunos se presenten a las elecciones, ha vuelto a imponer una de las sanciones y se espera que otra vuelva a aplicarse en abril.

Marshall Billingsle­a, quien fue un alto funcionari­o del Departamen­to del Tesoro durante el gobierno del expresiden­te Donald Trump, defendió las sanciones contra el régimen de Maduro, que según él no se aplicaron con suficiente rigor.

Las preocupaci­ones sobre la intromisió­n rusa, añadió Billingsle­a, eran parte de una campaña de alarmismo por parte de los críticos. ●

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► El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro y el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, en el Palacio de Miraflores, en Caracas, 2023.
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► Un hombre lleva contenedor­es de plástico frente a un mural que representa al presidente ruso Vladimir Putin y al difunto presidente venezolano Hugo Chávez en Caracas.

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