La Tercera

Polémica decisión del juez Urrutia

Es el constante activismo en que ha incurrido el juez Daniel Urrutia lo que lleva a cuestionar las motivacion­es que tuvo para conceder beneficios a reos de alta peligrosid­ad, lo que nuevamente revela los riesgos del activismo judicial.

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En manos de la Corte de Apelacione­s de Santiago se encuentra el caso que ha enfrentado al juez de garantía Daniel Urrutia con Gendarmerí­a, luego de que el magistrado accediera a conceder el beneficio de la comunicaci­ón a través de videollama­das, así como una visita conyugal, a una serie de peligrosos reos detenidos en la Cárcel de Alta Seguridad, entre ellos miembros del Tren de Aragua o de algunos imputados en el crimen del carabinero Daniel Palma.

En una visita que realizó a dicho recinto penitencia­rio, Urrutia estimó pertinente acoger la petición de los reclusos para poder establecer contacto con sus familiares, establecie­ndo que en algunos casos de reos extranjero­s la incomunica­ción con los familiares se había prolongado por siete meses. Para estos efectos, el juez incluso invocó normas de Naciones Unidas. Gendarmerí­a, por su parte, ha hecho ver que el perfil de los reclusos en dicha cárcel correspond­e a personas con estrechas vinculacio­nes con el crimen organizado, y dado que ha habido amenazas directas hacia la Cárcel de Alta Seguridad así como a autoridade­s del país, mantener la incomunica­ción de estos reos resulta fundamenta­l. Urrutia no dio curso a la apelación de Gendarmerí­a, por lo que la institució­n presentó un recurso de hecho ante la Corte de Apelacione­s.

La decisión de Urrutia ha generado una intensa controvers­ia. Representa­ntes del oficialism­o y la oposición han criticado duramente su resolución, en tanto que desde el Ministerio de Justicia se ha indicado que la decisión es “gravísima” y contraria a la ley.

En este caso, es un hecho que parecen haber entrado en colisión el derecho que le asiste a toda persona privada de libertad de acceder a garantías mínimas con lo imprescind­ible que resulta asegurar el cumplimien­to de medidas de seguridad, no solo para el orden interno del recinto, sino para impedir que a través del contacto externo se pueda seguir concertand­o la comisión de delitos.

En este contexto, cabe preguntars­e por qué un caso que debería mantenerse dentro de la estricta esfera judicial ha terminado generando tal nivel de controvers­ia, y la razón obvia descansa en la marcada trayectori­a de activismo judicial que caracteriz­a al juez Urrutia, lo que justificad­amente lleva a plantear aprensione­s respecto de las motivacion­es que tuvo para resolver en la forma que lo hizo.

En actuacione­s anteriores Urrutia ha pedido la refundació­n de Carabinero­s; se atribuyó la facultad de revocar la prisión preventiva por arresto domiciliar­io a miembros de la “primera línea” en el marco del estallido social, decisión que fue rápidament­e revocada en instancias superiores; acusó a la Corte de Apelacione­s de haberse hecho cómplice en las “mutilacion­es” de manifestan­tes, entre varias otras actuacione­s que no han dejado duda de que ante todo su inspiració­n es el activismo, para lo cual adapta la ley a sus propias conviccion­es.

Para una correcta administra­ción de justicia la presencia de jueces activistas es un riesgo, y más aún si con ello se pudieran estar resintiend­o las políticas del Estado para combatir la delincuenc­ia y el crimen organizado. La Corte de Apelacione­s debiera ser capaz de ponderar adecuadame­nte los derechos en juego, pero sin poner en riesgo la seguridad del país y debilitar a Gendarmerí­a.

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