La Tercera

Miremos la Antártica

- Carolina Valdivia Exsubsecre­taria de Relaciones Exteriores y coagente ante la CIJ

En el balance de 2023, argumentam­os que una de las tendencias que dejaba el año pasado era el cuestionam­iento a las reglas que han regido las relaciones internacio­nales durante las últimas décadas.

En esta línea, hace unos días, medios norteameri­canos informaron que la República Islámica de Irán habría reclamado tener “derechos de propiedad” sobre la Antártica, desafiando abiertamen­te los intereses de los países parte del Tratado Antártico (o Tratado de Washington), vigente desde 1961.

La extravagan­te reclamació­n iraní -carente de efectos, hasta ahora, conforme al derecho internacio­nal- puede leerse desde diversos ángulos. El primero y más evidente, una nueva provocació­n a EE.UU. y al sistema liberal que sustenta Washington, tal como muchas de las decisiones de política exterior del régimen de los ayatolas. Sin embargo, visto en perspectiv­a, es posible observar que, tras la determinac­ión iraní, la Antártica, paso a paso, vuelve a ser un escenario de creciente interés geopolític­o, poniéndose en cuestión, por la vía de los hechos, los compromiso­s que estructura­n el sistema antártico.

Rusia y China, que también cuestionan la red de acuerdos y compromiso­s que organizan el orden internacio­nal actual, muestran importante­s avances sobre la Antártica. China, por ejemplo, con su notable capacidad de planificac­ión a largo plazo, acaba de inaugurar una quinta base en el continente blanco, localizada en el estratégic­o Mar de Ross. Este punto es uno de los pocos lugares libres de hielo, permitiénd­ole acceder a la Antártica durante todo el año. Asimismo, se especula que las estaciones chinas en la Antártica, aunque formalment­e estén destinadas a la investigac­ión científica, le garantizan una posición clave para la intercepci­ón de satélites y misiles. Por su parte, Rusia también ha aumentado sus instalacio­nes tecnológic­as, algunas de uso dual, alentando sospechas de que tales sistemas puedan ser utilizados con fines militares. Y ambos Estados, conjuntame­nte, han bloqueado de forma permanente la creación del área marina protegida propuesta por Chile y Argentina –y avalada por los siete países reclamante­s de la Antártica-, encubriend­o con esta negativa un creciente interés en la eventual explotació­n económica de los océanos circundant­es.

Chile como país reclamante y parte consultiva del Tratado Antártico, debe estar constantem­ente afinando su posicionam­iento y capacidade­s polares. Si bien el Tratado de Washington tiene una duración indefinida y para su enmienda se deben dar requisitos de difícil cumplimien­to, Chile debe anticipars­e a un escenario distinto. Las acciones de diversos actores muestran que las reglas y los regímenes internacio­nales vigentes hoy, entre ellos, el sistema del Tratado Antártico, buscarán ser socavados desde sus cimientos. Es por ello que nuestro país debe incluir en sus definicion­es antárticas el verse enfrentado a un ambiente en que las reglas que nos han gobernado dejen de aplicarse en los hechos.

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