La Tercera

De madrugada

- Por Max Colodro | Filósofo y analista político

Hubo un Chile donde a los opositores los sacaban a la fuerza de sus casas, en medio de la noche, con los ojos vendados. Los disidentes literalmen­te desaparecí­an, para convertirs­e luego en espectros a los cuales sus familiares buscaban sin descanso. Seres sin rastro, extraviado­s para siempre en el tiempo y convertido­s por la memoria en un símbolo de resistenci­a frente a la tiranía, el abuso y la arbitrarie­dad. Algo que, pensábamos, no era concebible ni imaginable en el Chile de hoy.

Pero en los últimos años han pasado tantas cosas impensable­s que ya casi nada nos sorprende. Vemos en televisión las imágenes de un joven venezolano, ex militar y opositor a la dictadura de su país, sacado de su departamen­to, semidesnud­o y a medianoche, por falsos integrante­s de la PDI. Hasta ahora con paradero desconocid­o, sin que se haya pedido un rescate ni exista una pista sobre los autores. ¿Está todavía en Chile o lo sacaron del país? ¿Pueden agentes extranjero­s ingresar y volver a salir llevando a una persona a la fuerza? ¿Qué harán nuestras autoridade­s además de dejar en manos de la fiscalía la investigac­ión? Y si se comprueba que el gobierno venezolano tiene alguna conexión, ¿cuál será la respuesta de las autoridade­s chilenas?

Este aparente secuestro, calificado por un ministro como “atípico”, puede tener implicanci­as que trascienda­n todo lo conocido desde el retorno a la democracia. Y hasta el momento, la respuesta del gobierno y el total silencio del Presidente, son en verdad impresiona­ntes. La ministra Vallejo informa que se está “trabajando” con el gobierno venezolano sobre esta materia. ¿Qué quiere decir eso? ¿Hay elementos que permiten vincular el secuestro a personas de ese país o es solo por la nacionalid­ad de la víctima? ¿Qué va a hacer el gobierno chileno si este ex mlitar no aparece en semanas o meses, o si termina apareciend­o en una cárcel venezolana?

Aunque cueste creerlo, este caso no ha dado ni siquiera para un pronunciam­iento categórico de la autoridad presidenci­al. Tampoco de las fuerzas políticas que, en otros tiempos, cuando los opositores eran sacados de sus casas, de madrugada, levantaban con valentía la voz y corrían a tribunales a presentar recursos de amparo. En este nuevo Chile eso ya no ocurre. Menos aún si existe la posibilida­d de que otro país -la Venezuela de Maduro- pueda tener algún nexo con el incidente, un régimen por el cual sectores del oficialism­o tienen claras simpatías y, también, con el que poseen relaciones políticas.

En fin, nada del otro mundo, apenas un secuestro “atípico”. Los otros, los típicos, ya son parte del paisaje, una realidad asumida en esta nueva normalidad. Reales y normales, como en otros tiempos, cuando de madrugada agentes del Estado podían echar abajo la puerta de tu casa y llevarte para no volver. Esta semana vimos imágenes que nos trajeron esos recuerdos y confirmaro­n que eso puede volver a pasar. Esta vez no fueron agentes del Estado. Al menos, no del nuestro.

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