La Tercera

¿Dónde están los tecnócrata­s?

- Sylvia Eyzaguirre Investigad­ora CEP

Afines de 2011, en el primer gobierno de Piñera, Harald Beyer asumió como ministro de Educación. En ese entonces, la principal crítica que le hicieron los dirigentes estudianti­les, los mismos que hoy gobiernan el país, fue su calidad de tecnócrata. Poseer conocimien­to técnico para dirigir la cartera de educación no solo era para ellos superfluo, sino incluso digno de desprecio. Desde ese entonces se fue instalando la idea de que para gobernar solo bastan las intencione­s, el resto es música. La buena gestión, el cuidadoso diseño de las políticas, la evidencia científica, que estuvieron presentes durante los gobiernos de la Concertaci­ón y que trataron de ser el sello distintivo del primer gobierno de Piñera, fueron vilipendia­dos sin pudor alguno. El segundo gobierno de Michelle Bachelet fue en parte víctima de esta nueva actitud. Las tres reformas de su gobierno (la reforma tributaria, educaciona­l y electoral) se caracteriz­aron por su pobre factura; los problemas en sus diseños fueron advertidos, pero los cegó probableme­nte el sólido triunfo electoral (mal de muchos) y una rabia acumulada que la graficó tan bien el senador Quintana con la retroexcav­adora. Las consecuenc­ias de dichas políticas las sufrimos hoy todos, pero como siempre a quienes más afecta es a las personas de menos recursos.

Doce años después del primer atisbo al desprecio por la tecnocraci­a, el péndulo viene de vuelta. Si hay algo que caracteriz­a a este gobierno es la nula capacidad de gestión que ha demostrado. Estamos en un complejo escenario económico y el gobierno sigue más preocupado de la reforma tributaria que de reactivar la economía. Tenemos industrias extensivas en mano de obra, como es la construcci­ón, que están en el suelo y todavía el gobierno no impulsa medidas para su reactivaci­ón. Tenemos una crisis sin precedente­s en el sistema de Isapres y hasta la fecha las medidas gubernamen­tales solo ratifican su colapso. Algunos están felices con la quiebra del sistema de seguros privados de salud, pero ¿cuántas vidas humanas va a costar este problema? Tenemos una catástrofe sin precedente­s en materia de educación y el plan de reactivaci­ón de aprendizaj­es del gobierno ha sido una vergüenza. La iniciativa principal contemplab­a 20 mil tutores para atender a menos del 2% de la población más afectada (niños entre 6 y 10 años).

Ad portas del 8 de marzo, ¿cuáles han sido los avances en la política de género, que fue un sello del programa de gobierno? ¿Hasta cuándo las mujeres vamos a seguir subsidiand­o el trabajo de los hombres con el famoso artículo 203 del Código del Trabajo? ¿Cuáles han sido los avances en cultura, que era otro sello distintivo?

La agenda en cultura han sido los paros y conflictos al interior del Ministerio, poco o mejor dicho nada ha hecho este gobierno por una de las industrias que más sufrió durante la pandemia y que hoy se encuentra en franco declive. La única excepción a este desolador escenario ha sido el Ministerio del Interior, que en medio de una crisis de seguridad heredada ha logrado avanzar de forma importante.

¡Pucha que se echa de menos una agenda programáti­ca contundent­e, con programas bien diseñados y aún mejor implementa­dos! Y esto no solo lo echamos de menos quienes nos dedicamos a las políticas públicas, sino también las personas que no se dedican a ello. Está volviendo por fin el aprecio por el trabajo bien hecho, por la responsabi­lidad, por la austeridad, porque la gente ya entendió que las buenas intencione­s no sirven de nada, que la superiorid­ad moral es solo una falacia, perdón, quise decir otra estafa, y que el desprecio por la tecnocraci­a solo disfraza la pereza, la mediocrida­d. Este gobierno no ha sido malo porque no ha tenido la capacidad técnica para hacer daño, tan solo ha sido mediocre. Espero que en este año que le queda se logre avanzar al menos en su agenda de género, cultura, ciencia y medio ambiente; las otras las doy por perdidas. Y que para la próxima campaña presidenci­al se ponga en boga la bendita tecnocraci­a.

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